Hace unos días, en una de mis búsquedas por internet, fui a dar con un blog de Aurelio Mena Hornero. Este hombre ha sido profesor de instituto - ahora ya está jubilado- y en los años noventa se le ocurrió que una buena forma de que sus alumnos entendieran la historia de verdad era que hablasen con sus mayores: "para que entendieran la continuidad del tiempo histórico con el tiempo de la vida, para que valoraran su presente en relación al pasado, les propuse un cuestionario y les pedí que entrevistasen a sus abuelos".
El resultado de ese trabajo, titulado "La Guerra de Nuestros Abuelos", lo ha volcado ahora en un blog titulado "Memorias de un tiempo de horror y muerte". Allí he encontrado este texto que paso a transcribir, en el que un alumno del profesor Mena cuenta cómo fue la guerra en Ayoó y cómo era la vida cotidiana en tan difíciles momentos, tal y como se lo contó su abuela.
VIVIAN TRABAJANDO MUCHO Y COMIENDO POCO
Cuando estalló la guerra en 1936 mi abuela Pilar solamente tenía cinco años, por lo que no puede acordarse de muchas cosas, aunque sí de los aspectos más elementales de la vida que llevaba y también de cosas y hechos que le han contado.
Tenían diversos toques de campana
Entonces mis abuelos eran pequeños y sólo acompañaban a sus padres al campo o jugaban a los "cartones", con cajas de cerillas, y al "pitón" con chinas. Sus bisabuelos y abuelos labraban el campo con arados de madera y con animales, caballerías y vacas, y tocaban las campanas para que la gente fuera con las vacas.
Tenían diversos toques de campana o trompeta que se hacían para llevar las cabras al monte o las vacas, los caballos, etc. Toque de misa, toque de procesión, toque de Calvario, toque de ánimas, toque de muerte de niños, toque de muerte de mayores, toque de concejo, toque de fuego, toque de la vacada para arriba, toque de la vacada para abajo, toque de la vacada para Valseco, toque de la yeguada... Con un cuerno se llamaba a los dueños de las cabras para que salieran a la calle y se tocaba para llevar los caballos, la yeguada, al monte.
Tenían diferentes toques, por ejemplo diferenciándose en las veces que tocaran: si tocaban tres, se subía y si tocaban seis se bajaba.
Utilizaban molinos de agua
Segaban a mano con la hoz. Era un trabajo muy cansado que requería levantarse muy temprano y permanecer en el campo con muy poco descanso hasta que anochecía. Después de cortados, se limpiaban el trigo y el centeno al aire libre y luego se cribaba con cribas de alambre o de piel, ya que no había maquinas para ello, hasta después de la guerra no las hubo.
En el campo utilizaban molinos de agua para moler, que de viento no había allí.
Iban de otros pueblos a matarlos
En Ayoó de Vidriales (Zamora) había un juez, un fiscal, un alguacil por las calles, para dar los avisos a las casas y a la gente [sic], y un pregonero, que tocaba un cuerno anunciando lo que se debía hacer o se había decidido.
El alcalde del pueblo era de derechas, incluso mi bisabuelo José, al que yo conocí de pequeña, fue alcalde después de la guerra y antes había sido juez.
En Ayoó de Vidriales (Zamora), el pueblo de mis abuelos, había más gente de derechas que de izquierdas. Y mataban sobre todo los de derechas a los de izquierdas, también al revés, pero los de derechas eran los que más fuerza tenían y eran más numerosos.
Además iban de otros pueblos a matarlos, por ejemplo, los habitantes de Santibáñez de Vidriales, un pueblo cercano a Ayoó de Vidriales, y mataron a un familiar de mi abuela, su tío Nicolás.
Mi bisabuelo era de derechas, pero no fue a la guerra. El tío de mi abuela en cambio era "rojo" y durante la guerra estuvo mandando en la izquierda por un tiempo.
Cuando empezó a mandar Franco, los de derechas iban matando a todos los de izquierdas y murió mucha gente.
Habían matado a gente del pueblo y murieron militares que conocían en la guerra. A un tío de mi abuela le cortaron una mano los de derechas.
Trabajando De Sol A Sol
La Guerra alteró la vida diaria de la población y, en concreto, la de mi abuela, porque no tenían casi para comer y cuando tenían un poco más de comida, mucho trigo o hacían matanza, venían los guardias y se la quitaban para dársela a otros.
Las mujeres tenían que labrar la tierra y hacer lo que eran las tareas de los hombres, porque sus maridos estaban en la guerra, incluso las muchachas desde los catorce años ya tenían que hacerlo. Los niños se quedaban en casa, pero también tenían que llevar a cuestas a algunos con ellas para arar u otras tareas. Las mujeres tenían que amamantar a sus hijos hasta que tenían dos años o más, ya que no tenían para darles de comer.
Se tenían que pasar todo el día trabajando de sol a sol, desde que amanecía hasta que anochecía e incluso a veces se tenían que levantar a las tres o cuatro de la madrugada para ir a acarrear (transportar en carro) el trigo, el centeno...
Durante el recreo iba a echar patatas al pote
De los seis a los catorce años los niños iban a la escuela y el que más sabía se ponía el primero en la fila, mi abuela llego ponerse la primera. Pero a los catorce años acababan la escuela y tenían que ir a trabajar al campo.
Mi abuela tenía que ir a casa durante el recreo a echar las patatas al pote. Entonces no se comía como ahora, que la comida no es un problema y podemos elegir, se comía de todo y, si a los niños no les gustaba la comida, se quedaban sin nada.
Tenían para comer tocino, pan, cebolla, alubias del campo... pero siempre en poca cantidad. Y además Franco racionaba la comida.
Comían lagartos asados
Había solo dos comercios en Ayoó de Vidriales y en la tienda de ultramarinos, donde se compraba el azúcar, el aceite..., lo vendían todo por raciones, según las personas que hubiera y solo podías comprar la ración que te tocara.
Las madres tenían que vender los huevos y los jamones para comprar ropa y comida. En un caldero de tres patas cocinaban patatas con tocino y ya no tenían que echar el aceite porque el tocino hacía su función. Incluso hacían chorizos de patatas y comían lagartos asados. Otras veces, por ejemplo en el campo, comían un trozo de pan en el que ponían cebolla y pimientos, si tenían, y alguna vez un cacho de tocino. Cuando iban a sembrar llevaban un poco de pan, tocino y uvas normalmente.
Si matabas un cerdo, había ocasiones en que te lo quitaban para dar de comer a los militares.
Cocían la ropa para matar los piojos
Las mujeres, por las noches, tenían que hilar, que entonces decían "filar", lino y lana para hacer mantas, jerséis, calcetines, medias, refajos y demás ropa, porque no tenían para comprarlos.
Cuando los hombres iban a la guerra, las mujeres y los niños iban a despedirlos al monte. Cuando los militares venían de permiso, volvían llenos de piojos y tenían que cocer la ropa en calderos con agua hirviendo para matar los piojos. Entonces había mucha miseria y no había lejía, ni polvos para lavar, sólo jabón y agua.
Todos comían de una cazuela, porque no había platos
El final de la guerra, cuando la guerra acabo, que ganó la Falange, la derecha de Franco, mi abuela y otra gente del pueblo quedaron contentos porque hubiese acabado, pero a la vez desolados por toda la gente que había muerto.
En las calles de los pueblos y Ayoó de Vidriales hacían arcos de flores y hierbas para celebrar y festejar el fin de la guerra. Pero todo quedó muy arruinado.
Mi abuela vivió mal el final de la guerra. Todo lo daban a ración, durante un tiempo se siguió dando a ración, y había que comer poco, por lo que mi abuela pasó algo de hambre. Comían fríjoles, pimiento y cebolla, y dejaban un cacho de tocino para la merienda y el pan que comían estaba muy duro, casi no se podía comer. Comían en una cazuela, todos de ella, porque no había platos. También hacían sopas en vino con el pan duro y amasaban el pan en casa para unos quince días.
En época de fiestas, tocaban al baile con una pandereta y, cuando no tenían, con un caldero. En el día de Todos los Santos se hacía una comida y luego se sorteaban los chicos y chicas que se habían de emparejar.
La gente caminaba cientos de kilómetros en época de cosecha
Venía un tendero a vender telas, aunque la mayoría lo usaban de lana, que a veces teñían de negro, y las telas que las mujeres hacían hilando.
Cuando mi abuela era niña, tenía que ir a labrar, segar y trillar, etc., e iban con unos zuecos o chanclos, que tenían herraduras de hierro por abajo. Iban con la hoz a segar a Tierra de Campos, por Valladolid y Palencia, para ganar algo de dinero, pero ganaban muy poco.
Antiguamente tenían la necesidad de subsistir y eso obligaba a la gente a caminar cientos de kilómetros para aprovechar los trabajos temporales que se ofrecían en época de cosecha por poco más que la comida diaria y a costa de abandonar a la familia durante semanas.
Los domingos los hombres iban a las cuevas, las mujeres se quedaban en casa y los hijos iban al baile y volvían a las diez para atender las cabras y las ovejas.
Hasta que empezó la emigración
En la posguerra vivían trabajando mucho y comiendo poco, un poco mejor que cuando la guerra, ya que por lo menos no había guerra, pero los primeros años de la posguerra no les llegaba casi para comer a pesar de tener animales y tierras, e incluso vendiendo jamón de la matanza de los cerdos para comprar tocino y comiendo frutas y verduras. Durante la posguerra siguieron racionando la comida durante mucho tiempo.
El día de fiesta se mataba una oveja o una cabra para comer y en Nochebuena cocinaban dos potes que llenaban de berzas, huesos, etc...
Fue mejorando todo poco a poco pero tardó bastantes años, hasta que empezó la emigración y entraba un poco más de dinero. La hermana de mi abuela se fue a Alemania y pudo ganar un poco más de dinero para vivir un poco mejor.
Lo que mi abuela desea es que aquello no vuelva a pasar por toda la gente que murió y porque se pasaba mal teniendo que trabajar mucho y comer poco.
N. Á. P., curso 2002-2003
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