31 de julio de 2013

Recuerdos de Alberto Alonso (1)

Cuando voy en verano al pueblo suelo pararme a hablar con mi vecino y primo Alberto Alonso. Vive a unos pasos de mi casa y suele estar al fresco delante de su puerta. Ahora ya las piernas y los problemillas de salud le mantienen más quieto, pero ha sido un hombre que no paraba, con mil oficios y ocupaciones, monaguillo, carpintero, albañil, labrador... A Alberto le gusta la charla y con su hablar pausado te va desgranando recuerdos de su vida, de su mili en Medina, su emigración a Bilbao y más tarde a Francia, la vuelta el pueblo, su mujer, Pilar, sus hijos... Hace un tiempo me contó alguna de estas anécdotas, algunas ya las he ido publicando en el blog y aquí va otra tanda de ellas, como regalo de cumpleaños, que en verano Alberto llegará a los 87.


Alberto fue monaguillo entre los 4 y los 21 años, hasta que se fue a la mili. También todos su hermanos pasaron por la Iglesia, ya que vivían en la casa que está justo al lado, la que ahora es de Elisa y Cecilio. Alberto es hijo de Anastasia, hermana de mi abuela, casada con Guillermo, padres de Isaías, Alberto, Felipe, Germelina, Guillermo y Elisa. Como curiosidad, Alberto me contó que su padre, el Ti Dionisio, estuvo aproclamado con una joven del pueblo, creo que hermana de Lucas pero murió de la gripe del 18 tras haber hecho ya la segunda proclamación.

“Cuando yo empecé era tan pequeño que no llegaba a cambiar el misal de un lado a otro (ahora está fijo). Se hacía durante el entroito, cuando los feligreses hacen las peticiones al cura, y yo era tan pequeño que no llegaba y lo tenía que hacer el cura”.

“Cuando don Ezequiel se rrodillaba teníamos que cogerle la casulla y se la subíamos para que no la atrapara con los pies. Nos poníamos debajo del altar, que ahora está de otra forma y allí, acurrucados, lo hacíamos”.


“Había catequesis toda la primavera, pasado el frío del invierno. Todas las tardes, hasta junio que se hacían las comuniones, con 9 o 10 años”.


“Ponían un día de confesión, el sábado y los monaguillos teníamos que coger el nombre de los que no iban a confesar”.


Alberto es muy crítico sobre lo que él veía en Ayoó en aquellos años: “En San Pedro y Carracedo estaban más adelantados, tenían más cultura, pero aquí eramos muy zoquetes”.


A los 21 años, Alberto se fue a hacer el servicio militar, algunos de los recuerdos de aquellos años ya los contamos en este artículo: http://elblogdeayoo.blogspot.com.es/2011/11/historias-de-la-mili-el-dia-mas-feliz-y.html



Entonces la mili duraba nada menos que dos años y como en otros ámbitos, hecha la ley, hecha la trampa (¡qué español es este concepto!), el que podía intentaba sacar el mejor destino. Así contaba Alberto que tío Dionisio, su padre, tenía un amigo al que se le llevaban chorizos y un jamón y favorecía para que los chavales hiceran la mili en Astorga. “Era el recaudador de impuestos del pueblo y él decía que antes de que entrasen en la caja les podía pedir destino. Yo no quise, no me parecía bien y dije que donde tocara tocaba”. Le tocó en Medina del Campo, como ya contamos en este otro post, aquí, lo que él recuerda como años felices en su vida.

Allí estuvo con un primo de San Pedro y eran tan inseparables que les conocían como “los mellizos”:
Había un sastre en San Pedro de la Viña y mi tío Cipriano era algo familia. Daciano, un primo, iba recomendado por ese sastre para que fuera a Zamora o Astorga, por venir a casa. Cuando yo estaba en Medina, cuando yo entraba, él que salía de la caja de reclutas (era una casa donde daban los destinos) y me dijo que iba a Medina, que iba recomendado por su tío el sastre. Nos destinaron al mismo sitio, dormíamos en el mismo lugar, salíamos juntos del cuartel... y gracias a mi le pusieron de asistente al teniente. Nos llamaban los mellizos. Solíamos ir a la casa del tío de Pilar la de Feliciano, el señor Vitorio, que tenía el bar.

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