1 de diciembre de 2021

Las nuevas coplas de Vasallo (1)

Una de las cosas más curiosas que me ha ocurrido con el blog fue dar con una imagen desconocida para la propia familia. Hice una entrada sobre un ciego que iba cantando coplas por los pueblos. El era conocido como Vasallo, Joaquín de nombre, y venía con una mujer que yo pensaba que era su esposa pero resultó ser su hija. 



La fotografía la encontré en una página sobre Galicia que ya ni existe. Yo la puse porque le venía bien al tema, pero la casualidad hizo que la vieran sus familiares y reconocieran a la pareja. Me escribió su bisnieta, Rosa María y  también otro bisnieto, Benito Pérez Ferrero. Incluso identificaron a los hombres que están por detrás de ellos, que eran otros vecinos de San Esteban (Aquí está el enlace de este post y aquí el original, donde apareció por primera vez la historia y la fotografía). 

De esto hace ya más de diez años. Al cabo del tiempo, hace unas semanas, Benito se puso en contacto conmigo de nuevo y me comentó que había hecho un pdf con una pequeña historia de su bisabuelo y una de sus lazarillas, al estilo de los coplas que él cantaba en aquellos años. En el texto se cuenta una de sus caminatas desde San Esteban de Nogales, su pueblo, a Alija del Infantado. Es un documento extenso, lo voy a ir publicando en dos o tres post. Ha salido todo de la cabeza de Benito Pérez Ferrero, el bisnieto, que se ve que algo de la gracia para componer estas narraciones orales antes, escritas ahora, ha heredado.

DE CIEGOS Y LAZARILLAS

Son los caminos oscuros, cerradas las sendas;

los pasos, cada instante, son solo tropiezos.

Sueño con la luz, con verla, que al menos comprenda

el porqué del dolor del cada día que empiezo.


Empezar sin colores no es empezar el día,

pero ahora sé ver de otro modo todas las cosas.

Ya siento, ya huelo las penas, las alegrías

y a tu lado, lazarilla, la vida es hermosa.


Todas las rutas tienen un sabor diferente.

Puedo describir el mundo agarrado a tu mano,

distinguir sin dudarlo las voces de la gente

y decir el nombre de las calles que pisamos.


Pregúntame, si quieres, dónde hay algo escondido.

Verás cómo mi respuesta es siempre atinada.

No necesito mirar, solo pienso y lo digo;

lo sabe, todo lo intuye mi vista apagada.


Ahora ya veo lo injusta que fue la vida

contigo, lazarilla, mi guía por el mundo.

Tu brazo dispuesto, tu mano siempre tendida

para mi la tuviste sin faltar ni un segundo.


Tu infancia solo fue lo que yo necesitaba,

un camino tras otro para buscar sustento.

Bien me condujiste, aunque, a veces, me engañabas,

pero eras aún niña de inocente pensamiento.


Cuántas como tú, mujeres, ha habido en la sombra

luchando sin descanso en oficios y trabajos,

anónimas mujeres que casi nadie nombra

que dieron lo que tenían por pan o un atajo.


Sí, fueron panaderas, modistas, molineras,

incansables segadoras, reinas del sombrero

de paja, pañuelo al cuello, cruz en la pechera,

de la hoz y del botijo fresco y jornalero.


Aguadoras de la dura vida de la siega,

recaderas de alpargarta rota y poca suela,

las primeras para ayunar cuando el pan no llega

las últimas para los libros, para la escuela.


Recogedoras, lavanderas y costureras

de los rotos de cada día, de lo que falta,

zurcidoras de miserias, raudas recaderas

de engaños que van a misa con la frente alta.


Mujeres olvidadas adrede, escondidas,

ocultas tras mil tareas, trapos y pobrezas,

y niñas sin infancias, o rotas o perdidas

como tú, lazarilla. Pregono tu grandeza.


2 comentarios:

Carlos Alonso dijo...

Seguramente mi padre (Joaquín Alonso) o sus padres (Narciso y Matilde) y hermanos lo conocieron.

IRM dijo...

Seguro Carlos, era muy conocido.