Junto al pequeño retablo que encontramos en el lado del Evangelio de la Iglesia (la izquierda desde la puerta), encontramos una tumba que se hizo más presente tras el arreglo de la Iglesia en el año 1995. Antes, el suelo de la Iglesia estaba más levantado y no se distinguía apenas del resto de losetas. Tras el arreglo, quedó bien claro que era una lápida y aún se estudia de quién. Entonces se publicó esto en el periódico La Opinión de Zamora: Tras la última reforma de la parroquia de San Salvador apareció, al rebajar el suelo, un curioso enterramiento. Se ignora a quién pudo pertenecer, pero la regidora (la entonces alcaldesa, Sofía Tostón) está convencida de que alberga los restos de «alguien importante», ya que la estructura es de piedra negra, una variedad que no existe en la zona. Además, tiene una gran magnitud y dos escaleras de acceso. Junto a él se descubrió un cráneo y varias monedas que fueron trasladadas al Museo Provincial de Zamora.
En el anuario 1996 del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo se recogía un escrito de la arqueóloga de la Junta de Castilla y León, Hortensia Larrén Izquierdo sobre la excavación del sepulcro encontrado en la Iglesia del pueblo. Esta es su transcripción:
EXCAVACIONES DE DOS SEPULCROS:
EL DE LA IGLESIA DE SAN SALVADOR DE AYOÓ DE VIDRIALES Y EL DE LOS CASTILLA-FONSECA EN SAN LORENZO EL REAL DE TORO
HORTENSIA LARRÉN IZQUIERDO
La documentación arqueológica de los sepulcros de los «Castilla-Fonseca» de la iglesia de San Lorenzo el Real de Toro, y del anónimo —en lo que conocemos—de la iglesia de San Salvador de Ayoó de Vidriales, nos lleva a hacer esta reseña común a pesar de las obvias diferencias existentes entre ambos. Ni los aspectos históricos, artísticos o geográficos constituyen un nexo común, pese a ello, y siendo plenamente conscientes de tales circunstancias, parece oportuno dar a conocer unos resultados —individualizados y particularizados— de lo que ha sido un trabajo derivado de las actuaciones paralelas y obligadas llevadas a cabo en sus contenedores, cual es el trabajo realizado con metodología arqueológica de los citados sepulcros. Por ello, y a pesar del epígrafe común, las diferencias son evidentes, circunstancia que si no fuera por el hecho en sí de su documentación realizada en un encuadre temporal, nada tendría de unificador.
Hechas estas observaciones preliminares, el trabajo de síntesis para cada uno de ellos se expone a continuación de forma individualizada, dadas las diferencias evidentes que a cada uno de ellos les caracteriza. Pese a estas divergencias materiales, es cierto que en ambos confluyen concomitancias evidentes: el uso de un edificio cultual al que se le destina un espacio concreto como enclave funerario que, dentro del ámbito edilicio, es importante de cara a las manifestaciones derivadas de la liturgia. La manifestación artística de estos elementos monumentales pueden llegar a competir, de forma evidente, con el entorno en el que se ubican tan sólo utilizando materiales esculpidos de materia prima distinta a la preexistente —caso de Ayoó—, bien reconstruyendo un espacio que, además de cobijar los cuerpos de sus benefactores, sea llamativo en el entorno que es acogido por maestría artística dentro de las «modas» de su tiempo —sepulcro de los Castilla-Fonseca—. Y, por último, no puede olvidarse el aspecto económico, sin duda fundamental para el mantenimiento de la parroquia o capilla dentro de ella, en la que el pago de exequias, misas, novenarios, etc., son ayudas inapreciables para el mantenimiento final del edificio.
Sin entrar en estos aspectos, bien evaluados por los historiadores en sus análisis de rentas y de fábricas de los distintos edificios, la percepción a través del conocimiento material de estos monumentos no siempre es llamativa. Por desgracia, las aperturas «históricas» de los sepulcros, el traslado de los «cuerpos» o las intervenciones arquitectónicas más o menos acertadas, nos llevan a concluir hipótesis pobres y, en la mayoría de los casos, manipuladas, con problemas de identificación referidas tanto a los «esqueletos» que se exhuman, como a las condiciones a las que han llegado a nosotros.
EL SEPULCRO DE LA IGLESIA DE SAN SALVADOR DE AYOÓ DE VIDRIALES
Ayoó de Vidriales se localiza al norte de la provincia de Zamora, siendo su término municipal límite con la de León. En la actualidad es cabeza de municipio, reuniendo su término además de Ayoó, los lugares de Carracedo y Congosta.
El núcleo de población ofrece un hábitat disperso, organizado en torno a dos vías principales y acomodado a la topografía del terreno, lo que motiva su asentamiento en dos terrazas. La iglesia parroquial de San Salvador, se sitúa en la inferior de estas terrazas, prácticamente aislada del núcleo de población en su lado oriental ante un frondoso espacio conocido como «huertas de la fuente». Es este edificio, junto al conocido «castillo» —en realidad una torre fuerte tardogótica, cuya reciente restauración ha supuesto un importante menoscabo de la misma y que no ha merecido ninguna consideración en recientes trabajos de castellología provincial (LOBATO, 1997)—, son lo más representativo del lugar arquitectónicamente hablando, sin menospreciar la habilidad con que están ejecutadas las viviendas y corrales, hechos con su basamento y esquinas de mampostería y encofrados de tapial, así como sus características chimeneas.
I. 1. Breve descripción de la iglesia y motivos de la intervención
La iglesia de San Salvador presenta planta rectagular con una sola nave y cabecera con testero recto, de planta cuadrada más estrecha que aquélla y, en altura, ligeramente más alta. En su lado sur se adosa una pequeña sacristía construída, según la inscripción que reza en el dintel de su ventana, en el siglo XVIII. En los pies se sitúa una llamativa espadaña o torre de campanas, a la que se accede por una escalera situada en el lado septentrional desde la terraza superior a la que antes hacíamos referencia, creando un amplio arco apuntado, a modo de arbotante, bajo el que discurre una calle.
La comunicación con el exterior se realiza a través de dos puertas, una abierta a los pies y cobijada por una amplio arco de grandes dimensiones, gemelo al del acceso del cuerpo de campanas y otra localizada en el muro meridional, de arco de medio punto doble, posiblemente contemporánea a la sacristía.
Construido el edificio en mampostería concertada de piedra del lugar, con anchos llagueados de cal, aparece recorrida en todo su perímetro por contrafuertes —tres en los muros de las naves y uno en cada una de las esquinas de la cabecera— dando una imagen amazacotada. La sillería está reservada a los accesos, arcos formeros y al cuerpo superior de la torre, el cual se hace más ostentoso por el uso de sillares de granito, de gran tamaño y bien escuadrada.
El interior responde a una organización austera a base de un arco de triunfo que separa la cabecera del cuerpo y tres pares de arcos formeros con pilastras que configuran la estructura de la nave; éstas últimas se decoran con molduras simples, rematadas con un sencillo capitel mensulado del que partirían, en origen, los nervios de la bóveda hoy desaparecida.
En los paramentos exteriores es posible identificar sendos vanos cegados de antiguo —muro meridional—, así como algunas ventanas con derrame interno que nos hablan de distintas intervenciones en el edificio.
Es evidente que ni la iglesia ni ninguna de las construcciones urbanas ha despertado interés en la erudición bibliográfica, si no son las llamativas y, cada vez más escasas, chimeneas. A ello tan sólo hay que ponerle la excepción de su topónimo y las dos bellas columnas de traza mozárabe, hoy en el Museo de los Caminos de Astorga, los únicos elementos que relacionan el lugar con la fundación del monasterio mozárabe de «San Fructuoso de Agegio» citado en las fuentes escritas en el año 940 (GóMEZ MORENO, 1927:318-319; REGUERAS, 1990:67; CABALLERO, 1995).
Esta iglesia fue objeto de un proyecto de restauración a través de la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León que tenía como fin la intervención en las cubiertas del mismo. Posteriormente se inició una intervención que afectaba al cambio de solado del edificio, lo que supuso la aparición de evidencias arquitectónicas que requerían una documentación arqueológica, en especial un enterramiento existente a los pies de uno de los retablos situado entre los dos primeros pilares del muro septentrional, cuya advocación se desconoce, configurando, como se pudo confirmar posteriormente, una capilla funeraria, procediéndose a su excavación arqueológica el día 31 de julio, con la colaboración de la empresa adjudicataria y la técnico Mónica Salvador Velasco.
I. 2. Estructuras preexistentes y excavación de la capilla funeraria
Derivado de la intervención arquitectónica, el suelo fue levantado en su totalidad, siendo imposible identificar cualquier nivel del mismo, llegando incluso a comprobarse que los retablos existentes en los ángulos septentrional y oriental de la nave aparecían «colgados». Esta circunstancia, unida al hecho de que todo el espacio interior de la iglesia había sido rellenado con morrillo y cemento hacía
muy difícil, sino imposible, la percepción de posibles niveles arqueológicos, a excepción de los claros restos de una cimentación anterior a la construcción del edificio actual, localizados en la embocadura de la nave, en su ángulo septentrional.
Esta se corresponde con los cimientos de una posible habitación de la que tan sólo se ha podido ver su ángulo suroccidental exterior, ya que sobre él se apoya la cabecera y muro septentrional de la nave del edificio actual. En el momento de nuestra visita se habían levantado todos los niveles que lo ocultaban y, en buena parte, le cubría la base del nuevo solado al que ya hemos hecho referencia. Por ello, tan sólo podemos decir que el cimiento estaba construído con grandes sillares de 50 x 70 y 57 x 70 cm (medidas máximas calibradas), unidos con argamasa de cal, y con cara al exterior, observándose un total de la estructura de 0,95 x 2,00 m. En el sillar que conforma el ángulo aparece un retalle circular de 20 cm. de diámetro, correspondiente quizás a un poste de construcción del edificio que sobre estos restos se asienta (Fig.1.l).
Es aventurado, a tenor de los escasos datos con los que contamos, hablar sobre su cronología y función, si bien existe otro elemento, aparecido y salvado de entre los escombros, de especial relevancia. Se trata de una ventana-celosía, muy fragmentada, trabajada en una cara de la que se puede ver lo siguiente:
Posiblemente rectangular, se conserva de ella su mitad derecha rota, a su vez, en dos partes. Tallada en bajo relieve con factura algo tosca, ofrece todo el espacio decorado, enmarcado por una moldura de 5 cm. de grosor. La parte superior, calada, conserva el arranque de dos hojas o pétalos de una roseta, mientras que la inferior, ciega, presenta un reticulado en el que se abren tres pequeños cuadrados paralelos entre sí (6,5 x 7 cm), de los que se conservan tres, que traspasan la placa. Sus medidas son: alto 74 cm y largo conservado 34 cm. (Fig.1.2).
Con esta pieza tres son los ejemplos que se conocen en la provincia: la procedente de Moreruela de Tábara (REGUERAS, 1990; Catálogo del Museo de los Caminos) y el hallazgo casual de «El Pago de la Huesa» en Cañizal (MARTÍN VALLS Y DELIBES, 1981; Caballero, 1995), donde, como en éste caso, desconocemos el contexto preciso, aunque sí relacionadas por los datos documentales con posibles fundaciones monásticas.
Además de estos restos se conserva en la iglesia el ya referido enterramiento que forma parte de una capilla funeraria de los siglos XVII-XVIII que, a tenor de la riqueza de la lauda sepulcral debió pertenecer a un alto dignatario, posiblemente civil. En principio, nada hacía sospechar que el enterramiento estuviera «in situ»; más bien parecía que la lauda había sido recolocada a los pies del retablo.
Ésta, hecha en una gran laja de pizarra, presenta un estado de conservación bastante regular, siendo imposible la lectura de su inscripción y la identificación del escudo que ocupa el tercio inferior de la misma y al que corona un yelmo con plumas. Sus medidas son: 207 cm de largo y 90 cm de ancho, distribuyéndose en él (FIG. 1) el cartel —74 cm— y escudo -128 cm, siendo legibles tan sólo las primeras letras de las siete líneas que componían la inscripción:
A/ PA/ SAL/ SI°/ LE/ LA/B Q y junto al yelmo M.
Una vez levantado el suelo se comprobó que, bajo él, aparecían dos peldaños de la escalera, hechos en piedra caliza, que permite el acceso al altar, en los que se encajaba el enterramiento, en ese momento ya perceptible la tumba o sarcófago, también de pizarra.
Iniciada la limpieza superficial ya fue posible identificar y definir el espacio objeto de documentación. Se trata de un altar-capilla funeraria, construída en un momento posterior a la iglesia, en la que ocupaba un lugar preeminente, adosado al cierre septentrional de la misma y frente a la puerta sur. Las modificaciones de los distintos suelos han supuesto la ocultación de más de 40 cm. de su base, para lo cual han ido levantando la lauda sepulcral según se producían aquéllas, de forma que, hasta el momento de esta actuación, se desconocían las características ornamentales y funcionales del conjunto.
Así, las pilastras que enmarcan el altar, hechas también en arenisca de la misma calidad que los peldaños, se asientan sobre boceles que, a su vez, encajan en un solado de baldosas rectangulares de ladrillo que delimitan el espacio del altar y del enterramiento, colocados sobre un potente relleno de tierra y cantos de río.
Como conclusión la excavación de este espacio sepulcral se puede decir lo siguiente:
1.Un nivel superficial que ocupa todo el espacio delimitado por los peldaños de acceso al altar, en el que aparecen piedras de distintas calidades y tamaños envueltas con tierra bastante suelta, que puede ser interpretado como el relleno de nivelación de los últimos solados. Ningún material arqueológico nos permite su aproximación cronológica.
2. Nivel de tierra suelta y revuelto, circunscrito al interior del sepulcro. Parece corresponderse a un paquete situado en el extremo occidental de la estructura, del que proceden dos calotas, una cadera y varios huesos largos, lo que implica claramente su remoción, traslado y aportación desde otro lugar funerario.
3. Enterramiento situado en el interior del sarcófago, correspondiente a un individuo adulto, perfectamente conservado, en posición de decúbito supino, con los brazos cruzados sobre el vientre y las extremidades inferiores separadas. Como característica a reseñar en su orientación E-W, es decir, en dirección contraria a la cabecera. Asimismo, llama la atención la conservación de algunos elementos orgánicos que formaban parte de la mortaja como es la «pasamanería» que ornaba el borde de la capa, gracias a la cual sabemos que se trata de una pieza trescuartos, que cubría al enterrado totalmente, cruzándose por delante y cerrada por un cuello de cuero. Por último, el único elemento de ajuar es un rosario que ha llegado a nosotros en muy mal estado de conservación (Fig. 1.3).
4. La tumba es de planta rectangular, conformada por grandes lajas de pizarra, enterizas las correspondientes a la cabecera y pies, mientras que los laterales son dos y tres piezas respectivamente. La lauda sepulcral, descrita más arriba, es de mayor tamaño que ésta, siendo claramente contemporáneas. Sus medidas son 189 cm. de largo, 56 cm. de ancho de cabecera, 63 cm.de ancho de pies y 35 cm. de profundidad.
El único elemento que nos ayuda a establecer una cronología del enterramiento es una moneda correspondiente a un resello de cuatro maravedís de Felipe IV (1621-1665) hecha sobre una blanca de vellón de Felipe II (FONTECHA Y SÁNCHEZ, 1968) lo que nos lleva a datar el conjunto en el siglo XVII, fecha que encaja perfectamente con las características del retablo y la lauda sepulcral.
(Fin de la transcripción del capítulo)
Lo cierto es que personas que estuvieron presentes en aquel estudio sobre el terreno de la tumba de la Iglesia no guardan buen recuerdo de cómo se hizo. Hablan de prepotencia y de falta de tacto con todo lo que allí encontraron y con las personas del pueblo que estuvieron presentes. “Pusieron los huesos todos juntos en una bolsa, cuando en la tumba habían aparecido formando un cuerpo perfectamente junto, estirado, con su ropaje. También le molestó que la cincháramos, que le pusiéramos un hierro alrededor de la piedra, aunque sin eso no era posile poder levantar la piedra sin romperla”.
8 comentarios:
Hola IRM: Antiguamente se enterraba a los difuntos dentro de la iglesia, no había cementerios, por lo que esa iglesia pede estar llena de tunbas, y esa sepuitura, pues puede ser de alguien importante. En mi pueblo(Lober) en un principio se enterraba dentro de la iglesia, por eso siempre y sobre todo las mujeres cada domingo en misa se ponían en el mismo sitio donde encendian las "Hachas". Las sepulturas son pequeñas, por lo que se cree que al enterrar, al difunto le cortaban las piernas, y se enterraba sin caja. Mas tarde se enterraba alrrededor de la iglesia, donde se podian ver sepulturas escabadas en la roca de poco más de un metro de largas. Más tarde aún se hizo un cementerio pequeño al lado de la iglesia donde se entrró hasta el año 1924, año que se construyó el actual.
Hola Gumaro... no soy una experta, pero creo que aquí no se han encontrado más enterramientos cuando se hicieron las obras en la Iglesia. Se supone, por los ropajes y la forma de la tumba, que fue un personaje relevante, tal vez dio dinero a la iglesia o así y por eso estaba allí enterrado. Pero todavía no se le ha identificado. Es curioso todo lo que puede enseñarnos un edificio, emblemático, eso sí, de la historia de un pueblo.
Gracias, como siempre, por estar tan atento.
Buenos y frescos días.
Estaba deseoso de ver este estudio realizado por doña Hortensia Larrén sobre el enterramiento de la Iglesia del Salvador en Ayoó.
Sabía de su existencia aunque nunca pude localizarlo.
Es una pena que nada aporte sobre la identidad o rango del "inquilino" del enterramiento aunque hay que reconocer que los datos arquitectónicos recogidos ponen de manifiesto lo singular de nuestra Iglesia.
Curiosa referencia a la torre del castillo, quizas alguien debería restaurar la legalidad de la construcción realizada sobre ella.
En cuanto a la última referencia que realiza sobre la gente que asistió al estudio " prepotencia y de falta de tacto con todo lo que allí encontraron y con las personas del pueblo que estuvieron presentes. “Pusieron los huesos todos juntos en una bolsa, cuando en la tumba habían aparecido formando un cuerpo perfectamente junto, estirado, con su ropaje." habría que destacar que doña Hortensia llega a los restos por comunicación de los vecinos alli presentes, que en todo momento fueron solicitos a cuantas cuestiones se les plantearon, que se empeñaron en restaurar una Iglesia olvidada por el resto del mundo (excepto ellos) y que solo cambiaron su actitud cuando fueron acusados de ignorantes, barbaros y vestias por las personas que realizaban el estudio. Quizas los prepotentes fueron ellos, quizas los que carecieron de tacto fueron ellos, quizas...
En cuanto a la existencia de mas enterramientos en la Iglesia, tengo que decir que los había. En una de las modificaciones de la solera, antigüamente tablada como recordaras, se retiraron varios enterramientos mucho menos llamativos que este (posiblemente de monjes del monasterio) y cuyos restos fueron trasladados al cementerio por orden del parroco del momento.
Un saludo
Interesante como siempre tu aportación... sabes mucho de la Iglesia eh? yo desconocía lo de los enterramientos que ya se habían encontrado.
Y una aclaración: lo de los prepotentes lo he puesto yo, quiero decir, que no forma parte del capítulo, que está transcrito en cursiva y ahora le he puesto un punto final para que quede más claro. El último párrafo es aportación mía, en virtud de lo que me ha comentado gente que allí estuvo, que los científicos iban un poco de sobrados... ya se sabe, ellos los listos y los del pueblo los palurdos. Espero que quede aclaro y siento la confusión.
Bueno es que yo tambien soy algo torpe. Entendí que el último párrafo correspondía al estudio y no a una opinión tuya.
Un saludo
He estado investigando un poco sobre el escudo que aparece sobre la lápida, parece ser que, según la heráldica, solo los reyes y los nobles tenían yelmos en el escudo.
Los reyes y grandes de España lo situaban mirando al frente, los nobles de perfil orientados a derecha o izquierda según fueran nobles de rango superior o nuevos nobles o bastardos hijos de un noble. No recuerdo en que dirección está situado este.
Por lo tanto el "inquilino" era un noble. Pudiera ser que fuera un monje o abad (más bien lo segundo) hijo de un noble; en aquellos años era común que los hijos pequeños de las familias importantes se entregaran a la Iglesia (así les iba).
Otra posibilidad mas romántica y que enlaza un poco con lo que nos han contado sobre los Templarios paseando por Ayoó, es que fuera un caballero templario. Unos años antes de la fecha aproximada del enterramiento (datada en el estudio) tuvo lugar la caida en desgracia de la Orden Templaria "cancelada" por el Papa Clemente VII (¿?), los líderes de la Orden fueron quemados por herejes y el resto de caballeros se refugiaron en diferentes monasterios y ordenes religiosas.
Miraré a ver si encuentro una foto mas nítida de la lápida y puedo contarte algo mas.... o mejor me acerco a verla y así pruebo algo de la matanza y ya te contaré, de la matanza y del escudo =).
Un saludo
Jopé, Trice, si que estás hecho un experto en estos temas!!! Gracias por tu aportación!!!!
Me he detenido en esta entrada.
Y me han resultado familiares algunas circunstancias:
- núcleo urbano de poca entidad, con iglesia.
- enterramiento de algún "personaje distinguido" en su interior.
- conocimiento, más por tradicón oral que documental, sobre el enterramiento. Bien es cierto que aquí, la lápida resultaba elocuente.
- suelos de madera en tiempos anteriores.
- enterramientos en los alrededores de la Iglesia.
Los recuerdos que me ha evocado esta entrada provienen de una zona bien distinta, en el Pirineo de Huesca. Carecen pues de toda relevancia para lo que se recoge en este blog que trabaja y mima Isabel.
Me ha llamado la atención la referencia a los Templarios que aparece en uno de los comentarios. La razón está en que del otro lado de la frontera,en los Pirineos, bajando hacia Sant Lary, hay una hermita de los Templarios, por ejemplo.
¡Qué de detalles insospechados, para mí!
Ha sido un placer leeros y está bien. me parece a mí, poder disfrutar de algún placer sencillo hasta cuando el día resultó sombrío.
Saludos.
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