26 de agosto de 2008

Fin de fiestas y se nos escapa el verano

¡Qué abandonado he tenido el blog!... ya se sabe, las vacaciones, fuera de casa, falta de cobertura... y la wifi del ayuntamiento que nos ha dado la espalda y no nos ha dejado conectarnos en lo que esperaba fuera la oportunidad de escribir desde "el lugar de los hechos". En fin, no ha sido posible hasta hoy, gracias a mis amigos Manolo y Paulina, que me han dado un rato de amena conversación y de ordenador con conexión en marcha.

Y aquí estamos, ya con las fiestas finalizadas, que tiempo habrá de hacer balance, la gente que se va marchando, el tiempo que se mantiene bastante bueno, un montón de fotos en la memoria (del disco duro) e información que va siendo recogida a la espera de acabar volcada en estas páginas.

En Septiembre, con la vuelta al cole y la vendimia que este año viene con retraso, volveré a llenar las páginas de este blog.

Un saludo y os dejo la foto de la Procesión que se publicó en
La Opinión

1 de agosto de 2008

Agosto, mes de las vacaciones


Mi familia llegando al pueblo en el viejo autobús


Llega agosto, el mes de las vacaciones y del “todo cerrado”... en las ciudades. En el pueblo es el mes del lleno total, de la gente en las calles, las meriendas en Requeijo o las cuevas, de la comida en la Casa Rural de Congosta (está haciéndose un clásico), el aperitivo en el bar, los niños en las calles, las bicicletas, los casi atascos (demasiados coches para mi gusto y la gente que no sabe subir una cuesta sin ellos, con lo bueno que es andar...). Llegan las fiestas, los reencuentros, las charlas...

Cuando era pequeña me preparaba para todo el ritual de preguntas: “¿cuándo habéis venido? ¿para el mes? ¿Y cuándo marcháis? (como decía mi amigo Trice, que parecía que ya estabas de sobra, ja ja)”
Las señoras de negro todas, como mi abuela, me achuchaban, me llamaban rosa, me decían que guapa estaba (de más mayor, eso significaba que había cogido kilos!!!!) y me daban un montón de besos que yo no había pedido (desagradecida que era una) y que llevaba fatal.

Los despistados te ubicaban usando el “y tú, ¿de quién eres?”. Mi respuesta políticamente correcta era “de Antonio y Emilia”. Si así no lo pillaban, recurría a nombrar a los abuelos. Y si ni por esas... recordaba el sobrenombre familiar: un “soy Cucharilla” y todo listo!!!!


En unos días, por allí nos veremos. Y si alguien no sabe quienes somos... ¡¡¡cucharillas!!!!