ULTIMAS VACACIONES EN EL POBLADO
¿Prueba o promoción?
De nuevo llegaron las vacaciones y esta vez, mi primo Aureliano y yo acordamos cambiar el viaje y pasar por la ciudad de Zamora, donde vivían mis tíos y parientes. Llegando allí, nos dijeron que por la noche había un espectáculo de circo, “El circo Amar”. Mi tío me invitó a ver el espectáculo y fuimos todos juntos.
Cuando aparecieron las trapecistas con una escasa ropa, propias de la profesión, mi primo se levantó escandalizado y se marchó del circo. Todos extrañamos bastante su actitud, pero como él solía tener fama de “beato y un poco raro”, no le dimos importancia y continuamos asistiendo a la sesión. Días después, estando ya en el pueblo, cual no fue mi sorpresa cuando recibí una carta del Director del Seminario, recriminando mi presencia en el circo para ver mujeres desnudas, según la denuncia de mi primo ¡Estaba furioso!
En la misma carta, el Director llamaba mi atención para otras tansgresiones ocurridas durante el año lectivo terminado, que cuestionaban mi vocación. Insinuaba esperar una respuesta personal y sincera sobre mis promesas y propósitos de conducta en el futuro, para continuar la vida en el Seminario. En caso contrario, no podría seguir la vocación. Esta carta fue una bomba y cuando mis padres y yo la leímos, nos dimos un gran susto. Estaba escrita en términos un tanto lacónicos e indefinidos, pero dejaba entrever algunas insinuciones.
Bastante impresionado y abatido, pronto respondí:
Ayoó de Vidriales, 15 de Agosto de 1951
Rdo. Pe. Florentino Díaz
Director de la Escuela Apostólica de San Agustín
Reverendo Padre:
Acuso recibo de su carta, con fecha 6 de agosto p.p. Y frente la gravedad de sus términos, me apresuro a responder para esclarecer algunos acontecimientos mal entendidos y reafirmar el propósito sincero y firme de dirige mi vocación, a pesar de los incidentes lamentables ocurridos conmigo, de los cuales me arrepentí y ya pedí disculpas oportunamente.
Reforzando mi postura fiel y leal, prometo a Vuestra Reverencia la honesta decisión de mejorar mi conducta, pues siento, más que nunca , que mi vocación es auténtica y verdadera, a pesar de su cuestionamiento ¡que quiero ser padre!
Con relación a mi presencia en el Circo, junto con mi primo Aureliano, esclarezco que ambos fuimos convidados por nuestro tío y estábamos en su compañía, sin que en momento alguno notase alguna escena ofensiva a la moral. La salida de mi primo, abandonando el espectáculo, fue sorpresa para todos nosotros. Personalmente, no siento remordimiento de conciencia pero, si actué de forma incorrecta permaneciendo en el circo, pido disculpas.
Espero que esta mi postura, encuentre comprensión en Vuestra Reverencia, para que yo pueda continuar el camino y alcanzar la soñada misión.
Respetuosamente, pido su bendición.
Joaquín Casado Castaño, 4ª Serie Ginasial, 9
La respuesta del Seminario vino rápidamente y nos dejó totalmente perplejos. En vez de comentar las alegaciones que yo hice en la carta, traía un mensaje totalmente nuevo. El Director escribía personalmente, comunicándome una decisión unánime del Consejo de Padres. En virtud de mi aprovechamiento, dedicación y estado avanzado de mis estudios, fui premiado y promovido, pasando directamente de la cuarta serie para el Noviciado. No necesitaba cursar la quinta serie, como harían alguno de mis colegas de turno. Me invitaban a regresar rápidamente al Seminario para comenzar el Noviciado, avanzando un año en mi carrera.
Terminada la carta, yo no sabía si reír, si llorar... y salí dando saltos de alegría. Acababa de recibir un premio, siendo promovido un año lectivo sin cursarlo! La verdad es que abracé a mi padre y murmuré entre gritos de alegría: ¡No entiendo a estos Padres: en un momento me reprenden y ahora me premian...!¡Pero la carta estaba ahí y ahora tenía que valer!
Días después, ya estaba de vuelta al Seminario para cambiar de turno y comenzar, con estusiasmo y orgullo, el soñado Noviciado. Hasta hoy, sigo sin saber si la primera carta fue una reprimenda o una prueba. No se comentó nada más nunca.
(Extracto de "A saga de un sentimento", de Joaquín Casado Castaño. Primera parte, capítulo IV)
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