25 de mayo de 2009

Susto en el alberque

En los alberques, el nombre con el que antes siempre se llamaba a Requeijo en el pueblo, hemos vivido todos estupendos momentos de risas y buenos ratos, pero también ha habido momentos dramáticos, como son la muerte por ahogamiento de Miguel, el hijo de María y Niso (el primer muerto que vi en mi vida, siendo una niña, asomada a la ventana en la que las mujeres del pueblo le velaban) y la de Carlos, El Cojonudo, cuyo recuerdo aún nos deja con un escalofrío.



En otras ocasiones, la tragedia rondó, pero afortunadamente no llegó a consumarse. Mi padre me relató así uno de aquellos episodios:

“Estábamos en el alberque de arriba unos cuantos chavales, unos éramos más pequeños, Delfín, yo y otros ya eran más mayores. Entonces vimos a uno que pensábamos que estaba haciendo el tonto en el agua, que subía y bajaba... hasta que nos dimos cuenta de que no, de que no podía salir y se estaba ahogando. Era Valentín Sultán, que tenía unos 14 o 15 años entonces. De entre los rapaces más mayores salió Manolo Patán, el tío de Tío Ismael, se echó a buscarle y tan asustado estaba que lo llevaba para abajo a él también. Le echó una mano Ismael y otros que andaban por allí y ya consiguieron sacarle y le pusieron tendido sobre un roble caído que había allí. En mi vida he visto a nadie sacar tanta agua de dentro, le apretaban la cintura y venga echar agua por la boca, venga a echar agua... a un paso estuvo de ahogarse”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien es Valentin Sultan? nunca habia oido esta historia en el pueblo,gracias

Triceratops dijo...

Es increíble como un mismo lugar puede hacerte recordar los mejores momentos de juventud y también los peores. Me acuerdo muchísimo de los buenos momentos y también de las horas, eternas, que esperamos para recuperar a Carlos de las aguas del alberque.

Recuerdo tambien alguna anécdota. Recuerdo, hace muchos años, una tarde en la presa de abajo. Los chicos del pueblo, sentados sobre la presa, hablaban de como cruzarían el alberque nadando. Yo estaba detrás y me acerque a uno de ellos, el que parecía ser el nadador más avezado por como describía la maniobra.

Era Andresín, mi primo, y sin pensarlo dos veces le empuje al agua, cual fue mi sorpresa cuando descubrí que no sabía nadar, me arroje al agua de inmediato y le ayude a salir, luego me invadió una risa floja, de esas que normalmente encubren un momento de histeria, menudo susto.

Desde ese día no he vuelto a hacer ni una triste aguadilla, en el agua no se juega.

Un saludo

IRM dijo...

Uy, sí, a mi el agua me da mucho miedo y el alberque, la verdad que me daba bastante cosa meterme, con las hierbas altas aquellas que te tocaban los pies y el reguero en medio... en el de arriba, ni asomarme!!!