Tras hablar de los médicos de Ayoó, alguien me recordaba que contase algo de un hombre que fue muy conocido en su puesto: el practicante don José, más conocido en el pueblo y espero no ofender a nadie, como José Patatrinca (andaba cojo a consecuencia de un accidente de moto). Estaba casado con una mujer del pueblo, Kika (se casó en 1959, lo recordaba mi tía Paulina porque fue un año después que su boda), hermana de Luis, el de Conce y vivió en la casa que ahora es la de Celia y Amancio, en El Canto. Tuvo seis hijos (Luis, Amparito, Manolo, Antonio y César y una niñita que falleció de pequeña) todos nacidos en Ayoó y que siguen manteniendo cierta relación con el pueblo, haciendo alguna visita ahora ya mayores.
Practicante es una persona con conocimientos sanitarios que se encarga de hacer curas, administrar los medicamentos recetados por el médico y poner inyecciones. Tras don José no hubo practicantes fijos en el servicio, hasta llegar Rosa, la actual profesional, que lleva 17 años en Ayoó.
Mi tía Paulina me contó parte de su trabajo: “Asistía a partos como una comadrona y trajo mucho niños al mundo en el pueblo entre ellos a tu primo Domingo que si no es por él, no nace. Venía atravesado y tardó mucho en nacer. Don José estuvo con mi tía, a su lado, 24 horas. Nació negro, lo azotó y se puso a llorar. "Me dijo, Paulina, que ya tenemos niño”.
Don José debía ser un tipo bastante particular y para muestra, una anécdota de su vida personal: Cuando nació Jose, el segundo hijo de Ascensión y Delfín (primo carnal de mi padre), eligieron al practicante como padrino.
En aquellos años, en la Cuaresma había una misa presidida por los curas de Ayoó, San Pedro, Santibáñez y Fuentencalada en la que había que confesarse y donde pasaba lista el sacristán. Para ser padrino se necesitaba la confirmación de que habías ido a esa misa y José no lo había hecho. Don Eleuterio le mandó llamar, “dile a José que si quiere ser padrino tiene que hablar conmigo”. El practicante dijo que no iba y el cura, que no le dejaba ser padrino si no se confesaba. Así que Delfín tuvo que buscar otro padrino para su hijo, responsabilidad que al final recayó en un cuñado suyo, Domingo.
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