Hace unos días encontré por casa un pequeño librito titulado “Camas”, una pequeña sucesión de retazos del absurdo humor de Groucho Marx, con la cama como eje de sus pensamientos. Y es que, como decía mi abuelo Teófilo, ¡el que inventó la cama fue el más listo del mundo!
Cabeceros de cama puestos como valla junto a la granja de Amelia y Ceferino. |
De camas y de como se dormía (o no) en ellas, se nutre la recopilación de las siguientes anécdotas:
Nuestra cama de hierro, herencia de los abuelos paternos |
Mi padre fue con un vecino del pueblo, el ti Ismael Barrio, a segar a Fuentencalada. Fueron a un quiñón que era muy largo, se les hizo tarte y decidieron dormir allí, en la tierra. Hicieron una cabaña con manojos y una manta pero pasaron tanto frío que se al final se levantaron y se pusieron a segar casi por la noche. “La paja trillada aún calienta, pero los manojos, nada de nada. Eso lo aprendí aquella noche”, recuerda mi padre.
En los pueblos la vida era difícil.
Hacía mucho frío y sin calefacción y apenas estufas. Había
incluso quien ponía la cama en una esquina de la cocina porque era
un lugar calentito en la casa.
En una de mis charlas con Alberto Alonso (el de Pilar), me contaba sus recuerdos de niño: “En casa de mis padres dormíamos en la misma cama mi abuela Elisa y yo y en la parte de abajo Germe y Felipe. Los cuartos estaban llenos de grano, de hierba, de habas... dormíamos todos empocilgados, qué te voy a decir. Siendo más niño dormiamos en el cuarto del trigo pero como era tejado de ripia escarbaban los pájaros y nos caía el barro en la cara, mira tú”.
Imagen tomada del blog "La vida es como una caja de bombones" |
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