6 de mayo de 2010

La sapina

Una de las cosas más curiosas que me han contado mis padres es el fenómeno de “la sapina”, que no es otra cosa que una lluvia de pequeños sapos que caían tras una tormenta de verano. Así me lo contó mi madre: “Solía pasar en verano y si estábamos con la vacada había que llevar a los animales rápidamente a casa o se ponían malas las vacas si los comían. En el Valle de Valseco solía pasar mucho. Decíamos, ¡que viene la sapina! Eran sapitos pequeños, como un dedo pulgar y morían al día siguiente o a los dos días”.

La lluvia de animales no es un fenómeno extraño y está explicado científicamente: pequeños tornados que atrapan animales, en este caso sapos, posiblemente en época de cría, recién eclosionados de los huevos. (En este artículo de la Wikipedia hay una explicación más amplía de todo esto)
Sobre este fenómeno le consulté a José Alfredo Hernández, de la Asociación Furmientu y conocedor del mundo animal por su formación profesional que me hizo una interesante reflexión sobre este tema y su interpretación popular:

Las que me planteas son dos cuestiones muy interesantes (se refiere al mito de las culebras que bebían leche, tratado aquí). Son dos casos típicos de narraciones en las que se produce un choque entre la cultura tradicional rural (que mantiene un gran componente de pensamiento mágico) y la cultura moderna urbana (que se supone que lo ha substituido por el pensamiento científico). En el caso de la sapina (lluvias de ranas, sapos, peces, a veces de otros animales), hoy día la mayoría de la gente cree que se trata de un cuento porque les parece que no es científicamente posible. Sin embargo, el verdadero pensamiento científico no se basa en creencias o pareceres sino en demostraciones y evidencias. Las lluvias de animales pertenecen a la categoría de fenómenos demostrados y explicados científicamente pero que la mayoría de las personas, hoy en día, creen que es un tipo de relato fantástico y acientífico. Esto nos demuestra que la mayoría de la gente de mentalidad moderna sigue teniendo un tipo de pensamiento no-científico, no piensan científicamente sino que, sencillamente, tienen una fé supersticiosa en la ciencia.


Las lluvias de animales están causadas por tornados y trombas que los absorben, elevan y descargan. Como es lógico, suele tratarse de animales con muy poco peso, como ranas y sapos juveniles (cuando finalizan la metamorfosis y abandonan el agua, en la mayoría de especies son aún mucho más pequeños que los adultos, en muchas ocasiones de menos de 1 cm de largo), pequeñas culebras, alevines y peces de especies muy pequeñas, pájaros y murciélagos. Los casos de sapos, ranas, culebras de agua y peces son los más frecuentes porque sucede a menudo que el tornado absorbe el agua de una charca llevándose también a los animales que hay en ella, sobre todo a los que pesan muy poco. Por eso es más raro que haya lluvias de ratones y otros vertebrados pequeños que en una situación de tornado se van a refugiar en sus madrigueras, cosa que no pueden hacer los animalines de la charca. A veces hay lluvias de pájaros o de murciélagos cuando un grupo de ellos es sorprendido por el tornado en plena migración.


En relación a la sapina, hay que ver también que en determinados momentos del año, cuando los sapos y ranas terrestres terminan la metamorfosis, miles de crías minúsculas abandonan el agua y se extienden por las charcas secas y los pastizales. Este es un fenómeno habitual que no tiene nada que ver con la sapina. Es cierto que la mayoría de ranas y sapos tienen sustancias tóxicas en la piel y en diferentes glándulas del cuerpo (son mecanismos de autodefensa). Así que todo lo que cuentan tus padres es bastante lógico.



Lluvia de sapos. Dibujo de Conrad Lycosthenes, filófoso, teólogo, alquimista y cronista de fenómenos inexplicables que publicó en 1557 el Libro de los prodigios, toda una enciclopedia de fenómenos extraños, entre ellos, lluvias de todo tipo de animales. Más información en este artículo de El Periódico de Catalunya.

1 comentario:

María del Roxo dijo...

Qué grima, qué grima, qué grima!!!!
Espero no experimentar nunca una sapina en directo.