6 de enero de 2013

La maleta

Como regalo de Reyes muchos jóvenes van a recibir una maleta. Una maleta en la que sí o sí, van a tener que meter sueños y miedos y largarse en busca de oportunidades que aquí, con la desastrosa situación que nos han dejado políticos, banqueros y mandamases del tres al cuarto, no tienen.

La maleta vuelve a estar presente en la vida de mucha gente y mira por dónde, este verano encontré la maleta con la que también mi padre tomó el camino de la emigración.




Esta es su maleta de madera, la que le hizo Manolo Casado, el carpintero, durante la mili en Astorga. Con ella se fue primero a Mallorca, luego al enclave cántabro en Bizkaia, Truzíos y después terminó en la margen izquierda de la ría bilbaína, en Santurtzi, el pueblo de las sardinas.





 
Ahora cumple su papel como caja de herramientas (papel del que pienso liberarla en cuanto pueda), con su piel oscura, apenas un poquitín astillada en una zona, sin una sola picadura de polilla, sus cierres rotos y un candado que se le añadió años más tarde.
 
¡Anda que no ha vivido momentos importantes esta modesta maleta de madera!

 
 
 
 

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