13 de julio de 2015

Encalar

Las viejas casas de barro tenían sus paredes encaladas, esa especie de pintura que desprendía bastante polvo cuando te arrimabas. El portal de mi abuelo estaba encalado de color albero hasta la mitad y de ahí para arriba de blanco. La cocina de humo de ese color amarillento y las habitaciones, de blanco. 

Mi tía Paulina y mi abuela Menta en pleno encalado de la cocina de humo.

La cal es un término que designa todas las formas físicas en las que pueden aparecer el óxido de calcio y el óxido de calcio y magnesio. Con el encalado se conseguía una finalidad estética y práctica, ya que la cal ayuda a mantener las casas más frescas -las paredes respiran- y además tiene propiedades antisépticas. Encalar las casas es una de las prácticas más antiguas de la civilización, sobretodo en los lugares más cálidos donde se pintan de color blanco para reflejar la luz del sol.


Pero el encalado es frágil, saltaba con facilidad y se hacía necesario encalar al menos una vez al año. En Ayoó solía blanquearse la casa, las habitaciones, para San Bartolo y para la matanza se hacían los pasillos y la cocina.

Para hacer la masa se usaba el barro de hacer los adobes, el amarillo. Para la parte blanca se compraba cal en Santibáñez o a los vendedores que venían por los pueblos. El blanco se usaba en las habitaciones. Era de más calidad, tenía más cantidad de cal.
Para la cocina, los portales y los pasillos se cogía el barro en barreros del pueblo: en las llamas (las zonas húmedas), en la zona de La Corte, en El Caño había un barrero de un barro blanco, mantecoso,... y en Campo Ferrero también había un barro más amarillento. También había barreros en Peñacabras, en el Tiar, donde la casa del Ti Bernardo, donde la casa de Andrés Riesco.... Mi padre cuenta cómo lo extraían, “íbamos sacándolo con un cuchillo viejo, le llamábamos donde el barro blanco y costaba mucho sacarlo. En los pies, como no había botas de goma, llevábamos los chancros”.
Este mismo barro se usaba para reparar las cuevas.

Antes del encalado había que preparar la pared. Para ello se hacía una mezcla con barro con paja y agua. Para el raseado fino se usaba la munia (paja muy fina que se cribaba de la trilla), como el del yeso de ahora. Si no se pone paja el barro solo no agarra.

La cal se echaba el día anterior a su uso en un caldero de agua, para desleírlo (“desleír”, palabra que se usa mucho en el pueblo, recogida en el diccionario de la Academia de la Lengua y que significa eso, “disolver y desunir las partes de algunos cuerpos por medio de un líquido”). Con el lino se hacía un encalador, una especie de brocha, como de medio metro de largo. El lino mojado se ataba y se cosía, se mojaba y se iba dando mojando en la cal y tirando como a golpes sobre la pared. 
 
Cuando ya se dejó de cultivar lino, se usaba la piñerina, unas hierbas que tienen la punta muy fina, suele haber en Peñacabras, y que se unían en ramos.

El encalado era trabajo de mujeres, pero la recogida de barro la hacían tanto los ellas como ellos.


9 de julio de 2015

Aurelio, el señor de las abejas








Como la gente ya me va conociendo, cuando creen que hay algo que pueda interesar a mi máquina de fotos (o sea, a mi blog) me dan una voz y yo me presento. Así lo hizo mi padrino, Aurelio, hace un par de veranos, cuando me avisó para que fuera a su casa en El Canto. Al llegar me encontré con todo el corral patas arriba, lleno de colmenas desmontadas, cera por todos lados y abejas, muchas abejas que andaban como atontadas y remolonas. Aurelio estaba haciendo una de las tareas que necesitan las colmenas, renovar todas las placas interiores de la cera antigua y ponerle placas nuevas. La mayoría de las abejas se vienen con las placas y por allí estaban muy tranquilas (yo, no tanto).



El corral de Vitorina y Aurelio ya digo que se encontraba lleno de cachivaches, cuadros, cajones, cera vieja que se apartaba en talegas, placas de cera nueva para hacerles más fácil el trabajo a las abejas...






 
 
Aurelio explica que es lo que tiene entre manos y qué es lo que está haciendo con sus colmenas (un vídeo muy casero, con Vitorina despidiéndose en medio, jaja):
 


La cera vieja...





 
Placa con la cera nueva...
 



Ahumador que el apicultor echa sobre la colmena para poder atontar a las abejas y recoger la miel sin problema.



Cartel, que hay que avisar para que no haya problemas con los picotazos.
 

6 de julio de 2015

Colmenas

Entre las actividades tradicionales que se han llevado a cabo en Ayoó, hay una que tiene un halo de misterio, de desafío, de comunicación con los animales, que a mi y creo que, en general, a todos, nos llama muchísimo la atención. Es el trabajo con las abejas, la apicultura. Quién más quién menos, tiene algo de miedo a estos animales laboriosos y organizados pero que te pueden dar un buen picotazo si se creen molestados, aún a riesgo de perder la vida en ello. Por ello aquellos que trabajan con ellas, que se ven rodeados del enjambre, que saben entender el comportamiento de las abejas nos parecen algo parecido a magos...



Las colmenas, o colmenales, como se decía en el pueblo, han sido uno de los recursos que desde siempre se han trabajado en Ayoó. Y aún hoy hay un buen número de apiarios en uso y varios vecinos que siguen trabajando con las abejas y extrayendo esa miel dulce y sana. Hasta donde yo sé, José el antiguo guarda de los montes, Mario y Aurelio, mi padrino, hacen miel y la venden, de calidad y a buen precio los tres. Es un trabajo delicado y laborioso, que ahora está regulado hasta la última abeja y que se enfrenta a problemas como la muerte aún sin una explicación fehaciente de los animales (aquí hablamos de ello) o la invasión de especies como la abeja africana que acaba con las autóctonas.

Las fotografías son un pequeño repaso de algunos colmenares, actuales y en uso y alguno antiguo, que me he encontrado en mis paseos por Ayoó y alrededores.


Antiguas colmenas, ya abandonadas en la zona de la Peña de San Mamés.






Las colmenas estaban hechas con un tronco vacío de árbol y tapadas con una laja de madera.



Las colmenas de mi padrino, con Oier posando con la máscara de apicultor.


No son neveras viejas, según me explicaron, eran unas rudimentarias colmenas aprovechando viejos electrodomésticos. Ahora estaban abandonadas.

Colmenar en Congosta, muy cerquita de la zona de los barrancos.