18 de noviembre de 2021

El palomar de Congosta

Los palomares son unas peculiares construcciones que están ya en franco peligro de desaparición. En el camino que va rodeando la presa de Congosta (y que si se sigue nos lleva a las cercanías de Ayoó pequeñino), encontré la máquina limpiadora de hace un par de post, esta y también los restos de este palomar.



Es una preciosa construcción con una gran belleza en su ruina, con una geometría hipnótica en sus nidales tallados en el tapial.



Hace un tiempo publiqué fotos del palomar también en ruinas que hay en los alrededores de Carracedo, que se ve desde la carretera, aquí. Allí recogía las palabras que un vecino le había contado al profesor Emiliano Pérez Mencía y que él había recogido en su blog Patrimonio Popular y las retomo, porque creo que este palomar de Congosta tiene bastante semejanza al carracedino: 

Estaba construido de tapial y no era muy grande. De forma cuadrada y con un solo tejado, orientado hacia el este, como casi todos los de la zona. Sobre el tejado unas ventanas pequeñas, a modo de troneras, por donde entraban y salían las palomas, que no eran pocas, cuando el edificio se encontraba en buen estado.






Hace ya un tiempo que hice estas fotografías. Prometo pasar el próximo verano por allí para ver cómo siguen las ruinas.

15 de noviembre de 2021

La triste historia de Orejitas


Esta es Orejitas. Es el nombre que le di yo a esta gatita que casi todo el mundo conocerá en el pueblo porque se pasaba las horas pidiendo algo para comer a la puerta del bar.  Con su oreja a medias, víctima de alguna pelea o de alguna enfermedad. Orejitas te miraba con ojos desvalidos, se acercaba, comía lo que le diésemos, ya fuera un trozo del pincho del vermú, si tenía suerte, o unos gusanitos. Mendigaba entre las piernas, rebuscaba en el contenedor de la basura, maullaba a la puerta de aquellos vecinos que le daban algo. 

Conocí a Orejitas en el 2019, cuando le llevaba restos cuando iba al bar. En el 2020, el verano de la pandemia, poco subí pero siempre procuraba acercarle unas salchichas o alguna cosita para comer, igual que este verano. 

Un día, estábamos de charleta tomando una cerveza en la puerta del bar, había muchísima gente, muchas mesas, apenas sitio para pasar los coches y Orejitas, como siempre, mendigando algo. Tan atolondrada que no vio venir un coche, que le pasó la rueda por encima y la mató allí mismo.

La triste historia de Orejitas terminó en el lugar de sus peticiones, entre las piernas de los clientes del bar.

Orejitas era una de las decenas y decenas de gatos callejeros que hay en Ayoó. Gatos que se ven desvalidos, delgados, enfermos... 




Muchos vecinos han muerto y se han quedado sin la comida que les daban en esas casas. Hay una superpoblación gatuna en el pueblo. Creo que antes se hacía un control postnatal con las camadas. Todos sabemos que los gatitos nacían y en cuanto se les encontraba, se les mataba. Cruel, pero era la forma de control que había. Salvo que se quisiera dejar un cachorro para la casa, no tenían mucho futuro. Pero ahora no parece que nadie haga esa desagradable tarea y las pandillas de gatos  asoman por todas las calles,


En el verano del 20 le llevaba comida a una colonia que había en la zona del campanario, donde alguien les había construido hasta una casita y les llevaba también algo para ellos. 


Allí había un precioso gato blanco de ojos azules, al que le podía más el hambre que el miedo y terminaba acercándose a comer como loco los trocitos de carne que le llevaba.


Este año, además de a Orejitas, les llevaba cositas a la pandilla de los leoncitos, un montón de cachorros marrones, hijo de una gata muy jovencita más algunos otros que se juntaban a ellos. 





Un buen grupo que un día, sin más, desapareció. Puedo imaginar lo que pasó, pero me dio mucha pena. Una cosa es matarlos de pequeñines, apenas nacidos, y otras hacer desaparecer a gatos ya criaditos. No sé qué pasó con ellos, eran muchos y no volvió a aparecer ninguno.


En las ciudades hay grupos de voluntarios que dan de comer a los animales, les hacen el programa Ces, de Captura, esterilización y suelta, para evitar que sigan naciendo camadas sin cesar. En el pueblo nadie hace eso, claro, y las camadas se van sumando unas a otras.



También hay menos comida que antes, menos gente, menos cultivos, menos ratones, menos todo... Los gatos que yo recuerdo de niña estaban bien alimentados, eran rápidos, huidizos. Ahora no hago más que ver cuadrillas de gatos enfermos, delgados y mendigantes. Me dan mucha pena y no sé qué se puede hacer por ellos, la verdad.

Y por cierto, en el verano del 20, no solo había gatos callejeros, también había una perrita preciosa, marrón, de pelo corto, huidiza y muerta de hambre, que merodeaba por el pueblo. 


Se la veía lista y yo pensé que si alguien le daba cariño sería una compañera estupenda. Me contaron que era una perra con dueño, alguien de San Pedro al que avisaron y que vino a buscarla. Me alegré muchísimo de que esta perrita, al menos ella, haya encontrado a su familia y a quien la cuide.

10 de noviembre de 2021

La limpiadora de Congosta

Me encanta ir caminando por los pueblos y encontrarme maquinaria antigua. Ya cumplieron su papel y terminan junto a una pared, en una tierra, o, como en este caso, a la sombra de un árbol. Estaba en Congosta, muy cerca de la zona de las bodegas.

Es de la marca Hernández, tiene el nombre en la panza del tambor y se encontraba en bastante buen estado cuando la vi, que fue hace unos años. Tendría que volver a ver cómo la ha tratado el paso del tiempo. 












1 de noviembre de 2021

Todos los Santos

Ya se ha convertido en costumbre que en tal día como hoy desfilen por este blog imágenes de cementerios y tumbas. En este año visitamos un par de ellos que fotografié en uno de mis paseos domingueros: el de Sodupe y el de Avellaneda, ambos en Bizkaia. 

El primero es el de este pueblo de la zona de las Encartaciones, junto al río Cadagua, conocido como el pueblo de Ramón García, jaja... el presentador de televisión famoso por dar las campanadas con su capa durante muchos años. 







El otro es un pequeño, pequeñísimo camposanto que está en el barrio de Avellaneda, en Sopuerta, junto a la famosa Casa de Juntas y, ahora, también del Museo de las Encartaciones. Es muy pequeño, con cuatro o cinco cruces ya antiguas y unos poquitos nichos. Es casi como de película, tan pequeño y coqueto.





Foto tomada del Google maps.