28 de julio de 2010

Por la Chana de Osilga y El Ramajal

Como se nos había hecho corto el camino a Valdomengo y aún teníamos tiempo antes de que apretase más el sol, decidimos subir camino arriba hacia por la cuesta, hasta la Chana de Osilga (chana, lugar llano). Mi madre, que tantas veces había subido por ese camino para ir a segar y acarrear no podía por menos de sorprenderse: Uno, por el buen estado del camino;


Dos, por lo crecido que estaba el monte ante la falta de ganados que lo limpien (las jaras y urces eran de la altura de una persona.. al menos de una bajita, como es nuestro caso...);


Tres, de las enormes encinas que habían ido creciendo en el lugar...



Osilga también entró en el aparcelamiento y las pequeñas tierras que antes se repartían los vecinos y que tan difícil eran de cultivar por su pequeñez, se han convertido ahora en grandes extensiones de cereal que daban al paisaje un aire de latifundio extremeño. La mayor parte de las tierras, claro está, están de balde, ya no hay quien las trabaje.




Tomamos el camino de la Brea,




luchando contra los molestos mosquitos con ramas de urz y llegamos hasta una zona de pinos que nos despistó...


queríamos ir acercándonos al pueblo y terminamos cogiendo un cortafuegos


que nos llevó por buen camino un trecho. Cerca de ese cortafuegos está la caseta donde se llevan los animales muertos, pero es tal la altura del monte y el follaje, que ni la vimos, Desde ella hay un camino que lleva fácilmente hasta el pueblo. Así pués, nos encontramos con el fin de nuestra senda, que se acabó bruscamente dando paso a un denso bosque bajo por un lado, con unos peligrosos barrancos excavados por el agua en la tierra arcillosa, en la zona conocida como El Ramajal.








Al final, con cuidado y “yendo a rompemata” (expresión de mi madre para explicar nuestra lucha contra jaras y encinas para dar un paso) pasamos a una tierra de labor del Ramajal y luego a La Veiga, ya pegando al pueblo.

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