22 de febrero de 2013

Hacer pan



Recientemente una amiga gallega me enseñaba, para darme envidia (¡y ya te digo que lo consiguió!) cómo hacían pan en su casa, en un horno, al estilo tradicional. Y eso me recordó las veces que me han hablado mis padres del pan y de su amasado en los hornos que había en la casa. Como ya hemos contado en algún otro artículo, al hablar de los hornos, para calentarlos se metía la leña, se limpiaba después con una mundilla de felechos y luego se metían las hogazas amasadas hasta que se cocían. Parece sencillo pero no lo es y aquí transcribo, cogiendo un poco de aquí, un poco de allá como era el trabajo del amasado, y la cocción del pan.


Retomo a un visitante asiduo de este blog, Gumaro, un señor de Aliste afincado en Cataluña que nos cuenta cómo era su vida en el pueblo. Así narraba cómo era el trabajo del amasado:


Este trabajo, normalmente lo hacia la mujer de la casa. Dependiendo de la época del año se hacían más o menos hogazas, en invierno el pan aguantaba más, y en verano se quedaba más duro. Por eso algunas mujeres se ponían de acuerdo y hacían tres o cuatro hogazas más que se prestaban entre las vecinas, devolviendo éstas cuando ellas amasaban. Era una manera de comer el pan más tiempo sin estar tan duro, eso sí, cuando se prestaba pan ,siempre se pesaba. Yo recuerdo que el peso lo contaban por libras.



Para amasar era imprescindible tener varias herramientas o artilugios, el horno, y por supuesto harina, estos artilugios eran: el organero, la pala, la estaca grande y otra pequeña, el rodro, el barredero, artesa y la caldera. Las materias primas que se necesitaban eran: agua caliente, harina, sal, hurmiento y más tarde también levadura.


Lo primero que se hacía era la masa, envolviendo la harina con agua caliente, el hurmiento, la sal y la levadura en la artesa, todo bien amasado y mullido, que después se dejaba reposar o dormir.

El pan en la artesa.

En la página de la Fundación Díaz, recoge así el proceso de amasado de un pueblo de Salamanca, la Armuña:

Por ejemplo daremos las cantidades para hacer una hornada en una vivienda familiar, presuponiendo su multiplicación para cocciones más grandes:

- 2 kilos de harina cernida
- 1 litro de agua caliente
- 1/4 de kilo de levadura
- 22 gr. de sal

La primera fase de la panificación comienza con el amasado. Una vez cernida la harina (para quitarle las últimas impurezas o salvados procedentes de la molienda) sobre la artesa y esponjada, se abre en su centro una pequeña poza u oquedad sobre la que se vierte el agua y se deslíe la levadura o yelda (resto de la masa fermentada anterior) en un poco de agua caliente, y la sal.

Artesa. Web de Malva (Zamora)


Se bate a continuación con manos y puños, antebrazos y codos en rítmico movimiento (a la panadera), mientras se añade harina y agua hasta conseguir una pasta elástica. La masa así obtenida se deja reposar a temperatura templada, abrigándola con un lienzo, hasta que se abra pero sin agrietarse. Una vez fermentada se dice que está yelda.

Aunque la levadura industrial comenzó a usarse en el siglo XVIII, en el medio rural se siguió utilizando la yelda. Y para propiciar su fermentación se bendecía con la siguiente fórmula: "Dios te crezca. Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén", u otras similares



En la web de Museo El Varal, de Carracedo, León, se cuenta así esta primera parte de la labor:

En la maseira se amasaba, con agua bastante caliente, la harina, a la que se iban añadiendo la sal, un puñado por cada cuartal, la levadura y el formento.



Terminada de amasar se tapaba con una manta y se esperaba a que fermentara. En Carracedo se decía leldar. La fermentación, dependiendo de la temperatura, duraba aproximadamente una hora, terminaba la misma cuando la masa, aparte de aumentar considerablemente el volumen, escarchaba. Con la masa fermentada se procedía hacer las hogazas, que pasaban al estrado, estrao para la gente de Carracedo, este se cubría con una manta.
 


Las hogazas se colocaban en fila y, entre una y otra, se hacía una doblez en la manta con el fin de que las hogazas, al fermentar por segunda vez, no se pegaran. Si la temperatura, que debería ser de unos 30ºC, bajaba demasiado, había que colocar un caldero con brasa debajo del estrado. En el estrado, las hogazas permanecerían una hora, mas o menos, hasta que la masa volvía a crecer y a escarchar.
El momento para encender, prender, el horno era media hora después de colocar las hogazas en el estrado




Una vez hecha la masa – retomo el relato de Gumaro- se encendía el horno, algunos tardaban más de dos horas en calentarse. Para estar caliente se tenían que poner los adobes de la bóveda blancos. Cuando el horno estaba caliente, con el rodro se arrastraban las brasas hasta la boca, y con el barredero, que solía ser de truvisco o de escoba, se barrían las baldosas quedando estas limpias de ceniza. Ya estaba el horno a punto para cocer.



Después de hora y media o dos la masa ya estaba “despierta”, ya había crecido, y mientras el horno se había terminado de calentar, ya se habían hecho las hogazas y alguna rosca que espolvoreadas con harina esperaban en la artesa para entrar en el horno.



En el Museo El Varal se narra así la preparación del horno para la cocción:


La llama tenía que bañar perfectamente las paredes y el piso del horno. Para ello, de vez en cuando, se removía con un largo palo de madera, llamado furgairo. Cuando se hace el fuego las paredes del horno rapidamente se ahuman, la temperatura sigue subiendo, llegando a los 400ºC o 500ºC. Las paredes, por efecto del calor, empiezan a cambiar de color hasta que se ponen completamente rojas, momento en el que se dice “el horno esta arroxado”.



Acto seguido se barre, con el barredallo y el rodín y, con un trozo de saco húmedo, se limpiaba a la perfección. La temperatura de cocción oscila sobre 200ºC. Como no había termómetros se utilizaba, como indicador, el color de las paredes, color que conocían muy bien las horneras; otro método era echar un poco de harina en el piso de horno, si prendía fuego había que esperar, cuando la harina no se encendía era el momento de meter, con la pala, el pan.



En el horno, a medida que iba avanzando la cocción, el pan iba creciendo y cambiando de color, con el fin de que no se pegara había que, con la pala y el rodín, moverlo. Después de, una hora aproximadamente, el pan ya podía estar cocido; el color le decía a la hornera cual era el grado de cocción. Otra forma de saber cual era el estado de cocción consistía en sacar una hogaza del horno, con los nudillos de los dedos de la mano se le daban unos golpecitos. El sonido producido marcaba como iba de cocido el pan. Para saber si la empanada estaba cocida se le clavaba una aguja de tejer, la forma de penetrar marcaba como estaba de cocida.
Al cabo de hora y medía o dos el pan estaba cocido, lo primero que se sacaba del horno eran las roscas



 

Siguiendo con la narración que hacen en la página de la Fundación Joaquín Díaz, esta era la labor una vez sacadas las piezas del horno:



Concluida la cocción se sacan las piezas (deshornado) y se colocan en la artesa o en un arca y se cubren con un lienzo o manta para que suden mientras se enfrían. Después se almacenan en arcas de madera, grandes cestos de castaño y familiarmente en escriños o nasas de paja de centeno, en los que el pan de trigo candeal nuestro (exquisito por su calidad aunque escaso de cantidad) permanecía blando durante diez días, cinco más para usarlo tostado y otros varios para sopas de leche o de ajo.


Museo El Varal, Carracedo, León: http://museoelvaral.blogspot.com/

De la importancia del pan en La Armuña (Salamanca): http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=1829

Las fotos me las pasó Africa, que no tiene un blog sobre un pueblo pero sí uno sobre las muchas cosas que hace: http://meurinconcinho.blogspot.com.es/

15 de febrero de 2013

Dioses y diablos

Refranes donde sale el uno y el otro (¿y por qué me ha salido a mi escribir Dios con mayúscula y diablo con minúscula....????)


  • Escríbalo yo y léalo el diablo.
  • Cuando Dios no quiere, los santos no pueden.
  • Cuando el diablo no tiene que hacer cose el rabo y lo vuelve a descoser.
  • A Dios rogando y con el mazo dando.
  • Huye como el diablo de la cruz.
  • A quién Dios se le de, San Pedro se la bendiga.
  • Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
  • Dios los cria y ellos se juntan.
  • A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos.
  • Cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el raba mata moscas.

12 de febrero de 2013

Los aperos de Jose

En las paneras de Ayoó hay muchos aperos e instrumentos que hasta hace unos años hicieron su servicio y que ahora ya no hace falta. Si hay sitio, se guardan, y eso es lo que ha hecho Jose Carbajo, El Marroquí, que en una de sus paneras  tiene recogidos bastantes objetos que han sido de su familia: el carro de su tío Anselmo, este otro de caballería y también estos otros aperos que presentamos hoy.

Un arado de reja para caballería que va montado en una especie de carretilla con ruedas que se usaba para llevarlo desde casa hasta el lugar de la faena.

 
 


El arrodadero. Este apero se usaba para moler, destripar, los terrones e igualar la tierra después de arar. También se usaba para echar tierra sobre la semilla cuando se había sembrado.
Es una madera bastante pesada con pinchos metálicos en la parte inferior. Se guiaba con caballería o vacas, uniendo el arrodadero con el collarón o el yugo con unas cadenas. Sobre la madera se ponían hasta dos personas para hacer más fuerza y que tuviera mayor efectividad "destripaterrones" el apero.

 
 
 
La sembradora. Cuando se sembraba, la típica imagen que tenemos es la del labrador caminando por la tierra y esparciendo las semillas a mano. Pero antes de la llegada de los tractores, comenzaron a aparecer algunas máquinas que ayudaban en este trabajo, como esta sembradora, creo que recordar que de garbanzos y alubias. Tenía una rueda y tiraba de ella la caballería y la persona iba detrás, guiándola. Tenía una vertedera que abría el surco y luego otra que lo tapaba una vez echada la semilla. Realmente no sé si sería muy práctica tirar de ella por las fincas, con las ruedas quedándose enganchadas en los terrones y piedras... pero ahí está, bastante bien conservada.




Gracias a Jose por guardar todos estos aperos y por acordarse de mi y avisarme para que fuera a hacer fotos.

10 de febrero de 2013

Cestería (2)

 
Cestero en una fotografía recogida en la Web de Calzada de la Valdería.

Todo este texto está extraído de la página web del Museo de Arqueología y Etnografía de Castrocalbón, escrito por Ramona María Carbajo García, aquí.

Zona de la exposición dedicada a la cestería en el Museo de Castrocalbón.


La cestería es anterior al telar y, posiblemente, fue el primer paso hacia la cerámica. También es una de las labores que menos herramienta precisa para su elaboración pues solo se emplean las manos y los dientes del hombre que hace la cesta.

Cada tipo de cesta, lógicamente, estaba destinada a un uso específico por lo que ni el material empleado ni el proceso de elaboración eran iguales en todos los casos.





Talegas, talegones y cestos de arroba

Talega vista desde arriba. Deza, Soria.
 
Vieja talega. Página web de Malva (Zamora).
 
Las talegas, los talegones, los cestos de arroba (medida de peso equivalente a unos once kilos y medio), etc., se realizaban entretejiendo varas de palera sin pelar, siguiendo un proceso que comienza cuando se cortan las varas en otoño, que es el tiempo en que comenzaba el frío y no se podía dedicar a otras labores sino a tejer cestos. Esta labor era realizada por los hombres.

La paja de centeno y la zarza no servían para soportar grandes pesos ni para llevar ropa mojada, porque la paja con la humedad se deteriora. Es por eso que para tales menesteres se emplean las talegas de vara de palera. Para transportar la ropa se utilizaba la cesta de vara pelada, pués así se evitaba que la parte externa de la vara tiñese el tejido. En el caso de la recolección del fruto como la patata, la fruta, etc se podía, perfectamente, utilizar la vara sin pelar. Los cestos hechos con centeno y zarza eran, sin embargo, muy útiles para guardar el grano de cereal y la harina.

Talegones. Web del pueblo zamorano de San Pedro de Zamudia.

En primer lugar se ordenan las varas en haces que luego se deberán enriar para conservar la flexibilidad. Después se dejan un tiempo a la sombra. El proceso comienza en la base con el “cuadrillo” preparando una cruz griega en el suelo con 4 ó 8 varas en cada brazo. Se dividen en parejas, que se entretejen con varas simples. Se añaden más varas con un extremo afilado, introducidas en esa trama de la base para aumentar el número de ellas y que, junto con el “cuadrillo” y las varas dobladas hacia arriba, van a construir las “costillas” o paredes de la cesta y el cuerpo. A partir de ellas y con varas trenzadas horizontalmente se podrá tejer la pared del cesto.

Cestero haciendo un talegón.
Foto del Museo de Castrocalbón.
El inicio más frecuente de la trama es circular de varas cruzadas, en cuadro y dobles hileras colocadas alternativamente entre ellas. Para soportar grandes pesos o mucho uso, el borde se realzaba con un trenzado, y así evitar que la base apoyara directamente en el suelo y se desgastase. Hecha la base , las varas verticales se ataban en la parte superior para realizar mejor el trenzado de cruzadillo. Cuando está terminada se hacen las asas a partir de las varas de las costillas, cruzándolas dos veces.



Cestas de varas de palera pelada
Costurero, como el que tenía mi abuela.
Web de Malva (Zamora).
Cesta de mimbre que se usaba para llevar la comida.
Web de Malva (Zamora).


Para la elaboración de cestas de cocina, costura y labores más delicadas se empleaba la vara de palera pelada, cortadas entre enero y abril, cuando la savia está arriba y se pela mejor. También se podían trabajar en verde, quitándole las hojas y cociéndolas durante 1 hora para que blanqueasen.

Cestera. Foto de La Opinión de Zamora - Chany Sebastián.

El proceso de elaboración de las cestas con varas peladas era similar en su comienzo al de cualquier cesta de vara de palera, pero variaba en su desarrollo, ya que las “costillas” o paredes eran tejidas con más delicadeza, detalle y en ocasiones se le añadían varas de otras especies vegetales para realizar cenefas de adorno.


Mujeres de Torneros de la Valdería enseñan a hacer cestas en
una jornada de recuperación de este arte.
Diario de León.
El tejido de este tipo de cesta era además más apretada para que la cesta quedase muy tupida. También se solían hacer dobles trenzados hacia la mitad de la cesta para realzar el dibujo. El asa también solía ser diferente, pues en este tipo de cestas se acostumbraba a realizar una sola asa que iba de un extremo a otro. Se comenzaba con el cruce inicial de un grupo de varas de un lado a otro y se iban añadiendo más varas metidas entre la trama del cuerpo y trenzándose después por toda la parte por la que había de cogerse.

Barriles de vino


Museo de Castrocalbón.
Barril para el vino. Web de Malva.

Los barriles del vino se solían llevar al campo en el tiempo de la siega. Los barriles del vino se podían tejer con varios materiales: paja de centeno, varas jóvenes de palera o con tiras de zarza.


Para tejer un barril de vino con varas de palera se necesita cortar las varas a finales de abril o durante todo el mes de mayo, cuando la savia sube y se puede desprender fácilmente la corteza.

En primer lugar se pelan las varas y cada una se abre en tres, primero con una navaja y luego con un palo de negrillo con tres muescas y abierto en la punta. Se raspan las varas con una navaja y se las deja en agua. Todavía húmedas se las afina de nuevo y se empieza a tejer utilizando la antiquísima técnica del cosido en espiral y que consiste básicamente en una espiral cosida constituida por dos elementos : Una, la armadura que forma la espiral, en este caso la vara fina y flexible de palera. Y dos, el cosido, elemento activo que fija la forma seguida por la espiral.

El cosido o tejido se hace a mano, pasando la tira entre los ramales de la espiral, por un claro o agujero hecho con la lezna. Cuando el barril está terminado se cubre la parte exterior con barro húmedo y el interior con pez caliente, agitándolo para cubrir bien todo. Se deja hasta el día siguiente y se lava con agua fría para eliminar la arcilla. Finalmente, se le ponía un tapón de madera y una correa de cuero.
Vasijas de vino en Riofrío de Aliste (Zamora).


Los barriles del vino hechos con zarza, lógicamente, llevaban otro proceso y era el siguiente: En primer lugar se cortaban los tallos de zarza, se le quitaban las espinas y se abrían a la mitad para extraerles la médula.

Después, cada mitad se volvía a abrir nuevamente, quedando así cuatro partes. Éstas se ponían en remojo y posteriormente se comenzaba el tejido. Cada cara o “plato” se tejía por separado.
El tejido se iniciaba enrollando en espiral una tira de zarza para formar la estrella, pasando la hebra sucesivamente por el orificio central. Después se hace el picado que en realidad es un cosido realizado con un punzón, creando un trenzado de hebras alternativas sobre varas de zarza o mimbre. Esta labor se realizaba en ambas caras y una vez terminadas se comenzaba la parte lateral o “faja” donde se hacía la boca del barril. La “faja” se hacía con un trenzado igual al resto del barril y se unía a los “platos” con un ribete.

Después se cubría con el mismo método que el barril de centeno, con arcilla y se recubría el interior con pez. Habitualmente solía mezclarse con anís para eliminar el sabor y evitar que pasase posteriormente al vino. Al final, como en todos los barriles, se le ponía el tapón y la correa de cuero.


Escriños, escriñas y gronas

Escriño de Olleros de Tera
Los escriños son cestas hechas con tallos escogidos de centeno, agrupados paralelamente, no trenzados, asegurados entre sí con un hilo muy fino y resistente de zarza.

El escriño se empieza haciendo una base plana doblando en espiral la encañadura de centeno hasta que tenga el diámetro elegido. Después se continúa elevando las paredes y atado a tramos cortos, de forma muy apretada y bien rematada para que soportase bien el peso. En otros lugares se emplea el mimbre o el cáñamo en lugar de la zarza para coserlo.

Su función principal era la de servir de recipiente para la recolección del fruto. Este tipo de cesta también servía para transportar el grano hasta la tierra en el momento de la siembra.

Al igual que el escriño, la escriña se empleaba para transportar frutos recolectados, pero también tenía la utilidad de servir de recipiente para llevar la comida al ganado. El proceso de elaboración era igual al de los escriños, la diferencia entre unos y otros estriba en el tamaño, ya que la escriña es más pequeña que el escriño.

Se solían hacer escriñas por encargo o en invierno cuando no se salía al campo y se disponía de mucho tiempo libre, por lo que en ocasiones era una forma de entretenimiento.

Las gronas se elaboraban con el mismo proceso que las escriñas y los escriños . Se diferencian de éstos por su tamaño, ya que las gronas eran normalmente de un tamaño muy superior y se empleaban para guardar la harina y el grano.

La cestería y otros útiles relacionados

El entrecruzado de fibras no sólo se ha empleado para la fabricación de cestas, sino que ha tenido otras múltiples utilidades. El proceso de tejer tallos ha servido para la fabricación también de :
Esteras para las bases de las sillas, sombreros de paja o paízos, trampas para animales y nasas, tamices, filtros, sogas, queseras,...

Costurero de paja de centeno. Web de Recuerdos de la Abuela.
 
Sombrero campesino de paja.
Cincho para queso. Web de Malva.
También se usaba la paja de centeno para dar forma a la base de la albarda o la silla de montar, como se explica en esta web sobre equitación.



El paízo

El paízo es un entretejido en forma de anillo que era empleado en las cocinas para apoyar la caldera de cobre cuando se retiraba del fuego y con ello evitar que el cambio brusco de temperatura la deformase por la base.
El paízo (en la foto el que aparece en el Museo de Castrocalbón) se realizaba habitualmente a partir de usados “vencejos”(atados de pajas largas de centeno sin grano unidos por las espigas que se destinaban a atar grandes haces de otros cultivos). También se empleaban los paízos elaborados con la misma técnica que se aplicaba para tejer los escriños, es decir, con grupos de paja de centeno atada con tiras de zarza. Existían varios tamaños de paízos, aunque lo corriente era que tuvieran un diámetro de entre cuarenta y cincuenta centímetros.


Garrafas de vidrio
Tinaja y garrafa. Web de Pedrosa del Rey (Valladolid).
También en tiempos más modernos se comenzó a elaborar cestos empleando no sólo la fibra natural, sino también otro tipo de material, es el caso de las garrafas y garrafones de vidrio. Estas garrafas se recubrían con un entretejido de similares características al empleado en la cesta tradicional.

La cesta de la garrafa se realiza en dos partes separadas que más tarde se unirán. El primer paso consiste en la elaboración de una cesta trabajada con la misma técnica de las talegas y ajustada al recipiente de vidrio. Se le agregan las asas y se trenza el borde.

En segundo lugar se teje un segundo cuerpo que se ajusta a la forma de la garrafa y que habitualmente se realiza con fibras más finas unidas en manojos. El cuello se trabaja de manera más ceñida.

Finalmente, la garrafa está terminada en el momento en que se alcanza la boca, donde un borde más grueso sella el proceso, dejando unos dos centímetros de vidrio a la vista.




Buscando información para hacer este artículo di con un documental en el que se recoge cómo las mujeres de un pueblecito de Huesca, San Juan de Plan, trabajaban la paja para la cestería. No he encontrado un acceso directo al documental entero, pero en esta página, aquí, podeis ver un trailer del mismo en el que se observa un trabajo similar a todo lo que aquí se ha explicado.

8 de febrero de 2013

Cestería (1)


Antes de que el práctico y generalmente feo plástico lo llenara todo, los pueblos conseguían fabricar sus propios recipientes a través de la cestería. Con materiales recogidos entre las plantas que crecían en su territorio, con unas técnicas sencillas y efectivas y unos vecinos hábiles, los cestos llenaban todos los huecos: se usaban para llevar mieses, recoger cosechas, acercar las uvas a la bodega, guardar la costura, transportar la comida o almacenar la harina, entre otros usos.


Vendimiadores.Web de La Puebla de Montalbán (Toledo).


Dando de comer al caballo en un cesto.
Web de La Puebla de Montalbán (Toledo).


Comida durante la trilla en la era donde se observa un cesto para llevar la comida
y un garrafón de vino con cesto exterior.
 Web de Sordillos de Treviño (Burgos)

Mas telogones en la vendimia.
Web de Pedrosa del Rey (Valladolid).

Esta otra imagen de una vendimia, con los talegones en el carro, es del pueblo
de Vegas del Condado (Valladolid). Aquí su web.

En Ayoó había varias personas que se encargaron durante años de abastecer a los vecinos de cestos: el Ti Indalecio, el Ti Felipe Lobo o el Ti Pedro Alonso.

Septiembre era el mes en el que se preparaba “la mimbre”: Primero había que cortar las varas y para ello, para tener una “buena corta” había que hacerlo en luna menguante. En creciente se apalillaba y si se esperaba a primeros de octubre, se estropeaba la madera.

Después se metía a ablandar, a “enriar” en pozos de agua y en regueros, como el del Ti Carbajo o el Punte la Flora. Se ponían los ataos de mimbre con piedras y se dejaban como 20 días.

“A los que los hacían -recuerda mi padre- se les pagaba unas 6 o 7 pesetas por talegón que servían para llevar las uvas, las patatas...”

En Ayoó ya no queda nadie que trabajo en este campo, pero la cestería es un arte que aún se conserva en algunos pueblos. En el Museo de Castrocalbón, que ya dije que me pareció muy interesante, tenía un destacado apartado a la cestería y también se puede consultar a través de su página web. De allí he sacado los siguientes textos, en los que se explican las plantas que se usaban, cómo se trabaja y para qué servían los objetos que salían de las manos de los artesanos.

Talegas. Web de Malva (Zamora).


Las plantas de las que se sacaban las varas que se trabajan eran el sauce, la palera, la zarza y el centeno.


El sauce del Coito.
El sauce. El mimbre es una fibra natural que procede de las varas jóvenes del sauce. Es una de las fibras vegetales más empleadas en cestería, por varias razones. La primera por lo sencillo que resulta obtener sus varas, dado que el cultivo del sauce se extiende con mucha facilidad. La segunda, por lo fácil que resulta de trabajar su madera, ya que es especialmente flexible y a la vez resistente.





Palera en el camino a la Viña del Lomo, cerca de Requeijo.
La palera es un árbol de la familia del sauce que crece especialmente en las orillas de los ríos o en zonas pantanosas, dado que necesita humedad permanente. De ella se emplean en la cestería las ramas más jóvenes, de tono rojizo, por su flexibilidad y ligereza.


Yolanda Cano, en su Estudio Etnobotánico de Ayoó señalaba que los brotes nuevos de la palera se utilizaban antaño para hacer “cañizos” para los carros y para fabricar tornaderas.

Detalle de la hoja  de palera
 
Zarza envolviendo el antiguo molino de Congosta, cercano a la presa.
La zarza. Su nombre científico es Rubus Ulmifolius derivado del latín “ruber” (rojo) en alusión a su fruto (la mora) y del parecido de sus hojas a las del olmo (olmilolius). Es una planta muy invasiva que crece rápidamente, en especial en las laderas de los ríos, en monte bajo o en los bosques.

Para cestería se emplean las cortezas de sus tallos, cubriendo atados de paja de centeno y tejiendo la propia corteza.

 


Centeno. Imagen de Wikipedia.

El centeno. El centeno como uso doméstico se remonta al Paleolítico tardío y se cultiva por su grano como planta forrajera.

Ha sido un elemento muy importante para la arquitectura tradicional de nuestra comarca, ya que era parte fundamental para la elaboración del adobe (mezcla de arcilla, agua y paja de centeno).

En cestería se ha empleado la paja de centeno para la elaboración de escriños, escriñas, gronas, etc... especialmente el centeno de ciclo corto (sirvendo o tardío). Las pajas gruesas servirán para la base y las más largas para las “paredes” de la cesta.
 
 
 
 
De botánica sé poco, así que me fio de los que conocen más que yo y mi madre, en los paseos que damos por el pueblo, me hizo distinción de varios tipos de árboles, todos relacionados con el sauce: La mimbrera, la palera, la salguera y la salguera negra. Son plantas diferentes y todas ellas se usaban en cestería y en otros usos como hacer los mangos, partes del arado, del carro, etc.
 
La palera es esta:
 
 
 
 
La mimbrera, esta:
 
 
 
La salguera, aquí:
 
 
Y aquí las tres plantas juntas (que es muy posible que yo haya confundido una por otra en las fotos...), junto al Almucera, junto al Puente la Flora:
 
 
 
Además está la mimbrera negra, que era muy apreciada para la cestería pero que ya casi no quedan ejemplares en Ayoó. Este se encuentra cerca de nuestro huerto, en Perafondo: