24 de julio de 2008

LA HISTORIA DE UN SENTIMIENTO (9)

V.EL PAJARILLO, DE VUELTA A LA JAULA
(...)


2. La pérdida de una hermana

En 1950, un grave accidente quebró la serenidad de la vida del Seminario. Mi hermana Heliodora era una joven simple, amorosa, alegre y generosa. Ella, por ser mi hermana más mayor, cuidó de mi en mi infancia y yo la adoraba. Recuerdo que cierta vez fui andando, llorando tras ella, para juntarme con los segadores de trigo en el campo, y ella acabó llevándome a caballo.

Con 20 años de edad, se casó con un joven, trabajador y honrado, de nombre Anselmo y durante un tiempo, vivieron con mis padres. Pasados algunos meses, mi hermana esperaba un bebé, radiante de felicidad. Yo estaba en el Seminario y soñaba con el primer sobrino.

Un día, el Padre comenzó a hacerme vagas preguntas sobre mi familia y sobre mi hermana Heliodora. Y cuando vio que mi ánimo estaba preparado, me entregó una carta que él ya había leído y me dio esta dramática noticia:

Tu hermana Heliodora ha muerto. Debes confiar en Dios y aceptar este golpe.
Casi me desmayé, no me lo podía creer. ¡Aquella hermana maravillosa y llena de vida no podía haber muerto! ¡Era mentira! Lloraba sin parar, recostado en el hombro del Padre Miguel. No sé qué torbellinos de pensamientos me invadieron, cuánto deambulé por los corredores...

Después, leí la carta con más detenimiento y vi que mi hermana había fallecido, junto al bebé, al dar a luz. Mi madre quedó tan conmocionada que tardó muchos años en superar aquel golpe emocional. Yo lo acepté más fácilmente, porque el apoyo de los Padres y de la religión era muy grande. Mi colega Jesús Cilleruelo, de Roa de Duero, provincia de Burgos, se quedó conmigo y me ayudó bastante.


(Extracto de "A saga de un sentimento", de Joaquín Casado Castaño. Primera parte, capítulo V, punto 2)

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