Ayoó es famoso por sus fuentes y manantiales. Unas nacen de forma natural y las personas las han ayudado facilitándoles un lecho de piedras o encañando el agua en fuentes más formales. Pero en ocasiones ha sido necesario buscar el agua y sacarla a través de los pozos que pueblan las tierras circundantes a Ayoó. Hay muchos pozos, como el de las Fontanas, el del Coito, el del Robedillo... “Las obras para hacer los pozos -recuerda mi padre- las pagaban los de las fincas de alrededor, el que más metros tenía, más pagaba”.
El Pozo del Robedillo es el que está
entre las viñas, antes de llegar a las cuevas y del que mana un buen
chorro de agua, buenísima. Mi padre rememora cómo se hizo: “Tendría
yo como 13 o 14 años. Se empezó el trabajo en un piquín de tierra
de la madre de tío Ismael, que la dieron para hacerlo. Ponían
cuatro maderas y se iban apoyando allí, profundizando con un palo,
le dábamos a la bomba e iba la broca metiéndose. Todo se hacía a
base de maña”.
Lavando lechuga para la merienda en la cueva... |
...bebiendo agua... |
... y llenar el botijo. |
“También vi como se hacía el pozo del Coito. Se iba metiendo agua por un lado y por otro un tubo sacaba la tierra. Con una punta de acero el palo profundizador y otro tubo sacaba la tierra y la bomba iba desalojando el agua que salía, todo a pura fuerza. El pozo del coito lo abrió Germán, el pocero de Villamontán de la Valduerna”.
Mucho jugué yo de pequeña en los
alrededores del pozo, que estaba cerca de las eras de Pedro Simonín
y yo estaba por allí con sus nietos. Siempre me decían en casa que
cuidado con él porque salía el agua tan fría que luego daba dolor
de tripa. Ahora queda escondido junto al caño hecho durante la
concentración, a los pies de una finca, entre arbustos y zarzas,
roto el tubo, remendado pero con un chorro de gran fuerza que lanza
litros y litros de agua potable cada día.
Junto al pozo del Coito había un pilo de piedras y por detrás tenía una seve (una muralla de leña sujetada con tierra, que servía de parapeto para protegerse del frío) para que quedara más abrigado. “Iban allí porque no había sitio en los demás pilos del pueblo, se llevaba la ropa en talegas a cuestas o en caballerías. Allí se sabían todas las noticias, todos los cuentos”.
A pesar de los acuíferos que pueblan el subsuelo de Ayoó, también hubo algún fracaso, como en La Carvica, donde intentaron hacer un pozo y no salió agua.
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