28 de febrero de 2014

Fotos en sepia

Este verano, como el anterior, tuvimos una cita con los recuerdos y el pasado, la Exposición de fotos antiguas organizada por la Asociación Perafondo. (Inciso: en el grupo de Ayoó en Facebook voy poniendo las fotos de la muestra, sobretodo para aquellas personas que no estaban esos días en el pueblo y no pudieron verlas).


En esta ocasión si se pusieron explicaciones a las fotografías, diciendo quienes eran los que salían en ellas, dónde estaban hechas o el año en el que se tomaron. Una forma de ver cómo se vivía en años pasados, los grupos familiares, de amigos, cómo eran las calles del pueblo entonces... En muchos casos, sobretodo en las fotos más antiguas, a mi me ha servido para poner cara a nombres que van saliendo en las historias que se han contado en mi casa... estos son algunos de estos protagonistas de fotografías en sepia.



Pascual Lobato esposo de Manuela Pontejo y padre de Trini y de David. En mi casa se le recoradará siempre porque estuvo en el frente de guerra con mi abuelo materno, Segisfredo, el padre de mi madre. Mi abuelo cayó en un bombardeo y Pascual cargó el cuerpo hasta el cementerio del pueblo más cercano, Fuente Obejuna -Córdoba- (el Fuenteovejuna de la obra de Lope de Vega, ese mismo) para que le dieran cristiana sepultura y que no quedase en cualquier sitio. Así se lo contó él a mi abuela Irene cuando volvió al pueblo y como me decía en el grupo Germán, su nieto, le llevó una navaja que era lo único que llevaba mi abuelo en el bolsillo de la chaqueta.



En la foto de arriba, Ventura Pontejo, hijo de Arturo Pontejo, que fue alcalde de Ayoó y que está ya de mayor en la foto de abajo. Ventura fue voluntario a la Guerra Civil por el ejército de Franco y murió allí. En la foto está Ventura casi de niño junto a su padre y a su madre, Dorotea.



La Ti Demetria y el Ti Leonides, padres de Adonina, Justiniana, Valentín y Florencia Leonides Quiroga es también el protagonista de la foto inferior, posando de joven.




Una de las historias más impactantes de las recogidas en el blog es la de Don Nicolás, maestro de Ayoó que fue “paseado” por un grupo de falangistas en Muelas. Su mujer, la Ti Aurelia, alcanzó a verle mientras aún agonizaba y le limpió la sangre con unos trapos que conservó toda su vida y los enterraron con ellos cuando murió.

El matrimonio tenía dos hijos, Laudelino, que se casó con Josefa y que fue durante muchos años secretario del Ayuntamiento de Ayoó y Manuel. Manolo vivía por donde viven Pascual e Isabel, mi madre aún se acuerda de él. Tras el asesinato de suu padre fue también detenido y maltratado por la Guardia Civil. Murió algo después, se dice que de pena y la Ti Aurelia siempre dijo que le habían matado al marido y al hijo.

En la foto de arriba está Don Nicolás durante su servicio militar; en la segunda, foto familiar de él con su esposa, la Ti Aurelia y uno de sus hijos (mi madre no supo identificar cuál de ellos era); en la tercera, los dos hermanos, Laudelino y Manuel.




Fotos muy antiguas y algo dañadas en las que sale una familia, la formada por María y Nicolás que posan con sus hijos, Adelina y Nemesio. Nicolás, que tenía una casa al final de la calle el Caño, que ahora está en ruinas, era tío de mi madre, hermano de mi abuelo Agapito, padre de mi abuelo Segisfredo, es decir, mi antepasado. Fueron cinco hermanos: Nemesio, Agapito, Nicolás, Isabel y Simona. Nemesio estaba casado con una mujer que tenía un nombre estupendísimo: Profetisa.
Sus hijos eran Adelina, que murió hace pocos años, ya bastante mayor, y Nemesio, que aparece en la foto de abajo, que murió joven, aunque ya estaba casado y con hijos. 


Esta es una fotografía que trajo a la exposición Placidia, es una enorme foto, que parece entre foto y dibujo, en la que aparecen ella, sus hermanos, tíos, padres... Ella misma los identificó: Don Valeriano Tostón; Don Valeriano Alvárez; Manuel Tostón; Teresa Alvárez; Aurora Alvárez; Victoria, madre de Valeriano; Don Nicolás Alvárez; Victoria Tostón; Leonor; Martina y Felipe.



En la primera foto está Manuel Martínez, padre de la Ti Severiana, del Ti Gaspar y del Ti Paco el estanquero, que aparece con su familia en la segunda foto, con su esposa la Ti Concesa y su hija Claudina, que después se casó con Eusebio Riesco.

El sobrenombre de "El Estanquero" le viene, claro, de que durante años tuvo el estanco en su casa. Allí vendía tabacos y sellos y yo aún recuerdo ir a la casa de Eusebio a comprarlos.

Y, para terminar, una imagen preciosa pero de una persona que está sin identificar, este caballero en una preciosa foto antigua:


13 de febrero de 2014

Potros de herrar

Cuando estuve este verano en Camarzana vi que tenían un potro de herrar restaurado. Le pregunté a mi padre y me contó que en Ayoó también hubo potros, un elemento indispensable para el cuidado de los animales con los que se trabajaba...





Inscripción que se lee en el potro: "En este POTRO DE HERRAR a... nuestros cuadrúpedos necesitados de "zapatos" para AYUDAR al HOMBRE a realizar sus trabajos agrícolas, también a veces, como "MESA de operaciones veterinarias". De madera o de piedra, con cubierta o sin ella... según las zonas. Ya eran usados por los CELTAS, quienes también habitaron nuestro CASTRO de San Miguel, cuatro o más siglos antes de Cristo. Este funciona cien años ha. 14 de Septiembre de 2004".

Potro de herrar de Quiruelas. Recogido en Pueblos de España.org
Mi padre describe así el potro: “se ponían cuatro palos de roble con una especie de yugo y se metían los bueyes y las vacas. Se amarraban al yugo que tenía, se le ponían unos correones de material y un palo largo redondo con los espetones subían al animal y quedaba el buey en el aire". 

Se les sacaba las patas para atrás y se les serraba el casco si tenían los cascos largos, descascar se decía, y se herraban, se ponía una chapa con clavos, el callo que le llamaban. A veces los animales tenían heridas, el gripe, que era que tenían como escocido entre las uñas, del abono. Se le echaba piedra lipe, sulfato de cobre, que era como verde, se le echaba mezclado con manteca de cerdo. Se solía herrar a las vacas para cuando se acarreaba, porque estaba muy seco el camino y se le estropeaban los cascos”.

Potro de herrar en Soto de Sajambre (León), hacía 1950.
Foto extraída de la web Fundación El Arcediano.
“A las caballerías se las herraba en el mismo sitio, pero solo se las ataba, se les levantaba la pata y ya está, no había que sujetarlas más”.

Herraduras colocadas en el potro reconstruido en Camarzana
Herraduras de caballerías y de vacas y bueyes. Las de las vacas no se llaman herradura sino "chopas". Solo se le ponía metal a la parte de afuera. Las que tienen un pico (las de la parte de abajo de la fotografia) se usaban cuando no había mucha pezuña para poner la herradura. Se doblaba hacia arriba para que se sujetase mejor.
La fotografía es del profesor Pérez Mencía, de su blog "El trébano de Joarilla".

Herradura de vaca, chopa. Web de Malva (Zamora).

Pujavante y herraduras. Web todocolección.net.
“Había potros en Ayoó donde la puerta de Emiliano, Emiliano Otero, su padre, que lo había cogido del de su padre, Manuel el Herrero, El Camilio, le llamaban, donde vive ahora Gerardo. Otro estaba donde Fermín Martínez Aparicio, el de Arseliana, que cogió el de su padre, David.

En esta foto se ve el potro de herrar de Fermín Martínez Aparicio, detrás de sus nietos,
enfrente de la casa familiar, en El Canto, junto al reguero. (Foto de Fermín Martínez, hijo)
En Congosta, en la entrada al pueblo estaba el de Kiko. En Carracedo a la entrada del pueblo, el de Arecio, junto a la fragua”.


“Cobraban como 15 o 20 pesetas por herrar y yo creo que hubo potro hasta el año 70 u 80”.

11 de febrero de 2014

El agua en el grifo


Cuando yo era una cría solía leer a la sombra de la Iglesia, subida a las tuberías de cemento de la mejora de la traída de agua a las casas del pueblo. Hasta entonces, un simple grifo en el portal era todo el agua que nos llegaba, menos mal que teníamos la fuente a un paso.
Hablando un día con Alberto Alonso, me contó cómo vivió él la llegada del agua a una casa de Ayoó, el primer grifo que se puso en la localidad.

La casa de Alberto con el tenderete del bar de la comisión delante en esta foto y en la de abajo.
(¡¡será posible que no tenga una buena foto de la casa sin nada!!)
Añadir leyenda

El agua llegó a la casa que Alberto tenía en El Canto, la que durante muchos años ha sido donde se han puesto los trastos de la barra de la comisión en fiestas. “Habíamos sorteado las casas de la familia y esta la íbamos arreglando cuando venía yo de vacaciones (entonces estaba trabajando en Bilbao). Fue la primera en la que se puso de cielo raso (el techo con yeso, no con madera). Entonces (año 60 o 61) había en Ayoó un médico soltero, Don Etelvino, que estaba de pensión en casa de Arcadio. Me dijo que como tenía esta casa y otra más y él estaba pensando en casarse, que a ver si se la arrendaba. Entonces no había agua corriente, había fuentes en cada barrio. En El Canto había una fuente en medio de la calle y el reguero pasaba también por allí. Me dijo que si la arrendaba él hablaba con el Ayuntamiento para meter el agua en la casa. Total, que Laurentino, el alcalde entonces, lo aprobó. Isidro, el padre de Teresa y Benigno Tostón, el fraile, me preguntaron y yo dije que si, que daba permiso.
La casa tenía un servicio pequeño con un plato de ducha, un lavabo, un calentador (que lo puso uno de Santibáñez, Abelardo) y poco más”. Y así, a petición de Don Etelvino, la casa de Alberto fue la primera con agua corriente en el pueblo.

Por cosas de la vida, Alberto nunca terminó viviendo con su familia en esa casa que ahora está arreglando su hijo Ignacio.

Don Etelvino estuvo de médico en Ayoó varios años y siguió yendo al pueblo con cierta asiduidad, hasta su fallecimiento. Su esposa, Josefa, fue maestra en Congosta y aún vive.

Su hijo es Juan José Martínez Jambrina nació en Ayoó, donde vivió un par de años. Aunque creo que no ha vuelto mucho por su localidad natal, sí que tiene relación con la gente del pueblo que vive en su zona, sé que es amigo de Emilio, el de Ezequiel. Juan José estudió medicina en Salamanca, aunque le gustaba el periodismo. Se hizo psiquiatra y dirige desde hace varios años el área de salud mental de Avilés, donde se ha ganado un gran prestigio y reconocimiento por sus innovadores métodos de tratamiento del enfermo mental y su entorno. Además, es un tipo inquieto, le gusta escribir y, detalle importante, es seguidor de los leones del Athletic.


Para conocer mejor a Juan José Jambrina:



7 de febrero de 2014

Caballerías


Grande la tengo
más la quisiera
que entre las piernas...
no me cupiera
¿Qué es....?


Este es el acertijo que el otro día me hizo mi padre... tras las sorpresa inicial por la verdusquería, quedó claro que la cosa iba por otro lado... lo que se busca en la adivinanza es aquello que durante años significó en el pueblo trabajo, transporte y orgullo: la caballería.

Jovenes a caballo, parecen machos o mulos. Web de Arrabalde, Zamora

Caballos, yeguas, burros, mulos, machos... se usaban para el trabajo en el campo, para arar, para recoger, para segar, para trillar. En el transporte eran básicos en un tiempo en el que el autobús era casi inexistente y del coche particular ni hablamos. Pero además, las caballerías eran motivo de orgullo para sus dueños, que los mostraban y engalanaban como hoy hacen los ricos con sus Ferraris y los chavales con sus tuneos.


Jóvenes a caballo.Web de Malva (Zamora)

Para mi abuelo, su macho eran sus piernas. En sus últimos años andaba muy mal y el macho le llevaba de acá para allá. El macho era tozudo y mi abuelo más y todo aquel que le ha conocido le recuerda arreándole cachavazos en el cuello, "macho mecagoenlamadrequete pario, maaaaaachoooooo...", ¡¡el pobre macho tenía hasta callo!! 

Mi padre recuerda a aquel animal así: “El macho de abuelo se lo compraron al Ti Avelino de Congosta. Era hijo de la yegua que tenía este hombre, y lo cogimos de pequeño, al destete. Duró, que se yo, al menos 20 años. Los caballos al llegar a veinte años ya se dejaban, dejaban de comer y al poco morían”.
También tuvo otro caballo rojo que compró en La Bañeza. Se usaba para todo, para desplazarse, y también para arar, trillar... Cuando iba abuelo a La Bañeza el caballo rojo quería ser el primero y si iba alguno delante le iba a morder. Era un caballo muy trabajador, muy bueno... Recuerdo otro negro, grandote, malo, no comía pero era flojo”.


El trabajo

Arando con un caballo.Web de Bonella (León)
Los arados solían ser tirados por dos vacas o dos caballerías, pero también había arados tirados solo por un animal. Así lo cuenta Gary Justel en la página de Uña de Quintana:
“Tiraba el arado por medio de dos cadenas enganchadas en la melena y unidas en la otra extremidad en el Balancín. El balancín era un palo de madera con una argolla en cada extremidad en las que se enganchaban las cadenas y un gancho en el medio que se enganchaba al arado. Dicho arado era, evidentemente, mucho más corto que el arado de pareja, que necesitaba el puntal entre los dos animales".


Chavalín arando con una pareja de mulos. Web de Pueblana.

Segar siempre fue cosa de hombres (y mujeres), pero en los años setenta en Ayoó (en otros lugares mucho antes), aparecieron las primeras máquinas segadoras que eran tiradas por una yunta de machos o caballerías o por un solo ejemplar.
Segadora. Web de Pedrosa del Rey (Valladolid)

Segando con la pareja de caballería. Web de Valdecasas de Cerrato (Palencia)


Carros también había para las caballerías, el de varas para un solo animal y también había carros para dos, unidos por un yugo especial.


Carro de mulas. Web de Santa Eulalia de Tábara (Zamora)
Yugo para caballería. Web de Espinosa de Cerrato.

Yugo con dos colleras. Web de Espinosa de Cerrato.

Alrededor de las caballerías había todo un mundo de negocios: la compra de los animales, los aparejos, la cría,...


El señor Juanito, Juan Ferreras Campomanes, con el caballo Berlín, el "rifón" de su parada caballar.
Foto de la exposición del verano de 2013 organizada por la Asociación Perafondo.

El padre de mi tío Ismael tuvo la parada caballar que hubo en Ayoó (entonces estaba donde mi tío Ismael, ahora su hijo Manolo, tiene la casa, abarcaba ese solar y las otras tres casas de al lado, que eran toda esa manzana de su padre), de la que hablamos aquí. El mismo me lo contó en esa especie de poesía sobre su vida que le escribió un sobrino y que él relata de cabo a rabo (aquí, en el blog del Ti Joaquín se puede leer sobre ello)

Mi padre fue hombre de tratos,
regentó una GRAN PARADA,
y en las ferias de antaño
a los gitanos ganaba.

Sus caballos en las ferias
de entre todos destacaban,
y algunos como el caballo “Urueña”
en el año 1923
en Zamora, en una exposición de sementales,
el primer premio se ganaba.

Mi padre
durante todos los días del año
de las ferias y plazas se ocupaba.
Los lunes en el Puente de Sanabria,
los martes en Rionegro de la Carballeda,
los miércoles en Santibáñez de Vidriales,
los jueves en Benavente,
y los viernes en Castrocontrigo,
donde bajaba toda la Cabrera.
Los sábados feria de Utrera en La Bañeza,
donde más gitanos moraban.


Gitanos vendiendo caballos. Web de Campo de Criptana.


Mi padre hacía muchos tratos con los gitanos,
gitanos de corbata y sombrero
y le decían a mi padre:
señor Jose María, ya nos lo decía nuestros abuelos
vale más una hora de trato que mil de trabajo.

Mi padre se sentía a gusto en la feria
porque en casa tenía un excelente criado gallego, de Orense
para cuidar sus caballos,
sus grandes burros aragoneses
que tenía para la parada.

Salvador con un cepillo de esparto
y una raqueta
el pelo le arreglaba
y con un pujabante y una tenaza grande de fragua
los cascos le arreglaba.

Y cuando hay comercio y dinero por medio, también hay robos, claro, ladrones que robaban caballos y yeguas de las casas, como ya contamos en este otro post, Cuatreros.


Mis recuerdos de niña están muy unidas al famoso macho del abuelo, al que subía desde la piedra del lino que había junto a la puerta de casa... También recuerdo una burra blanca que tuvieron mis tíos Ismael y Dorinda, que se llamaba Marisol y que hacía lo que le daba la gana... me subí en ella y se fue a todo correr por la calle Corrales abajo y yo solo atinaba a decir “soooo, Marisoooooool”. Y la yegua que tenía Jose Manuel el de Arsenio, cuando era un chavalito tan guapo, simpático y educado. Mis amigas fueron al pueblo y acabamos subidas todas (¡¡¡cuatro!!!) en la yegua. Pero algo la mosqueó y empezó a patear hasta que nos tiró a todas abajo... Ahora creo que ya no quedan caballerías en Ayoó, una pena, porque es un animal precioso y noble, me encanta el sonido de los cascos en el suelo y esos ojazos tan inteligentes con los que te miran.

5 de febrero de 2014

Injertos

Mucho antes de que anduviéramos haciendo mezclas de especies con la genética, a los humanos agricultores ya les gustaba lo de andar combinando unas plantas con otras a través de los injertos. Así se han mezclado frutas, sabores, formas, se han buscado variedades más fuertes y se ha cogido lo mejor de una con lo estupendo de la otra. Esta es la función de esta operación, tal y como se explica en un documento de la Diputación vizcaína titulado “Injertos en frutales”:

La práctica del injerto se realiza desde la más remota antigüedad. De este modo se han podido transmitir, de generación en generación, las variedades frutales de mayor interés. La propagación por semilla no da lugar a la variedad deseada, al no producir fielmente sus características debido a la disgregación de sus caracteres genéticos.

Injertos de mi padre en uno de las manzanales del huerto de casa.

Así habla del injerto Jakoba Errekondo, agrónomo y paisajista al que mencionamos en el post anterior dedicado a la luna:

El injerto es un milagro. Se injerta una planta sobre otra y toda la vida deberán vivir juntas, la una sobre la otra. Gracias a que a lo largo de miles de años se ha injertado, hemos podido crear nuevas variedades de fruta, así como mantenerlas y mejorarlas.

Para que dos partes de dos plantas diferentes se adhieran y juntas emprendan una nueva vida, la clave es la savia. El patrón y el injerto se unirán por cirugía. La operación quirúrgica es a vida o muerte y consistirá en poner exactamente a la par y unir el tejido de la parte interior de la corteza en ambos, que es por donde circula la savia. El injerto se realiza justo antes de que comience el gran flujo de la savia: el de púa a finales de invierno y el de escudete a finales de verano. Se injerta a finales de la luna descendente para que el reflujo de savia adicional de la ascendente ayude a que las dos partes se unan y prendan.


Efectivamente, ahí estaba mi padre este verano pasado haciendo injertos de yema en las manzanales. El me explicó que hay injertos de púa e injertos de yema y me explicó sobre las ramas en qué consistía uno y otro y como lo hacía.

Dentro del injerto de púa, hay varios tipos, el de corona o corteza, el de costado o lateral y el inglés. Y también hay variantes dentro del de yema: escudete o yema, chapa o placa y chip o astilla. Todo esto está muy bien explicado en el documento de la Diputación de Bizkaia que os he mencionado al principio.


Lástima, que como indican al comienzo de la explicación, una de las bases de un buen injerto es la compatibilidad, es decir, que han de poderse unir y formar una sola planta. Todo lo cual creo que deja sin efecto la petición de Oier de crear una mezcla de manzana y mandarina llamada “manzarina” :)

Mi padre seleccionando las varas para injertar una viña. Semana Santa del año 2003.

2 de febrero de 2014

La luna


Todos los años le compro a mi madre el calendario zaragozano.
Allí tiene el detalle de qué luna habrá cada día, cuándo estará en creciente, cuándo en menguante y así saber cuándo tiene que plantar en la huerta. Así lo hace y así se ha venido haciendo desde siempre. Cada tarea tiene su fecha y su momento, como me comentan en casa: “La madera se corta en invierno y mejor en menguante, los talegones se cortaban antes de que caiga la hoja. Para sembrar, los tomates, los pimientos, las berzas, las remolachas... en menguante. Las lechugas en menguante se suben menos. Se miraba la luna para cortar y para sembrar, pero para recoger, no”. También cuando hicimos un repaso a la cestería se tenía en cuenta todo esto: El mimbre tenía que tener buena corta, hacerlo en luna menguante. En creciente se apalillaba y a partir de primeros de octubre se estropeaba.





Todo esto es bien sabido por la gente del campo, no tanto por los que vivimos en las ciudades, que miramos a la luna cuando está bonita pero quitando las mareas y el hombre lobo, poco más sabemos de su influencia sobre nosotros.






Mi calendario de la cocina del pasado año era de Eusko Label,
alimentos de Euskadi de calidad, y estaba toooodo dedicado a explicar esta influencia de la luna. De ahí he sacado algunos textos, escritos por Jakoba Errekondo, agrónomo y paisajista.



(Cuando la luna está en) ascendente -creciente- (Ilgora en euskera). No quiere decir que la luna está creciendo sino que día a día su órbita en el cielo es cada vez más alta. Esto provoca que la savia de las plantas suba más fácilmente y auspicia y refuerza el final del ciclo de la planta, flor-fruto-semilla.

Descendente -menguante- (Ilbehera en euskera). No es que la luna esté decreciendo, si no que cada día su órbita en el cielo es cada vez más baja. En esta fase se favorece la actividad en la parte baja de la planta y se fortalecen las raíces, las reservas, el tronco, etc

Plantas curanderas

La savia de la luna ascendente llena de vigor y energía las partes aéreas: flor, fruto, semilla, yema, brote, hoja... La luna descendente vigoriza las raíces, las reservas, el tronco, la corteza... En cuanto se recojan hay que guardarlas en un sitio oscuro, fresco y ventilado.

El invierno en el caserío

Hierbas y alfalfa henificadas y granos como trigo, cebada, avena, maíz, soja, haba, etc ¿Cuándo se debe cosechar y guardar lo que será el sustento invernal? En ascendente la planta será más rica, pero en descendente se conservará mejor. Hay que decidir. Seguramente, el momento más beneficioso es el inicio de la descendente: la planta estará rebosante de la ascendente recién pasada y ya entrada en descendente le ayudará a conservarse mejor.


Luna de Ayoó, tomada con el teléfono móvil por Judit Gutiérrez Rodríguez, la hija de Marian.


Injertos

Para que dos partes de dos plantas diferentes se adhieran y juntas emprendan una nueva vida, la clave es la savia. El patrón y el injerto se unirán por cirugía. La operación quirúrgica es a vida o muerte y consistirá en poner exactamente a la par y unir el tejido de la parte interior de la cortza en ambos, que es por donde circula la savia. El injerto se realiza justo antes de que comience el gran flujo de la savia: el de púa a finales de invierno y el de escudete a finales de verano. Se injerta a finales de la luna descendente para que el reflujo de savia adicional de la ascendente ayude a que las dos partes se unan y prendan.

Abonos

Todos los trabajos relacionados con los abonos -maduración, volteo, reparto- hay que hacerlos en luna descendente.

Sidras y vinos

La fruta llega a su plenitud organoléptica en la luna ascendente, es cuando los aromas y los abores son sublimes. Pero si el objetivo es el vino o la sidra, será mejor recolorctarla en descendete, pues esto aportará a la bebida mejores condiciones de maduración y conservación.

En la bodega, cuando hay que trasegar, si lo hacemos en descendente la fermentarción se debilita y decae. Esta se mantiene mejor si se trasiega en ascendente. Habrá que decidir en función del estado de la bebida y del objetivo del trasiego pero nunca hay que moverrla con frío ni en días ventosos ni de tormenta. Esto vale también para el embotellado. Esta operación hay que realizarla en descendente, pués la bebida está en calma y tras el golpe del embotellado trendrá una vida más tranquila y larga en la botella.


La cosecha

Según lo que queramos conseguir, debemos fijarnos en la fase de la luna y actuar en el momento más adecuado: si pretendemos recoger flores, frutos o semillas, sembrar en ascendente, y en descendente si lo que buscamos son raíces, reservas, hojas...

A la hora de cosechar en ascendente solo cosecharemos lo que se consumirá pronto. Todo lo que queramos conservar largo tiempo, como frutos, patatas, semillas, lo cosecharemos en descendente. Además de que se mantendrán más tiempo sin pudrirse o sin rebrotar, las semillas y las reservas conservarán mejor su capacidad de germinar y brotar.

Podar

La poda siempre produce daño, el de la herida del corte. Por ello las podas deben de realizarse al final de la luna descendente, en el umbral de la ascendente que traerá la savia que cicatrizará la herida. Debido a la importancia que tiene la savia en la cicatrización, no debe podarse ni a finales del otoño ni en pleno invierno.

Cortar madera

Seguramente, lo que determina en qué luna hay que cortar un árbol es el uso que se le va a hdar a su madera. Si necesitamos madera dura y duradera (para el maderamen de una casa, para estacas...) habrá que abatir el árbol cuando menos savia tenga, finales de otoño y principio de invierno, y en luna descendente. Esta madera nos dará brasa persistente pero poca llama.

Si lo que queremos es madera flexible, hay que cortarla cuando está plena de savia y en luna ascendente. Por ejemplo el avellano para varas, el aliso para pértigas o el haya, que se requiere liviana, dúctil y que da un fuego de gran llama, aunque fugaz.

Limpieza de cuerpos

Cuando, para hacer una limpieza interna y revitalizar el cuerpo, queremos iniciar un ayuno o una dieta, lo mejor es iniciarla con la luna ascendente.
Para cortar el pelo hay que tener en cuanta que si lo hacemos en ascendente, el pelo crecerá más rápido, pero más fino, débil y endeble. Si lo cortamos en descendente medraá más lentamwente, aunque más fuerte y robusto. El mismo razonamiento nos sirve para dedicir cuándo depilarse o cortarse la uñas. Para quitarse la verrrugas, los callos, las durezas, etc, lo mejor es hacerlo en descendente. Es el momento en el que además de quitar la parte visible, dañaremos más a la raíz.

Luna de Ayoó. Foto Judit Gutiérrez Rodríguez.