También se iba con el carro cuando se llevaban a vender los cerdos de casa. Se cebaban uno o dos más de los que se dejaban para el consumo interno y estos se llevaban a vender.
En Riego de la Vega, entre La Bañeza y Astorga, había un matadero importante y allí se llevaban a vender los cerdos. El representante del matadero y con el que se negociaba, era un tal Don Pedro, que iba bien vestido, con su abrigo, sus guantes de piel, los legues. Comenzaba la negociación, que si el cerdo a 60 duros, que si a 50 duros la arroba... Cuando se llegaba a un acuerdo, Don Pedro marcaba al animal con una cruz y daba 50 pesetas de señal. Solía querer hacer el pesaje después de la comida y los que iban a vender, recelosos, comentaban que era para ver si en ese rato adelgazaban los cochos...
También se vendían animales a los asturianos, que bajaban de su tierra.
El mercado más importante de La Bañeza era el que se celebraba en La Concepción, en la festividad de diciembre. Era un gran espacio, una gran plaza, situada donde ahora están los institutos. Se iba con los cerdos, las caballerías, las vacas, el ganado...
Al pasar las vías del tren estaba la caseta del fielato, donde había que pagar un impuesto de entrada por todo lo que se metía en la ciudad, ya fuera una botella de vino.
Fielato en Cuatro Caminos, Santander (1889)
En La Bañeza había dos casas, la de La Josefa y la de La Ezequiela, más céntrica. “Les dábamos cinco pesetas por dejar allí las caballerías. Llevábamos paja o remolacha para que comieran en ese rato. Nosotros llevábamos comida de casa y la comiamos también allí. También nos servía para dejar las cosas que íbamos comprando o los recados que íbamos haciendo. Ibamos con un capazo para cosas pequeñas y para grandes, como azúcar, sacos de 50 kilos o fideos, sacos de cuatro o cinco kilos”, cuenta mi padre.
“Ibamos a vender alubias, estaba el almacén a la entrada y según aparecías ya venían los compradores a hacer las ofertas, que si a 5,5 pesetas, a un real más... lo normal era venderlas por unas 5 o 6 pesetas el kilo. Recuerdo que Tía Viviana sacó un año 5 o 6.000 pesetas de habas, que le arregló el año”.
A La Bañeza se iba a vender y también a comprar. Mi abuelo siempre llevaba una libreta con los encargos que le hacía la gente. Se llevaban prendas a teñir, medias, jerseys, refajos... Se iba a teñir a una tintorería que se llamaba Moisés. Allí te daban un vale para luego recoger las prendas
Otras compras que hacía mi abuelo: compraba un fardo de bacalao, que tenía unos 50 o 60 kilos y lo iba repartiendo con otra gente del pueblo, cada uno pagaba su parte.
También se compraban cajones de escabeche, cajones de madera que tenían latas de kilo, 12 o 16, que se repartían por las fardelas.
El aceite iba en botijas de cinc de 15 kilos, con un tapón.
También se compraba la ropa. Cuenta mi padre que “mi primera gabardina fue una que compré allí, por 500 pesetas. El primer traje lo compré en Santibáñez, donde Castaños y me costó 600 pesetas. Recuerdo que a Marina su madre le decía: ay, Marina, anda hija, que hoy vales 500 peseticas más por el abrigo nuevo que llevaba”.
2 comentarios:
Manolo
No cave duda que tienes unos buenos maestros, no se si tienes mas, pero yo que lo viví,esta todo incluido el nombre de las posadas, Felicita las fuentes.
A las fuentes... ya sabes dónde encontrarlas, jaja... en la calle Casillas!!!!! Mi tarea solo es apuntar, preguntar, ordenar, redactar y buscar alguna foto alusiva... es decir, el trabajo de oficina. Lo demás, en la cabeza de las fuentes.
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