29 de febrero de 2012

La Iglesia por dentro: el púlpito




El púlpito es uno de los elementos que encontramos en toda Iglesia. La palabra viene del latín, de “pulpitum”, que significa tribuna. Se llama así al lugar elevado, colocado en una columna o una pared lateral del templo desde el que se predicaba en las celebraciones.



Los púlpitos comenzaron a construirse en el siglo XVI. En las Iglesias primitivas no existían, se predicaba desde la sede o cátedra, en el altar. Hasta la reforma del Vaticano II el púlpito fue uno de los puntos más destacados de la Iglesia, al usarlos los curas para predicar el Evangelio desde ellos y para dirigir la forma de vida de los fieles, lo que se podía o no se podía hacer, amenazar con castigos, criticar actitudes y marcar, en definitiva, la vida de los pueblos con lo que se decía desde este lugar.


El púlpito del pueblo es de madera y ahora está situado a la izquierda del altar (visto desde la puerta).


La Iglesia en la Semana Santa de 2008




Antes, era el mismo (si no estoy equivocada) y estaba situado a la izquierda, entre los bancos y la zona del altar, con una pequeña escalerilla para acceder a él.
La Iglesia en la Semana Santa de 1995

Y aún antes, como nos explican en un comentario publicado en esta entrada, el púlpito tenía otra forma, con tornavoz (el techito que lo coronaba): "Originariamente estaba más pegado a la columna.  Lo que quiero añadir es que tenía un "sombrero", es decir, como una tapadera de madera colgada sobre él (en muy mal estado, por cierto). Si no me equivoco era de forma octogonal, faltandole dos de los lados que era por donde se entraba. Se ha restaurado, limpiándolo,lijándolo y poniendo pan de oro en unas pequeñas tiras labradas que tenía. Con él se han hecho los dos ambones (Evangelio y Epistola) que podemos ver ahora".

Púlpitos de todo el Valle de Vidriales y la historia de este elemento del templo, pueden verse y leerse en esa página del blog del profesor Emiliano Mencía, Patrimonio Popular.


27 de febrero de 2012

Mi despensa ayoína

Esta es una pequeña parte de mi despensa, la parte de condimentos, directamente llegada desde Ayoó:


De izquierda a derecha: maíces para hacer palomitas al viejo estilo, con sartén; orégano, perejil, te y unos ajos que aún me quedan de la última remesa que me trajeron, todo made in los huertos de mis padres!!!!!

22 de febrero de 2012

Palabrero ayoino (19)

Grama: Hierba de césped que se pega al suelo, muy espesa y tupida. Mi madre me dice que era malísima, que se te metía en una finca y no había forma de terminar con ella.

Nombre botánico: Cynodon dactylon. En el trabajo de Yolanda Cano Lobato, el Estudio Etnobotánico del Municipio de Ayoó de Vidriales, se recoge que esta planta tenía usos veterinarios: se cocía y se le daba de beber a los animales el agua de este cocimiento para los “trozones” para que orinen. Efectivamente, en los tratados de botánica, está recogida la propiedad diurética de esta planta, en las raíces y las partes subterráneas o bien tomado en tisana.

Patalobo: Es una hierba que crece en las tierras labradas. Era muy mala y no la comían ni los animales, les hacía daño.
Foto: http://www.testudines.org

Patalobo parece corresponder al Ranunculus Sardous, una planta pelosa, anual, de flores amarillo pálido que florece de primavera y hasta el otoño. También hay otra Ranunculus, este de apellido Rapens, con tallos rastreros, hojas verde oscuro manchadas de blanco, con tallos velludos. Todas las plantas de esta especie son venenosas (por eso decían en mi casa que los animales no las comían... qué no son tontos ellos!!!). El sabor del ranúnculo es acre, así que el ganado evita comerlo. El contacto con la savia puede producir irritación en la piel.



Nabiza: La nabiza (Raphanus raphanistrum), es el nabo silvestre, con una flor blanquecina. Era una mala hierba que había que quitar porque se tendía y aplastaba el trigo, no lo dejaba crecer.

Foto: Wikipedia


Gordoncillo: Es una planta de tallo muy delgadín y como una espiguina al final también muy delgadina. Se le daba para comer a la hacienda, pero no sacaban mucho de ella, valía poco.


Cachapego: Es una planta silvestre, alta, con flores amarillas. En algunos libros aparece que el cachapego es uno de los nombres con el que se conoce al Hipérico o hierba de San Juan. Pero aquí, aunque una no es experta en plantas, voy a decir que son cosas diferentes.





La planta que me señaló claramente mi madre como cachapego tiene las flores con los pétalos separados, como se ve en las fotos. Y el hipérico, Hypericum perforato, es similar, pero no como el que me señalaba mi madre. Viendo las imágenes yo creo que estas flores amarillas que encontré paseando por el camino a Requeijo, si es Hipérico:


Foto: Wikipedia


Así que al cachapego lo que es de él!!!

Avena brava: Avena que nace en los alrededores de la tierra, sin grano, no es la que se cultiva. Se conoce en botánica como Avena Fatua.



Ballico: El ballico es una hierba forrajera que se plantaba en los huertos para dar a la hacienda. El ballico (Lolium temulentum) es una gramínea buena para pasto y para formar céspedes (se le llama también césped inglés). Es originario de Sudamérica y suele crecer en las mismas zonas donde nace el trigo. Esta planta es la que también se conoce con el nombre de cizaña.

Foto: Agroterra



Jolio: Es una hierba que crece entre el trigo y que alimentaba muy bien al ganado, sobretodo a las ovejas. Por ello se iba a escoger el jolio, es decir, arrancarlo entre el trigo para que este creciera más limpio y fuerte. Cuando el trigo echaba la espiga ya no se iba para no estropear la planta, que se doblase y que no diera fruto.


19 de febrero de 2012

Nuestros arcos

Al publicar el artículo anterior sobre la vieja cocina de arcos, recordé que también nosotros descubrimos una construcción similar en la casa de mis abuelos. Fue a mediados de los años 80, hace casi ya treinta años (¡¡madre mía!!), cuando mi tía Paulina arregló la parte de arriba de la casa, donde estaban las cuadras. Al tirar eso, en la medianera con la casa de Tina Ferrero apareció una construcción con arcos. Y allí estábamos todos posando (yo sacaba la foto):

De izquierda a derecha, mi abuela Menta, mi madre Emilia, un Jesi veinteañero, Manolo, marido de mi tía, mi tía Pulina y mi padre, Antonio.

15 de febrero de 2012

La cocina de arcos






Mi fama de rebuscacosasviejas ya empieza a extenderse por el pueblo, así que esta cocina que hoy presento es fruto del aviso que me dieron Avelina y Antonio. Estaban ellos arreglando un muro de su casa y recordaron que allí mismo había unos restos, en la vieja casa de una mujer llamada María, conocida como “La Chinguera”. Y así llegué a esta joya, los restos de una cocina de arcos.




Cuatro arcos que aún se mantienen en pie, un horno derruido, una alacena excavada en la pared, los restos de la chimenea... Lo cierto es que con los muchos años que lleva caída la casa es casi milagroso que la cocina conserve su esqueleto en relativo buen estado. ¡¡La de panes que se habrán hecho allí, la de calderos de los cochos que habrán colgado en su lumbre, la de veces que los habitantes de la casa se habrán acercado a las brasas para quitar el frío!!

En este arco se ha aprovechado un lado para hacer una alacena y debajo se observa la entrada de una boca de horno
Detalle del arco, donde se observa el encaje de las piezas de adobe que forman el arco y que fueron después cubiertas por un baño de barro.

Detalle de la alacena situada bajo el arco.

Otro de los arcos, el que estaba situado sobre la pared medianera de la casa.

Por encima del arco aún asoma una vara de madera de las que cruzaban la chimenea.

Tercer arco de la cocina.
Detalle de la piedra que sirve de cimiento sobre elque se asenta el arco.


Cuarto arco de la cocina.

La chimenea, ahora abierta al cielo.

El horno de pan del que ahora apenas unas ruinas, también tenía su presencia en esta cocina. La boca, como hemos visto, estaba en la parte baja de unos de los arcos (posiblemente el suelo estuviera bastante más bajo que como aparece ahora, con todos los restos y cascotes de la ruina) y lo que es el horno en si mismo, en la parte de fuera.





En el blog del Ti Joaquín, sabio, como siempre, se hablaba de estas cocinas de arcos y como más sabe él que yo de ellas, transcribo lo él puso:


Cocina de arcos, máxima categoría de las cocinas “viejas”, o “de masar”, en las que la lumbre se hace en el suelo y los arcos dan amplitud y soporte a la enorme y pesada chimenea de adobes, con tejadillos o “faldas” para evitar la erosión de la lluvia, y con un acceso en una de sus paredes al horno, pieza fundamental en las casas por la necesidad de cocinar el pan. Otras funciones son el curado de “la matanza”, calentar agua o cocinar alimentos, generalmente para el ganado, y cómo no, dar un “calentón” cundo se llega a casa en los húmedos y fríos días de invierno.


13 de febrero de 2012

Cuando salí de Ayoó: Concepción Quiroga


Ya dije que en el repaso de aquellos que cruzaron el océano en la primera gran emigración del siglo XX, seguro que se me quedaban muchas personas. Una de ellas ha sido Concepción Quiroga, de la que me ha hablado su bisnieta, Conchi Riesco. Ella ha llenado con sus recuerdos aquello que yo no había puesto así que aquí va la pequeña referencia a Concepción y su familia en palabras de su bisnieta:
Mi bisabuela Concepción emigró para Brasil, entonces decían El Brasil, y allí nació mi abuela Josefa. Se llamaba Mª Concepción Quiroga y el bisabuelo Andrés Pontejo. Tuvieron dos hijos, Bernabé y Josefa Pontejo Quiroga. Él murió en Brasil, siempre oí que trabajó en el campo, en la caña de azúcar, no sé si mi imaginación ha ayudado, pero creo que así fue.La bisabuela volvió viuda y ya en el pueblo, se casó con su cuñado, hermano del fallecido, Domingo Pontejo, supongo que en un claro intento de mantener las fincas y demás dentro de la familia. El también era viudo, y aportó 4 hijos má: Teresa, Rosa, Ramiro y Manuela. El nuevo matrimonio tuvo a Cándida, a Cleofé, otra de mis tías preferidas, cariñosa, trabajadora y con humor, madre de Pilarín-Concha, la de Antonio, a Ludivina, madre de Ventura, y a Emiliana, que se casó con un gallego, Darío, y aún viven y la veo por las fotos de mi prima Mª Cristina Alonso en Argentina, y esta guapisima.

Y todo esto lo sabe Conchi porque ha sabido escuchar: Tengo estos datos anotados gracias a mi Tio Andrés Cano, actor de comedias y eterno enamorado de mi tia Cándida. Son los padres de Domingo Cano, que tiene la casa frente a Ceferino y Amelia, en la calle Castillo. Andrés murió hará unos 3 años, no sabría decirte, y Cándida esta para Asturias con su familia. Todos los días en el verano o en cualquier puente, nos sentabamos en su cocina, sobre el hule con el mapa de España, y mi tío nos recitaba aquello que le decía a Doña Inés, en sus comedias de mozo, o la tía contaba como estuvo él enfermo, pero aún así se casaron..en fin, son sin duda dos de las personas que más quiero y extraño al volver al pueblo.



11 de febrero de 2012

Un emigrante: Joaquín Alonso Barrio

En el artículo anterior dedicado a la emigración hacia América, hablábamos de Joaquín Alonso Barrio. Como su hijo Carlos Alberto es un buen amigo con el que contacté a partir de nuestros mensajes en la web de Ayoó, a él le he pedido una semblanza de su padre y de su relación con Ayoó, desde la distancia. Estas son sus palabras:


Mi padre, Joaquín Alonso Barrio, hijo de Narciso Alonso Blanco (ayoíno, Carpintero, Agricultor...) y de Matilde Barrio (ayoína, ama de casa), nació en Ayoó de Vidriales el 21 de Septiembre de 1918 y fue inscrito por el cura del pueblo en los registros de Astorga (como correspondía en esa época) fue uno de siete hermanos, Antonia, Joaquin, Lorenzo, Narciso, Maria, Emiliana y Teresa. Su niñez y parte de su juventud las dedicó a las faenas del campo en el pueblo.


A los 18 años (Año 1936) se enlistó en el ejército y peleó en la guerra civil, en la octava división del ejército de Franco, luego pasó a la Guardia Civil e intentó otros emprendimientos empresariales hasta el año 1949 en que emigró a la Argentina invitado por dos tíos (Basilio y Domingo Alonso Blanco, ayoínos también) que radicaban en la provincia de Salta, Argentina donde se dedicó al transporte en camiones hasta su fallecimiento en el año 1997 a los 79 años de edad.


En Argentina, el día 5 de Diciembre de 1953 se casó con Rosa Benavides Ortiz, argentina de nacimiento, hija de Natalio Benavides Bohorquez (andaluz) y Josefina Ortiz (valenciana) y tuvieron 5 hijos: Ricardo, Carlos, Joaquín, Matilde y Maria de los Angeles y 11 nietos.


Volvió al pueblo en innumerables oportunidades, pero solo de turismo a visitar su entrañable Ayoó y a sus hermanos y sobrinos. El respeto y orgullo por su origen y linaje ayoíno fue su estandarte de vida. No hay que olvidar que el migrante, en la tierra que fuere y sea cual fuere la razón de su migranza, nunca es visto con igualdad social sino con cierto dejo despectivo, mas allá de la aparente receptividad que se hacía de los migrantes europeos en Argentina, en fin... el migrante, siempre es migrante y sufre marginación y menosprecio, así que el lugar en la sociedad que lo "acoge" se lo tiene que ganar con esfuerzo y años de muy buen comportamiento como vecino, porque nunca le llega como simple añadidura, siempre es visto como un extraño, aun en su familia, que como en nuestro caso, eramos seis argentinos (5 hermanos y mi madre) que nos identificábamos perfectamente como argentinos y mi padre el "extranjero" con quien nadie hacía causa común. El nunca dejó de ser español, jamás se interesó por la nacionalidad argentina.


Esto es algo que también me sucede a mi como migrante argentino en Bolivia y tampoco nunca me interesó la nacionalidad boliviana. La nacionalidad es algo que casi nadie abandona, siempre tratas de morir con la identidad que traes de nacimiento.


En Salta, Argentina llego a tener unas parcelas de tierras en la localidad de Atocha (Municipio de San Lorenzo, Provincia de Salta, Argentina) a las que puso de nombre "Finca Ayoó de Vidriales" y una parte de ella todavía esta en poder de su hijo homónimo y junto a esta finca, hay una calle que lleva su nombre, JOAQUIN ALONSO BARRIO a gestión mia ante las autoridades del municipio de San Lorenzo.



Esta foto es del año 1995, cuando Joaquín tenía 77 años de edad.

El ave que está en su hombro es un pájaro salvaje llamado "Chasca" que difícilmente se acerca a los humanos, pero ese se acostumbró con mi padre y lo acompañaba a todos lados, inclusive daba unos gritos muy fuertes cuando alguna mujer se acercaba a mi padre, incluidas mis hermanas, eso fue hasta que mi padre murió y el pájaro desapareció.

De este ave, dice alguna leyenda Quechua de la zona, que es algún espíritu errante que viene a buscar a sus seres queridos y les acompañan en sus últimos tiempos y en esa época, decían que el ave era el espíritu de mi madre (que había muerto 10 años antes) que le hacía compañía. Como quiera que sea el ave no se separó de mi padre hasta que murió y luego al pájaro no se le vio mas por allí.


Mis padres recuerdan perfectamente a Joaquín, tanto antes de irse como después, cuando visitaba el pueblo, una vez instalado en Argentina.

Mi madre tiene en su memoria una anécdota de Joaquín: estaban unas cuantas mujeres lavando en el pilo que había en el reguero del Canto, por donde están ahora los contenedores del reciclaje, cuando pasó por allí Joaquín y coincidió con un vendedor ambulante, de los muchos que por entonces iban por el pueblo, que llevaba cerezas. “Aún como si fuera hoy, recuerdo, dice mi madre, como compró un cesto de cerezas y se lo llevó a las lavanderas para que comieran”.

Mi padre cuenta como siendo él mozo, estaba con otros compinches durmiendo en un pajar, tras la boda de Elvira y Juan José. Pasaban por la calle unos cuantos, entre otros Joaquín, y le preguntaron la hora. Y este, en broma, les contestó: “aún me faltan cinco duros para un reloj” y así, sin darles la hora se quedaron los mozos.

También recuerda mi padre cómo tenía una perra a la que llamó Vasca, porque se la trajo de Pamplona. La llevaba a cazar y un día, cuando estaba por el monto con varios vecinos del pueblo, entre ellos mi abuelo, iban a conejos. Joaquín tiró a uno y dijo, “dejad, que ya va la perra, que le he dado, le he dado” pero el conejo corrió y corrió hasta que la perra lo pudo atrapar. Mi abuelo se mofaba diciéndole, “Joaquín, menos mal que le habías dado, que si no te hace atravesar todo el monte!” Y él, “que si no lo veo no lo creo, ¡si dio la vuelta y todo!”.

Joaquín, como cuenta su hijo, volvió muchas veces al pueblo y compartió numerosas visitas a la bodega o meriendas en Requeijo con mis padres, generalmente de la mano de Antonia, la única de los hermanos que sigue con vida. Curiosamente, en la foto anterior ue me ha facilitado Carlos Alberto, me decía que los cuchillos que tenía su padre delante eran para un asadoque estaba preparando. Y mis padres también me dicen que eso se le daba muy bien y que en muchas de esas reuniones, era él quien se ponía en los fogones a controlar la comida. En esta foto le reconocieron sus hijos y fue el primer contacto que yo tuve con ellos, por esta imagen de la merienda en Requeijo.

Merienda en Requeijo, verano de 1995

9 de febrero de 2012

Cuando salí de Ayoó

Yo soy hija de la emigración, de la ida de mis padres desde el pueblo hasta la industria vasca. Como ellos, entre los años sesenta y setenta el pueblo quedó casi vacío de una generación de jóvenes y no tan jóvenes, que buscaron un sustento que no tenían en el campo. Los destinos fueron el País Vasco (concentrados casi todos en Vitoria, margen izquierda -Santurtzi, Portugalete, Barakaldo, Bilbao... Sestao se quedó entero para los de Congosta!-, Sondika, Eibar y Ermua); cinturón industrial de Barcelona y Madrid. También hubo quien marchó al extranjero, a Alemania, Francia, Suiza... De estos, los que se fueron más lejos, una buena parte volvió al pueblo tras ahorrar unas perras, otros quedaron allí, donde formaron sus familias.

Pero hubo una anterior ola migratoria, en los años 20-30, que llevó a muchos ayoínos a cruzar el Atlántico en busca de trabajo en Sudamérica, sobre todo en Cuba y en Argentina. Al repasar los carpinteros que hubo en Ayoó nos dimos cuenta de que muchos de ellos habían “hecho las américas” y así, con la memoria de mi padre, hicimos un repaso de los que habían marchado en aquel tiempo.

Maletas de madera como esta eran las que llevaban los sueños de aquellos
que salían de Ayoó.
(Fotografía de la web de Blesa, Teruel)


Cuba fue un destino preferente de los que marchaban. Tío Dionisio, hermano mayor de mi abuela Menta, fue de los primeros en irse a Cuba y trajo mucho dinero. Mi abuelo Teófilo, el padre de Quico, Fulgencio y otros muchos fueron sobre los años 29-30 y ya no hicieron dinero.



Como contamos en el artículo de los carpinteros, allá se fue el Ti Virgilio, donde aprendió el oficio que luego practicó en Ayoó hasta su muerte en el accidente de la bodega. También carpintero fue y en la isla estuvo Tío Aurelio, casado con Tía Kika, hermana de mi abuela Menta. De allí se trajo mucha herramienta para lo que sería su oficio.

Salida de trabajadores para Bélgica. Madrid, 25 de marzo de 1957.
Archivo fotográfico de la Agencia Efe.
Esta fotografía y otras muchas sobre la emigración de ayer y de hoy,
puede verse en el catálogo de la exposición "Memoria Gráfica de la Emigración Española"

A Cuba marcharon asimismo mi abuelo Teófilo y sus dos hermanos, Agustín y Manuel. Mi abuelo trabajó de camarero, en aquella Cuba de la dictadura del General Machado. Recordaba como llegaba gente al local y le decían, en puro diálogo peliculero “si alguien pregunta por mi, no me has visto”.

Manuel, Manolito le llamaban en Cuba, fue el primero de los hermanos en irse y por lo que se contaba en casa, era todo un figura. Era ebanista, de lo mejor de Cuba, pero también le iba la buena vida y la juerga. Tenía hasta coche en aquellos años. Se metía en líos y le sacaba el juez a cambio de que le hiciera muebles para su casa. Mi abuelo siempre dijo que era masón y que hasta tenía una contraseña para que solo entrasen en casa aquellos que él quería.

Mi padre recuerda una de las anécdotas de mi abuelo (¡cuántas me contó de aquellos años y qué poco recuerdo!): Un negro enorme le tiró un vaso de agua a mi abuelo y se enzarzaron, el negro le llamó a mi abuelo “gallego de mierda” y luego le dio unos cuantos golpes. Mi abuelo se lo dijo a su hermano y este fue a ver al agresor, que al ver que era él se disculpó inmediatamente, “ay, Manolito, que no sabía que era tu hermano...”.

Murió joven, de una enfermedad y allí, en La Habana, quedó enterrado. Un tío de Manolo Casado, el también carpintero de Ayoó, estaba en Cuba -mi abuelo ya se había ido- y escribió a la familia para decirles que el hermano fallecido había estado con una querida que le había sacado todo lo que tenía, que no le quedaba nada. Y así quedó la leyenda de Manolito en nuestra casa.

También falleció en Cuba un hermano de Tío Guillermo, llamado Juan y que llegó a formar una familia en Cuba, tenía mujer e hijos allí.

El Ti Valentín Barrio estuvo también en Cuba y trajo un trabuco que luego se usaba en las comedias.

Emigrantes rumbo a Argentina.


En Buenos Aires nació, por ejemplo, mi abuela Irene, la madre de mi madre. Su madre, la Ti Martina, había marchado a la capital argentina donde murió su marido, Pascual, mi bisabuelo. Luego volvieron al pueblo, donde cree mi madre que nacieron las otras hermanas de la abuela.


Aurelio Cortés, padre de César Cortés también marchó y se quedó a vivir allí, lo mismo que Pedro Carbajo Aldonza, un primo de mi abuela Menta, tío de Inocencia y Luis, que se quedó allí a vivir, donde formó su familia. Hace unos años, ya muerto el padre, los hijos vendieron las parcelas que tenía aún en el pueblo.


Buenos Aries fue tambien el lugar final para Pepín Alvarez, que estaba casado con una hermana de Asunción la de Delfín y tenían un chaval. Era hermano de Olegario, Vicente el Diablo y Bernardino y era muy listo para la madera, se le daba bien ese trabajo.


Un océano de por medio puso el padre de Maiximo, que se marchó cuando ya estaba casado y tenía a su hijo. Abandonó a su familia, se fue a Argentina y no se supo más de él.


Mujeres no emigraron muchas, aunque alguna hubo. Una de ellas fue una mujer de nuestra familia, Tía Andrea, la primera mujer de Tío Agustín, hermano de mi abuelo Teófilo. De tía era la casa que estaba donde ahora se alza el Ayuntamiento, heredada de su madrastra. Tía murió de forma prematura. Fue Cándida la de Francisco y le preguntó a Tío Agustín por ella y le dijo que estaba en la cama. Como no venía, fue a buscarla y se la encontró medio inconsciente, le había dado una trombosis o algo así. Fue mi padre a Santibáñez a poner un telegrama -la forma más rápida de comunicarse entonces- para avisar a los hijos. La pudieron mantener con vida hasta que ellos llegaron y justo después, murió. Tío Agustín se caso en segundas nupcias con Valentina, una mujer soltera, ya mayor, que vivía al final del Canto. También murió ella primero.

De otra mujer emigrante me habló su bisnieta, Conchi Riesco:


Mi bisabuela Concepción emigró para Brasil, entonces decían El Brasil, y allí nació mi abuela Josefa. Se llamaba Mª Concepción Quiroga y el bisabuelo Andrés Pontejo. Tuvieron dos hijos, Bernabé y Josefa Pontejo Quiroga. Él murió en Brasil, siempre oí que trabajó en el campo, en la caña de azúcar, no sé si mi imaginación ha ayudado, pero creo que así fue.La bisabuela volvió viuda y ya en el pueblo, se casó con su cuñado, hermano del fallecido, Domingo Pontejo, supongo que en un claro intento de mantener las fincas y demás dentro de la familia. El también era viudo, y aportó 4 hijos má: Teresa, Rosa, Ramiro y Manuela. El nuevo matrimonio tuvo a Cándida, a Cleofé, otra de mis tías preferidas, cariñosa, trabajadora y con humor, madre de Pilarín-Concha, la de Antonio, a Ludivina, madre de Ventura, y a Emiliana, que se casó con un gallego, Darío, y aún viven y la veo por las fotos de mi prima Mª Cristina Alonso en Argentina.
Curioso fue el caso de Antonio El Carabinero, que estuvo en Buenos Aires y vino ya muy mayor, al menos con 75-80 años y se casó con una de Molezuelas ¡y la dejó embarazada! Le decía Tina Roca “es usted tizón viejo” y él le contesestaba, ya verás, ya verás...


En mi casa recuerdan como otra de las hermanas de mi abuela Menta, Tía Viviana, fue rondada por un chico llamado Felipe (“Felipe Pilila le llamábamos”, recuerda mi padre) y le dijo que se casaban y se iban a Buenos Aires y ella dijo que nones, que no se iba del pueblo. Y no se casó (con él, al menos...)


Joaquín Alonso es otro de los ayoínos que llegaron a Buenos Aires. Marchó ya bastante mayor y fundó una familia en el país argentino con la que siempre hemos mantenido un gran relación a través de este mundo de internet. Por ello, hemos pedido a uno de sus hijos, que nos haga una semblanza de su padre, de cómo les hablaba él de Ayoó, como vivía el estar allí, tan lejos de su pueblo del alma. Pero esto, para el siguiente capítulo.


No muy común fue el caso del Ti Luterio, que era de San Pedro de la Viña, aunque se casó en Ayoó. Emigró a Nueva York y trajo buenos dineros con los que se hizo la que en su día fue mejor casa del pueblo. También trajo el gramófono, del que ya hablamos en su día en Avantales.


Emigrantes bajando del barco, en Buenos Aires, a comienzos de siglo.


Entonces aviones había, pero solo al alcance de los más adinerados, así que el salto a América se hacía en interminables viajes en barco que tardaban semanas en llegar. Mi abuelo hacía la comparación del barco “que era más grande la Iglesia” y donde había cines y comedores y dormían en camarotes, unos encima de otros.



Evidentemente, este no es un repaso exhaustivo. Si alguno de los que leeis el blog recordais alguna historia de emigración de un familiar y la quereis contar, ya sabeis...

8 de febrero de 2012

Refranes de la vida misma


Los refranes son un modo de explicar la vida, en algunas ocasiones tratando de encauzar los comportamientos, dando un consejo, y en otros, sin más, explicando nuestras más bajas (o altas) pasiones... Estos son algunos de los refranes que se han dicho siempre en el pueblo y que pueden ir en esta segunda categoría:


Besos y abrazos no hacen niños... pero tocan a vísperas.


El cariño le entra por el meadero.
El sexo que todo lo puede...


Cuerpo cansado, carayo tieso.
Este refrán me lo apuntó un amigo en un post que hice sobre la facendera. Según decía, la facendera o la yera era trabajo, pero también reláx posterior...


Noches alegres, mañanas tristes.
O lo que uno tiene que escuchar al día siguiente de una gran juerga, entre ojeras y/o resaca de caballo.


Tan buena moza y a mi me la dan... tranlarán.
Cuando me dieron cuenta de este refrán me dijeron algo así como que las que van de chicas buenas también la lían, pero la verdad es que no acabo de pillarle las vueltas al dicho... si alguien me lo explica...

4 de febrero de 2012

Fotos de Santibáñez

Cuando hace unos meses tuve que ilustrar un artículo sobre la Alcoholera de Santibáñez, me encontré con que apenas tenía fotos mías de ella, cosa que me extrañó porque siempre me había llamdo la atención con sus letras azules, su chimenea, impotente y medio derruida. Así que este año, uno de los días que bajé hasta allí, decidí tomar unas cuantes imágenes del lugar, ahora que sabía más cosas de la historia de la Alcoholera. Y de paso, alguna fotito más...














Lo que queda de la Fábrica de Harinas...



Y como no, unas cuantas aldabas. Especialmente preciosa es la que tiene un pajarillo...