17 de noviembre de 2011

Historias de la mili: El día más feliz y el más triste

Este verano tuve la ocasión de charlar con Alberto Alonso, Alberto el de Pilar, primo de la familia, vecino y al que le gusta hablar y contar y se sometió con gusto a todas mis preguntas.
Una de las historias que me contó fue este enternecedor relato de su llegada al Servicio Militar:


Cuartel de Medina del Campo (Valladolid).
Fotografía de la Colección de la Fundación Joaquín Díaz.

Cuando yo llegué a cuartel de Medina del Campo, el 17 de Septiembre de 1947, a las doce de la noche, nos destinaron a un barracón y nos dieron un bocadillo. Al día siguiente por la mañana, el sargento llegó y dijo a ver si alguien sabía leer y cantar latín. Levanté la mano y enseguida me arrepentí, porque siempre te decían que en la mili mejor no presentarse nunca voluntario a nada. Nos cogieron a seis y nos mandaron a cantar en la Colegiata para la patrona, en Diciembre, el día 4, festividad de Santa Bárbara. El cura era nuevo y quería cantar la misa el día de la patrona. Nos llamaban los cantores. Antonio Casado padre, que estaba destinado allí, nos llevaba de expedición a los ensayos.

Llegó el día de cantar y fue uno de los más alegres y más tristes a la vez de mi vida. El coronel le pidió al gobernador que diera fiesta también a los civiles para que vieran la primera misa cantada en la Colegiata, no solo la misa rezada. Los militares quedaron encantados con la misa, los civiles también. La cantamos acompañados de un órgano y nosotros a dos tonos. Cantando el himno del regimiento, yo solo, sin padre allí, me ahogaba de la emoción y la pena de estar solo.

Colegiata de Medina del Campo.
Postal de la tienda de objetos antiguos Almirante 23.

Nos había dicho el cura, “si sale bien, yo dos doy un mes de permiso y el coronel otro y si no, al calabozo”. Y como salió estupendamente, me dieron los dos meses de permiso. Cuando llegué al pueblo era de noche (había que venir andando desde Santibáñez). Mi padre oyó ruido y se levantó con un palo y preguntó quién era. Le dije, padre, soy yo, Alberto. Salió, nos abrazamos y así se me cayó en los brazos, se desmayó. Salía con el farol, de los de antes de aceite y él encima de mi, desmayado y la perra que se me escarrincaba.... ya mi padre volvió en si, yo creo que fue la emoción de verme, yo llorando, mi padre me abrazaba y me besaba. Mi madre empezó a llorar porque pensaba que me habían dado el permiso porque estaba enfermo, porque no era posible que tan pronto estuviera de vuelta, todo el tiempo que estuve me decía, “anda hijo, dime que tienes, por qué te han mandado para casa” y no creía que hubiera sido por cantar.

Yo estaba en el Regimiento de Artillería nº47 y puedo decir que en la mili pasé algunos de los mejores años de mi vida.

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