ENERO
Se iba al monte a por leña, fundamental porque se hacía mucha lumbre entonces, con urces, con cepas, para hacer la comida, para preparar para los cochos, para amasar...
Según me cuentan mis padres “se cogía la leña del monte, de los quiñones, donde había una partija para cada uno. Se hacía a sorteo, en el monte mismo en el monte, en el Cañaveral, en los Rodeos, en los Campesinos, en el Orzal..., por cada diez vecinos un lote y se ponían señales y luego entre los diez se repartía. No solía haber problemas y si uno tenía algo más de leña en su lado, se le hacía el trozo más pequeño, para que todos quedaran más o menos con lo mismo. Así se limpiaba el monte, no como ahora... Había robles, cepas, se quitaban árboles nuevos...”. Entonces se llegaban a hacer hasta 200 o 220 partijas, tantas como familias había en el pueblo.
También se metía el abono en las viñas. “Se hacía una hoya en cada cepa y se metía el abono”.
Otra tarea en la que se aprovechaba el
tiempo era sacar piedra y cavar la tierra para luego hacer las
tapias. Recuerda mi padre, “se aprovechaba tierra de Peñacabras o
donde alguien quería rebajar un ferrañal. En el corral de abuelo,
en Peñacabras, allí estuvimos un mes sacando tierra hasta que
quitamos todo lo que sobraba, sacando tierra para la tapia y piedra”.
La piedra se usaba para las casas y también para las fincas. “Había unas fincas húmedas, auténticos chapazales -en el Caño, en Perafondo, donde la Huerta Las Piedras...- y se hacía una zanja, lo que se llamaba hacer cañales, y se metía piedra y luego unas cepas de hierba”.
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