28 de febrero de 2009

Picotazos



Ayer vi en el Telediario de TVE 1 una noticia en la que se mostraba como los empleados de la limpieza de las calles echaban al camión de la basura orgánica todo aquello que se encontraban fuera de los contenedores. Es decir, que tanta campaña de concienciación para que echemos cada materia a su contenedor, el plástico al de plástico, el papel al de papel, el cristal al de cristal, la basura variada al de siempre y cualquier otra cosa, donde corresponde (pilas, escombros, juguetes, ropa vieja, móviles, aceite...), todo esto, digo, para que luego los curris de las empresas lo mezclen todo. Ellos no tienen la culpa, claro, a ellos les dirán que tienen que dejar las calles limpias y eso es lo que hacen.


En fin... toda esta disertación para decir que la noticia me trajo a la mente un comentario que me había hecho un amigo: que en Ayoó también hacen lo mismo. El vio, con sus ojitos, fiables para mi, como cuando venía el camión a recoger los contenedores de plástico y de papel, en vez de echarlos en recipientes separados, lo mezclaban todo. Y se me quedó cara de lela, cuando yo me había pasado el verano separando en casa (se hace habitualmente eh? no solo cuando estoy yo, que mis papis están muy concienciados con el tema), llevando sacos con la carretilla, echando el papel al de papel, el plástico al de plástico... incluso me pasé buenos ratos sacando revistas y periódicos que alguien había echado en el contenedor amarillo y pasándolos al azul... total ¿para qué?


A ver si los encargados de las recogidas dejan de hacernos sentir unos canelos en esto del reciclaje y ellos también separan, que no es tan difícil, que mi niño sabe hacerlo desde hace años y solo tiene cuatro!!!!!


24 de febrero de 2009

La Facendera

El martes de Carnaval los vecinos de Ayoó se reunían (y lo siguen haciendo) para participar en la facendera o yera, ir todos juntos a limpiar los regueros, a plantar árboles... a hacer trabajos para el bien del pueblo. Después, lo típico era, en todas las casas, comer el rabo del cerdo con berza y morcillón. Ahora el día se corona con una comida en la que no falta el escabeche.


Facendera en el pueblo leonés de Llombera

Facendera es un término que deriva del latín “facienda” (lo que ha de hacerse) y cuyos orígenes se remontan a la época de los romanos, cuando el trabajo común servía para conservar las vías militares. Todo ello se explica estupendamente en un artículo dedicado a esta costumbre en la página web del pueblo leonés de Llombera.

Buscando información sobre este tema, he encontrado una especial facendera que se llevó a cabo en Pumarejo de Tera en 1984, por la cual, los vecinos del pueblo colaboraron para poner en pie una nueva iglesia en el pueblo, bajo la dirección de Miguel Fisac Serna, destacado arquitecto manchego.




Fotografías pertenecientes a la exposición "Arquitectura en Tera", que recoge la especial facendera de Pumarejo de Tera

La historia es realmente apasionante y podéis leerla en este artículo de La Opinión y en este otro, que recordaban la curiosa iniciativa con motivo de una exposición sobre la misma que ha recorrido varias ciudades españolas. El comisario de la exposición, el también arquitecto Fermín Blanco, lo recoge todo, historia, fotografías, antecedentes, reflejo en la prensa... en su página web. No os lo perdais, porque ya digo que es una historia digna de conocerse.

22 de febrero de 2009

Carnaval en Ayoó

En la tarde de Carnaval, antaño, hacían una especie de juego en el que uno se disfrazaba de toro y otros de toreros, un juego que les permitía perseguir a las mozas y “gallarlas”. El que iba de toro llevaba una melena, unos cuernos, un palo largo y una capa. Cuando las mozas bailaban las metía debajo, las “gallaba”. La gente le ayudaba poniéndose de frente, cercando a las mozas para que no pudiesen escapar. Ellas iban vestidas con los rodaos y los mantones.

20 de febrero de 2009

Llegan los autobuses

En entradas anteriores hemos visto como para ir del pueblo a otros lugares, ya fuera Congosta, Santibáñez o La Bañeza, se utilizaban las caballerías, el carro o, claro está, el tren de san Fernando (un ratito a pie y otro caminando!!!)

Pero llegó un momento en el que a Ayoó llegaron medios más modernos: los mixtos

Autobús mixto recogido de la página Mis Cosas

Primero fue el de Isaac Cano (Tío Isaac para nosotros, padre de Pascual, Aurora, Fernando y Antonio), un camión que tenía sitio para diez viajeros y para llevar carga en la parte de atrás (para cerdos, vacas, atados de berzas, alubias....).

Tras este pusieron, Tío Isaac y Paco, otro autocar, también mixto, para carga y pasajeros, rotulado con un “Ferias, fiestas y mercados” que se ha hecho lema en mi casa. Cada día se trasladaban hasta el mercado de un pueblo. El lunes iban al Puente de Sanabria, el martes a Zamora, el jueves a Benavente y los sábados a La Bañeza.
Después, el mismo Paco (supongo, Manolo, que este es el que mencionabas en tu
comentario, el que se casó con la hija del maestro de Fuentencalada) ya puso un coche de 25 plazas que iba tanto a La Bañeza como a Benavente.

Mis recuerdos de autobuses de Ayoó se remontan al autobús de Kiko, el de Santibáñez, que acabó suicidándose años después de dejar el negocio. Con él íbamos al pueblo, en interminables viajes de 14 o 16 horas. Nos recogía pueblo a pueblo, por todo el País Vasco y nos dejaba igual, pueblo a pueblo, desde Valladolid a Zamora... Eran unos vehículos incómodos, que tenían ese olor a autobús que nos revolvía el estómago con solo asomarnos a la puerta... Comíamos siempre en el mismo bar, la sempiterna tortilla en la tartera y el pan envuelto en un trapo de cocina... No recuerdo los lugares, pero sí que en uno de ellos, durante años, veía este anuncio de
Nitrato de Chile.
Después llegó el autobus de Raúl, el de Castrocontrigo, también puerta a puerta para recogernos y puerta a puerta para dejarnos. Incluso, cuando no había muchos viajeros, en el autobús se llevaban bultos de todo tipo, muebles (los dormitorios de mi casa, los muebles de la cocina y el armarito del baño, viajaron todos desmontados en el portaequipajes del autocar...) y hasta algún cordero!!! El transporte terminó cuando apretaron las tuercas a los “autobuses pirata” que hacían la competencia a las
líneas oficiales, que son las que ahora nos llevan hasta Benavente, y de ahí, en el autobús de Julio hasta el pueblo.

18 de febrero de 2009

A La Bañeza (2)

“Con el carro de las vacas íbamos a por el mineral. Tardábamos dos días y había que quedarse a dormir allí”. El mineral se usaba para abonar la tierra, para el cereal y se iba a comprar una vez al año. Mi abuelo Teófilo le compraba el mineral a uno de La Bañeza conocido como El Feo. A este le llegaba en un vagón, 10.000 kilos y para que le vendiese sin poner pegas, además de pagar lo que se llevaba, le solía obsequiar con una hogaza de pan o unas tripas de chorizo. Si no, había que comprarlo al estraperlo y era mucho más caro.

También se iba con el carro cuando se llevaban a vender los cerdos de casa. Se cebaban uno o dos más de los que se dejaban para el consumo interno y estos se llevaban a vender.

En Riego de la Vega, entre La Bañeza y Astorga, había un matadero importante y allí se llevaban a vender los cerdos. El representante del matadero y con el que se negociaba, era un tal Don Pedro, que iba bien vestido, con su abrigo, sus guantes de piel, los legues. Comenzaba la negociación, que si el cerdo a 60 duros, que si a 50 duros la arroba... Cuando se llegaba a un acuerdo, Don Pedro marcaba al animal con una cruz y daba 50 pesetas de señal. Solía querer hacer el pesaje después de la comida y los que iban a vender, recelosos, comentaban que era para ver si en ese rato adelgazaban los cochos...
También se vendían animales a los asturianos, que bajaban de su tierra.

El mercado más importante de La Bañeza era el que se celebraba en La Concepción, en la festividad de diciembre. Era un gran espacio, una gran plaza, situada donde ahora están los institutos. Se iba con los cerdos, las caballerías, las vacas, el ganado...

Al pasar las vías del tren estaba la caseta del
fielato, donde había que pagar un impuesto de entrada por todo lo que se metía en la ciudad, ya fuera una botella de vino.


Fielato en Cuatro Caminos, Santander (1889)

En La Bañeza había dos casas, la de La Josefa y la de La Ezequiela, más céntrica. “Les dábamos cinco pesetas por dejar allí las caballerías. Llevábamos paja o remolacha para que comieran en ese rato. Nosotros llevábamos comida de casa y la comiamos también allí. También nos servía para dejar las cosas que íbamos comprando o los recados que íbamos haciendo. Ibamos con un capazo para cosas pequeñas y para grandes, como azúcar, sacos de 50 kilos o fideos, sacos de cuatro o cinco kilos”, cuenta mi padre.

“Ibamos a vender alubias, estaba el almacén a la entrada y según aparecías ya venían los compradores a hacer las ofertas, que si a 5,5 pesetas, a un real más... lo normal era venderlas por unas 5 o 6 pesetas el kilo. Recuerdo que Tía Viviana sacó un año 5 o 6.000 pesetas de habas, que le arregló el año”.

A La Bañeza se iba a vender y también a comprar. Mi abuelo siempre llevaba una libreta con los encargos que le hacía la gente. Se llevaban prendas a teñir, medias, jerseys, refajos... Se iba a teñir a una tintorería que se llamaba Moisés. Allí te daban un vale para luego recoger las prendas

Otras compras que hacía mi abuelo: compraba un fardo de bacalao, que tenía unos 50 o 60 kilos y lo iba repartiendo con otra gente del pueblo, cada uno pagaba su parte.
También se compraban cajones de escabeche, cajones de madera que tenían latas de kilo, 12 o 16, que se repartían por las fardelas.

El aceite iba en botijas de cinc de 15 kilos, con un tapón.

También se compraba la ropa. Cuenta mi padre que “mi primera gabardina fue una que compré allí, por 500 pesetas. El primer traje lo compré en Santibáñez, donde Castaños y me costó 600 pesetas. Recuerdo que a Marina su madre le decía: ay, Marina, anda hija, que hoy vales 500 peseticas más por el abrigo nuevo que llevaba”.

17 de febrero de 2009

A La Bañeza (1)


Ver mapa más grande

Ayoó ha tenido una estrecha relación con La Bañeza, la ciudad que quedaba más cerca por las vías que, años atrás, podían usarse, por los caminos que iban por el monte y que dejaban a la localidad leonesa a tiro de piedra. Benavente estaba bastante más lejos para las posibilidades de la época y no digamos ya Zamora. Dice mi padre que él solo fue dos veces a la capital en su juventud, “una cuando el sorteo de la mili y otra para una consulta médica”.

El Camino a la Bañeza estaba por el monte y llegaba hasta Castrocalbón (a 10 km de distancia oficiales, posiblemente menos por esta vía) y de allí por una carretera de piedra picada se llegaba hasta la ciudad (otros 14 km aproximadamente).

Lo habitual era hacer el camino bien en carro, con las vacas, bien con las caballerías aunque había dos coches de línea cuyas paradas quedaban bastante lejos de Ayoó:
Uno iba desde Camarzana de Tera, salía todos los días y tardaba más de una hora en llegar. Paraba en Santibáñez, Fuentencalada, Castrocalbón y Jiménez, antes de llegar a La Bañeza. El otro iba desde San Esteban de Nogales, los sábados.

El autobús de Camarzana, tardaba en llegar hora y pico y decía el cobrador: “yo cobré el viaje, no el baile”, por el meneo del camino con los baches. El conductor maldecía: “libro uno y cojo dos”. Hablamos de finales de los años cuarenta, y el precio de este transporte era de unas 15 pesetas.
“Ibamos en autobús cuando era imprescindible y no se podía hacer el camino porque llovía y no se podía con el barro. De todos modos, había que llegar andando hasta la parada de Fuentencalada”.

La mayor parte de las veces se iba a La Bañeza en caballería, a vender de todo, cabritos que berreaban todo el camino, pollos que grajeaban, alubias... y a comprar y realizar todo tipo de recados, como contaremos en una próxima entrega.

Todos los sábados iba gente, diez o quince caballerías, repartidas en dos o tres cuadrillas. “Los de Congosta pasaban siempre y decían, Teófilo, vas a La Bañeza?”, recuerda mi padre.

“Cuando yo me casé (en el año 1960) aún se iba con la caballería a La Bañeza”.

13 de febrero de 2009

La Domi



Veo en la tele que ahora han inventado un paragüas para perros... ay, pobres bichos.. se les viste con ridículos vestidos, se les peina y se le da comidas mejores que las que muchos niños tienen en la mesa cada día... qué tonterías hacemos los humanos y qué pena ridiculizar así a los animales.. y cómo me acuerdo, en estos casos, de una perra de verdad, una señora perra que dejó una huella imborrable en nuestra casa y a la que seguro que más de uno de los que lean esto aún recuerdan: La Domi.

Dominga, sí, llevaba el nombre de una antigua novieta de mi primo Manolo. Era una perra grande, fuerte, leal... un mastín que le trajeron a mi abuelo de Galicia y que se parece a este que he recogido de la
web de Aliste (qué pena, no tengo ni una sola foto de la perra)

Fue la Domi una perra medio salvaje cuando estaba en el corral de las ovejas de mi abuelo, en Peñacabras, cuidando del rebaño de cabras de la familia. Si uno se aproximaba tan solo a la entrada, la perra ladraba, aullaba y enseñaba los dientes por debajo de la puerta y, desde luego, se le quitaban a una las ganas de pasar más allá... Eso sí, en cuanto oía tocar la chifla, la perra callaba y dejaba sacar el rebaño, al que acompañaba durante todo el día.

Yo la conocí así, fiera y terrible, que daba miedo... y no tenía nada que ver con la perra que luego vivió durante años en la casa de los abuelos... una vez que fue llevaba allí, la Domi se volvió juguetona, cariñosa, reclamando a todos los de la casa una caricia, una mano por encima de su cabeza tras haber cumplido con su trabajo.

Recuerdo cuando llegábamos al pueblo para las vacaciones, yendo con las maletas por la calle de la Iglesia y la Domi abriendo camino al cortejo, aullando de contenta, orgullosa, enseñando a todos que venía su familia...



En el trabajo, la Domi era una cumplidora. Armada con sus carrancas en el cuello, para protegerse de posibles ataques del lobo o de otros perros, la perra era la mejor guardiana de las cabras de Ayoó.

Perro con las carrancas o carlancas

En una ocasión volvió el ganado por la noche, pero no apareció la perra. Raro, porque ella nunca se despistaba... hasta que salieron a buscar y allí estaba, en el monte, cuidando a un grupito de cabras que se había perdido.
En otra ocasión, la perra iba una y otra vez hasta uno de los pastores, le tocaba la mano y volvia sobre sus pasos. Una y otra vez, hasta que el pastor, intrigado por el extraño comportamiento de La Domi, la siguió y así fue como descubrió lo que el animal trataba de decirle: que había una cabra que había parido y se había quedado alejada del grupito.
También recuerdo un día que estaba en Requeijo con los amigos y se acercó el rebaño. La Domi vino hasta donde yo estaba buscando un arrumaco, aunque nerviosa, iba y venía. Así hasta que la saludé, le hice una caricia y ya contenta, volvió con sus cabras, con una expresión en la cara que decía algo así como “perdona, pero es que estoy en el trabajo”.

Ay, La Domi, ¡¡¡qué lista era!!!! ¡¡¡Y qué madraza!!! Un verano parió junto a la puerta del pajar y uno de los cachorros de la camada, el más pequeño, se le murió... y ella, todo amor, le daba de mamar a las otras crías, pero no paraba de dar lametazos al pequeño cuerpecito que no respondía a sus caricias... Y cómo aguantaba cuando mi abuela le limpiaba con desinfectante una herida que se había hecho en la pata con un palo en el monte. Le tenía que doler horrores, tenía toda la patita abierta y herida, pero allí iba ella, cojeando, a su labor de cada día, a cuidar de las cabras del pueblo.


La Domi era tan grande como yo cuando se me ponía encima, apoyando sus patas delanteras en mis hombros. Grande y buena, le gustaba estar cerca de la familia y se ponía en un lado del comedor a la hora de la cena y dormía sobre la berzas por la noche, atenta a todo lo que se moviese cerca de la puerta.

La Domi, una señora perra.

11 de febrero de 2009

Ingenios caseros



Cuando estuve en el pueblo en Semana Santa descubrí estos curiosos ingenios hechos con una botella de plástico y que aprovechaban la fuerza del viento para asustar a los pájaros. Sus elementos son bien sencillos: un palo para ponerlo en alto, un alambre para enganchar la botella al palo, a la botella se le abren una especie de alas y ya está en marcha... en cuanto recibe un poco de viento se mueve a un lado y a otro y llega a dar vueltas como un loco (lo había grabado también, pero he debido borrarlo porque no lo encuentro...).
Me hizo mucha gracia la idea, que lo mismo tiene un montón de años, pero reconozco que yo no lo había visto nunca... lo malo que Oier quería que pusiéramos botellas de estas por todas las ventanas de casa ¡¡y fue difícil convencerle de que no era plan!!


(Este post también es una prueba para ver si se ven los videos, que hasta ahora no había sido capaz de subirlos)

9 de febrero de 2009

El chiste de los huevos

Este chiste me lo dijo hace pocos días mi padre y me aseguró que era uno que se contaba, con éxito, en sus años mozos...

Iba uno en La Bañeza cargado con una cesta llena de huevos. Tropezó en las vías del tren y cayó, haciendo una buena tortilla con los huevos. El hombre empezó a lamentarse, “cagontal, ahora qué hago? Ay, de mi, lo que me va a decir mi mujer!, ay, qué desgracia, yo me cuelgo, me cuelgo!!!” Y uno que pasaba le dice, “¿por los huevos?”. Y el desafortunado le contesta extrañado “no, hombre, no, por los huevos no, por el pescuezo!!!!”

Vale, vale... ya sé que es un poco como es... ¡¡¡pero a mi me hizo mucha gracia!!!!

2 de febrero de 2009

Día de las Candelas

(Entrada actualizada en 2020)

El día 2 de Febrero en multitud de pueblos y ciudades, incluido nuestro Ayoó, se conoce como el día de las Candelas. Según la costumbre del pueblo judío, a los cuartenta días de dar a luz, toda mujer debía presentarse en el templo con su hijo recién nacido, para purificarse, y María así lo hizo. Del mismo modo, durante años y decenios, en el pueblo, las mujeres que habían dado a luz, debían esperar la cuarentena antes de sacar al niño de casa e incluso para salir ellas mismas. Su primera visita a la calle era, siempre, para ir a la Iglesia y hacer la presentación oficial del bebé.


Presentación del niño en el templo, Anónimo alemán hacia 1515. Fundación Thyssen-Bornemisza

Como nos contaba en los comentarios de esta entrada Manolo, las mujeres hacían la primera salida con el niño a la iglsia y en domingo. No entraba en el templo hasta que el curo la recibía en la puerta con una vela encendida. 

Imagino que esta casi prohibición de que la mujer saliera a la calle tras el parto, no tiene tanto que ver con una forma de cuidar y de que se recuperase del esfuerzo del embarazo y el parto como de esa prevención que ha habido (y casi hay) con la sangre de la mujer, la menstrual (y todos los mitos, falsos mitos asociados a ella) y en este caso, la sangre tras el parto (los loquios, el cuerpo que va curando tras el parto, tras la expulsión de la placenta y mientras el útero vuelve a su ser).


En cuanto al día de hoy, la fiesta de las Candelas, se limitaba a una bendición del cura, pero en otros muchos lugares, tanto de Zamora como de fuera, se celebra y mucho esta fecha: En Benavente se está recuperando la tradición; en tierras de Aliste, en Sarracín, las mozas ofrecen un ramo y cantan una canción; en Carbajales de Alba se subastan bollos maimones,...

En La Opinión de Zamora, en la  celebración de las Candelas de 2020, se hacía un repaso a todas estas costumbres, lo que se hacía antes y lo que se celebra ahora. Una bonita recopilación que añado a la entrada que hice hace ya años sobre este día:

La Virgen de las Candelas era y es la fiesta de las mujeres alistanas, pues también en Aliste las madres cumplían con la costumbre de la "Salida a Misa". Una extraña costumbre que hoy sería y es inconcebible. La mujer alistana, una vez que había dado a luz, se mantenía en casa encerrada a cal y canto durante un mes, sin salir ni siquiera a la calle. Algo no exento de drama cuando se trababa del verano y la cosecha. De hecho ni acudía al bautizo de su hijo, siendo la madrina la encargada de llevar a la iglesia al niño o a la niña. Pasados los 31 días de rigor la primera salida era a misa, llevando al recién nacido en brazos "Para recibir la bendición del sacerdote y dar gracias a Dios por el alumbramiento" a la entrad del templo. Durante el ofertorio la madre se presentaba ante el altar con el niño para hacer la ofrenda con un cesta de mimbre, con una hogaza de pan casero y una candela que se mantenía encendida durante toda la misa y que quedaba para la iglesia, mientras el pan se consideraba un donativo material para el cura que era quien lo consumía.