Foto: Cencerro de oveja de San Mamés de Abar (Burgos) |
El sonido de la chifla y de los cencerros de las cabras me despertaba a eso de las nueve casi todas las mañanas cuando era pequeña y pasaba los veranos en la casa de mis abuelos. Lo mejor era que me asomaba a la ventana para ver pasar la cabreada ¡¡¡¡y no había nada!!!! tardé en comprender que el sonido, que venía de la parte de arriba del pueblo, rebotaba en la pared de la Iglesia y se escuchaba tan fuerte en la habitación que parecía que el rebaño estaba allí mismo.
También de la Iglesia venía el estruendo que cada mañana de domingo nos sobresaltaba en casa y nos aceleraba: era el disco que el cura ponía para avisar que se acercaba la hora de la Misa. El “cantaréeeeeeeee eternamenteeeeeeeee, la misericordia del señoooooooooooooorrrrrrrrr” nos hacía hablar en gritos y nos apresuraba a terminar de lavarnos, de vestirnos, de acicalarnos, para la cita semanal de la misa (aunque nos quedáramos fuera, había que ir).
Si lo que sonaban eran las campanas, eso sí que impresionaba. Los toques eran festivos y alegres si anunciaban las fiestas, tanto en San Mamés como en San Bartolomé o el que llamaba a la vacada. Repetitivo y acuciante cuando se requería ayuda para apagar un fuego. Y oscuro y tenebroso el toque de muertos (¿se le llama encordar?). Se oía la campana y ya la gente decía “se ha muerto el tí tal, que estaba muy malo...” y si no había nadie en tal situación, peor, una muerte inesperada...
Uno de mis sonidos favoritos y que más me recuerda al pueblo de mi infancia es el del carro de vacas crujiendo al andar, al moverse las grandes ruedas de madera recubiertas de metal por aquellos caminos de polvo fino con piedras grandes, lisas de tanto pasar sobre ellas. Y la abuela acuciando a las vacas “hala vaca be... hala rubia...”
También me gustaba el sonido de las caballerías al andar, el paso pausado del pobre macho de mi abuelo acompañado de todos sus juramentos o el trote más alegre de otras yeguas y caballos, más lozanos y de mejor porte.
Y también me encantaba el rumor de los árboles moviéndose, mientras yo devoraba un libro a la sombra y los demás dormían la siesta...
La hora del día se podía averiguar por los cacareos de las gallinas... no sonaban igual a primera hora, cuando se estiraban y cuando los gallos se pavoneaban gritando que a medio día, cuando las pitas se volvían locas al recibir las sobras.
Y los gatos pidiendo comida, las cabras llegando a la casa por la noche y la perra del ganado, la Domi, haciéndonos saber que ya estaba en casa, con ladridos suaves y alegres...
En mi memoria están también los sonidos de las conversaciones del pilo, el runrun de las mujeres hablando de lo divino y humano junto al chapoteo de la ropa y la fuente de fondo; de todos aquellos que tocaban la puerta o la ventana de nuestra casa para traer un recado, pedir un favor o simplemente, saludar y que se convertía en un buen rato de charla al fresco de la noche...; el sonido de la chifla y el anuncio del agua que va a la Rosina, que viene Pepe el de Santibáñez o que es el día del camión del pescado....
Y en casa, el soniquete de la radio a la que mi abuelo se acercaba para saber del mundo, una radio vieja, de dos ruedas, una para el tono y el volumen y otra para viajar por Londres, Nueva York, Madrid, Buenos Aires... todos esos nombres que venían escritos en el frente del aparato, junto a la barra de la sintonización....
Todo eso aún lo puedo escuchar con solo cerrar los ojos.
Pdt.-...¡¡¡¡Y no me olvido del zumbido de la mosca que siempre te acompaña cuando vas a dormir la siesta!!!!!
3 comentarios:
¿"Coautor"? de eso nada, yo solo me limito a escribir los recuerdos que me vienen a la memoria cuando leo los tuyos que son sin duda los mismos porque ambos los vivimos a la vez. Me encanta recordar todas aquellas vivencias y en este post te has vuelto a salir.
Cuantos recuerdos, era como si tu nariz estuviera en conexión con la mia, la descripción de la casa de tu abuelo tan tradicional como las demás casas de entonces, su radio como la de mi abuelo y la de tantos abuelos de la época... pero de repente uno me asalto sobre todos los demás, me dio miedo, tuve que espabilarme del ensimismamiento que me traía cuando leí su nombre "DOMI"; "jodio" bicho cuantas carreras me hizo pegar, yo creo que tu abuelo ya la dejaba a la puerta para que ningún mozo fuera a acompañarte a casa.
Además te diré otro sonido que me falta, que siempre recuerdo y que ya no se oye. Seguro que me lo has oído contar otras veces, ese murmullo de los corrillos de mujeres mayores cuando llegábamos "los forasteros" y la consiguiente batería de preguntas que sonaba casi como una canción: "¿tú de quien eres luna?","ya me parecía a mi por la pinta", "¿y vinisteis todos?", "¿todos bien?" y al final te espetaban "¿y cuando marcháis?" que aquello sonaba como "vuelve por donde has venido" aunque no fuera esa su intención.
Que entrañable y bonito era todo sin necesidad de consolas, teléfonos moviles y de los otros, internet,....
Solo bici, requeijo, paz, felicidad e inocencia. Bueno algunos diran que además había trabajo, que no todos ibámos de vacaciones.
Saludos
Por cierto, la mosca de la siesta ¿es la misma todos los años o cambia? mira que yo he intentado cosas para despistarla pero "pa" mi que siempre es la misma y esta enseñada de un año para otro.
Otra cosa la conexión de narices tambien podemos tenerla pero en mi post anterior, referido a los sonidos, deben ser los oidos los que estan conectados, es que uno ya no mide y de repepente le visita ese primo aleman que tenemos todos de vez en cuando.
Saludos nuevamente.
ja ja... la Domi... esa elementa se merece post aparte!!!! Oye, me extraña que no hayas dicho nada del macho de mi abuelo con él echando todos los juramentos del mundo mundial... que sé que esa imagen te encantaba.... :D
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