29 de marzo de 2013

Tejados de ripia

Vieja casa en la calle de la Iglesia.
Era de la Ti Ana María y ahora
es de Antonia, la de Justi.

Los tejados de ripia eran los que se usaban para techar las casas del pueblo, los que aún podemos ver en las construcciones más antiguas, las viejas casas de barro que aún se mantienen en Ayoó.


La ripia eran las ramas de jaras o urces con que se tapaba el tejado antes de cubrirlo con las tejas. Como yo de construcción y de cómo se hacían las cosas no tengo mucha idea, cito a Joaquín que en su blog, aquí,  explicaba estupendamente cómo se construían los tejados:


Sobre la estructura de madera de las cerchas o burros y correas o tercias se colocaban las latas, (que nada tienen que ver con las conservas), que son delgadas ramas, generalmente de pino, colocadas siguiendo la inclinación del tejado desde el cumbrero, o tercia que divide las aguas del tejado, al alero, donde éste voladizo evita que el agua se vierta encima de la pared. (...)

Casa del Ti Saturnino, en el Caño, junto a nuestro huerto.
Encima de las latas extendían una capa de varios centímetros de ramas de jara, o más raramente urz, llamada ripia, y ya sobre ésta, asentadas con barro, las tejas. (…)

Tejado de un corral de Peñacabras.


Otra imagen de la casa de Antonia
en la calle de la Iglesia
Estos últimos, los tejados, sobre todo los de más de 100 años, se mantienen indemnes si se ha tenido la precaución de recorrerlos, que así se llama la acción de limpiarlos y quitarle las goteras, cada media docena de años. Con asombro se suele descubrir al escombrarlos que las puntas o los clavos para unir las maderas que conforman su estructura son pocos o nulos. La mayor parte son ingeniosas uniones de madera con madera, y en el resto retorcidos encaños de pajas de centeno sin semilla, enriados para permitir flexibilidad, manteniendo sus cualidades en el tiempo. (...)






También en la página web de Uña de Quintana se explica cómo se hacían estos tejados:

Restos del tejado en la casa del Ti Saturnino.
El tejado se hacia de madera cubierta de tejas colocadas sobre la ripia, cobertura de jaras o de urces, lo que constituía el único y muy débil aislamiento.
De una a otra pared se colocaban las vigas de aire, sobre las cuales se clavaban los caballetes en forma de triángulo, que daban al tejado la inclinación deseada. De uno a otro de los caballetes se colocaban las Tercias (palos de madera de unos 10 cm de espesor) y encima de éstos, la ripia. El tejado se terminaba con las tejas
( Retejar) y cuando la obra estaba terminada, había costumbre de colocar el Ramo, un ramo de flores salvajes, símbolo del objetivo alcanzado.



El tejado de ripia se dejaba al aire por la parte de dentro de la casa, lo que era bastante poco limpio. Como recordaba Alberto Alonso de su niñez: “dormíamos en el cuarto del trigo pero cera tejado de ripia escarbaban los pájaros y nos caía el barro en la cara”.

Techumbre de uno de los molinos que quedan en Congosta.


Así, la modernidad llegó cuando se cubrieron los techos con la tabla de chilla, que es la que se ponía en el enlucido. Mi padre recuerda que mis abuelos fueron de los primeros en poner la habitación enlucida, con la tabla de chilla “agargollada, con rebajes, para hacer más bonito.



En las vigas que sujetaba este techo, al menos en la casa de mis abuelos, había puntas de las que se colgaban racimos de uva que se iban desecando, pasando y que se podían comer durante bastante tiempo.


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