23 de septiembre de 2019

Anoceas, la quitameriendas

Cuando vamos a la merienda de Requeijo el día de la víspera de la fiesta, el suelo ya está tapizado de unas florecillas que nacen al ras y que mi madre me enseñó que se llaman anoceas, “cuando salen te están diciendo que ya se acaba el verano, nos echan las anoceas se decía en el pueblo cuando empezaban a florecer en las eras, ya se acababa el trabajo allí”.


Las anoceas son una flor prima del famoso azafrán. Su nombre científico es Colchicum montanum y es una flor endémica de la península ibérica, es decir, que no hay otro lugar en el que se encuentre esta flor (excepto en alguna pequeña zona del Pirineo francés, las flores no entienden de fronteras) y suele salir en praderas y lugares de pasto de los ganados. Es una bulbosa que contiene colchicina, un alcaloide que puede ser venenoso si se ingiere, lo que evita que las ovejas se las coman. Por dentro, por debajo de la tierra, no es venenosa y los niños se entrenían sacando las flores y buscando una pequeña cebolleta que lleva dentro y que luego se comían.

Mira que no las he visto veces y solo tengo esta imagen en la que están tan chuchurrillas...
Anocea es un nombre que no he encontrado en otro lugar, pero esta flor sí tiene otra curiosa denominación, o mejor dicho, varias, similares, que varían de un lugar a otro pero que tienen una línea común: quitameriendas, comemeriendas, alzameriendas, echapastores... Y aún tiene más nombres: azafrán de monte, lirio de otoño, perezosas... no sé si habrá alguna flor con tanta diversidad de nombre.


He encontrado una explicación de lo quitameriendas que me ha gustado mucho. Está en la página del parque Lacuniacha, en el Pirineo de Huesca:  Antaño era muy habitual quedarse a merendar en el campo después de las labores o mientras se cuidaba del ganado, así que su nombre viene dado por  el momento en que florece, en los primeros días en que empieza a acortar la luz solar, como sí su misma aparición determinara el final de la época estival, de sus trabajos y entretenimientos.


En una de nuestra visitas a una zona muy bonita que está cerca de nuestra casa de Santurtzi, en Punta Lucero, Zierbena, encontramos otra flor que a mi me recordó mucho a la anocea y que luego, buscando, efectivamente, es de la familia. Se llama Crocus Nudiflorus y es similar, pero con tallo, no sale a ras de tierra. 



Ambas, como digo, son primas de la Crocus sativus que es la flor del azafrán (el azafrán son sus tres estigmas secos del pistilo, los palitos naranjas que salen del centro de la flor).

Crocus sativus plant, Peißnitzinsel, Germany. Foto cogida de Wikipedia.
Así que, azafrán no tenemos, pero su prima la anocea si que llena nuestras praderas.

11 de septiembre de 2019

El huevo y la gallina, la gallina y el huevo...




Las gallinas están de moda. Las gallinas y sus huevos. Un grupo de activistes veganes (la e es adrede, así escriben elles todos sus textos, con e, que las as Y las os son capitalistas y heteropatriarcales!!!) del grupo Almas Veganas han publicado un video en el que estrellan huevos contra el suelo y afirman que son productos de la explotación de las gallinas y de la violación por parte de los gallos. Aquí el video: 


En fin, cada loco con su tema, pero esto ha vuelto a hacernos hablar del huevo, uno de los alimentos más completos (y ricos) que hay y también de los más desconocidos, porque no sabemos apenas cómo salen del cuerpo de las gallinas.

Como muy bien dice un amigo del pueblo, así un poco a lo burro, el huevo es la menstruación de la gallina. Ya, ya, suena un poco burro, pero así es. El huevo se forma a partir de un óvulo del animal que se recubre de material nutritivo y de protección (clara y cáscara) antes de la puesta.


La gallina ovula cada 20-26 horas aproximadamente, es decir, casi un huevo al día, aunque varía de unas gallinas a otras, claro.

Y una cosa importante: la gallina no necesita ser fecundada para producir huevos. Si el gallo la monta y la fecunda y entonces en ese huevo sí se empezaría formar un pollito. Es decir, y siguiendo con el lenguaje así un poco a lo burro, el huevo no es, como mucha gente piensa, un aborto de pollito. El huevo es el óvulo que no ha sido fecundado y sale del cuerpo de la gallina. Para que haya pollito, el gallo debe gallar (así se dice en el pueblo) a la gallina. Y sí, es un poco burro al hacerlo, como en otros muchos animales, la agarra por la cresta o las plumas del cuello, la inmoviliza y le introduce el pene y el saco con su espermas. Es así, no hay que verlo con los ojos de los humanos, son animales y así llevan haciéndolo años y años y años y siglos.




La gallina es ponedora desde más o menos las 20 semanas de vida. Normalmente en el pueblo se compran jóvenes, lo que se llama “pollas”. Al principio ponen huevos de vez en cuando y pequeñitos, hasta que ya van madurando.




Junto a las gallinas solían tenerse algunos gallos pero su función no era tanto la reproductora como la cría para carne. Es decir, cebar los gallos para después matarlos y comer un buen pollo casero. En mi casa, por cierto, también tienen mucho éxito las crestas de gallo, una delicatessen de casquería que tienen una similitud a los callos (mi madre las hace con una salsa similar y son también gelatinosas).

Estas crestas tan ricas no son de casa, las comimos de tapa en el Bar El Canto, de la mano de Antonia, muy buena cocinera.

Este si es un pollo casero guisado en mi casa, por mi madre.

Sigamos con las pitas. Cuando la gallina es fecundada supongo que se despierta su instinto maternal y tras poner el huevo, se pone encima de él para incubarlo. El huevo no será viable si no está con una temperatura adecuada durante cierto tiempo y para lograrlo, se sienta encima. Es lo que en Ayoó se llama “güarar”.

Si se tenían en la casa las gallinas suficientes, no se las dejaba hacerlo y había que andar detrás de ellas para que no incubasen. A veces se las metía durante unos días en un talegón puesto del revés (y me cuenta mi madre que alguna, pobre, murió de hambre porque se olvidaron que estaba allí!!!!) o se las mojaba.




Y aquí aprovecho para contar una anécdota que aún sigue provocando las carcajadas en casa cuando se cuenta: Mis abuelos tenían varias gallinas güaronas y les dijeron a mis primos y hermano, Domingo, Manolo y Jesi, entonces niños, que las llevasen al pilo y las remojasen, para que se les pasaran las ganas de incubar. ¡¡Para que quieres más, niños, gallinas y agua!!! Mi hermano recuerda la juerga que se llevaron tirando a las gallinas al agua a ver si sabían nadar y  pero se les fue la mano cuando probaron cuánto tiempo aguantaba una gallina bajo el agua. Murió. Murió esa que a la ahogaron, pobre, y murió alguna otra que debió coger frío con tanto remojón. Dudo que mi abuela volviera a hacerles el encargo de mojar a las güaronas.



En la casa de mis abuelos las gallinas ponían los huevos en unos talegones que estaban arriba, en un corredor encima de la cuadra. Teníamos que subir por unas escaleras de piedra para llegar allí, era uno de mis trabajos cuando estaba en el pueblo. 

En general, las gallinas suelen respetar los lugares que se le habilitan para la puesta, siempre un poquito apartados del alboroto general del corral, aunque alguna que otra se acostumbraba a poner fuera de estos lugares y hay que andar buscando los huevos. Eso le pasaba a mi padre en el gallinero de nuestra casa del pueblo, que una le ponía entre las urces que estaban al lado.

Este verano ha sido el primero en el que estábamos en casa sin gallinas ¡y vaya si se ha notado! Producíamos muchísima basura que tenía que ir al contenedor, claro, y que antes dábamos a las gallinas. Todos los restos de comida, de fruta y de verduras, los apartábamos, los troceábamos si eran muy grandes y se las dábamos a las pitas, que daban buena cuenta de ellos.



Información sobre el huevo y su formación, cogida en la web elhuevo.org (y como el enlace a esta no funcionaba, lo tomé directamente de esta otra, Transformando el infierno).

Los datos sobre la cría de gallina, además de lo que he visto en casa, claro, los saqué de la web Experto animal.