24 de julio de 2012

Camas



Hace unos días encontré por casa un pequeño librito titulado “Camas”, una pequeña sucesión de retazos del absurdo humor de Groucho Marx, con la cama como eje de sus pensamientos. Y es que, como decía mi abuelo Teófilo, ¡el que inventó la cama fue el más listo del mundo!





Cabeceros de cama puestos como valla junto a la granja de Amelia y Ceferino.




De camas y de como se dormía (o no) en ellas, se nutre la recopilación de las siguientes anécdotas:




Nuestra cama de hierro,
herencia de los abuelos paternos
“Abuelo Teófilo -me cuenta mi padre- decía que más valen dos horas en la cama que toda la noche en las eras. Solo se quedó una noche durmiendo en la era, en la época de trilla y dijo que nones, que prefería ir a casa, lavarse y tomar un vino fresco, aunque tuviera menos tiempo para descansar”.






Mi padre fue con un vecino del pueblo, el ti Ismael Barrio, a segar a Fuentencalada. Fueron a un quiñón que era muy largo, se les hizo tarte y decidieron dormir allí, en la tierra. Hicieron una cabaña con manojos y una manta pero pasaron tanto frío que se al final se levantaron y se pusieron a segar casi por la noche. “La paja trillada aún calienta, pero los manojos, nada de nada. Eso lo aprendí aquella noche”, recuerda mi padre.

En los pueblos la vida era difícil. Hacía mucho frío y sin calefacción y apenas estufas. Había incluso quien ponía la cama en una esquina de la cocina porque era un lugar calentito en la casa.


En una de mis charlas con Alberto Alonso (el de Pilar), me contaba sus recuerdos de niño: “En casa de mis padres dormíamos en la misma cama mi abuela Elisa y yo y en la parte de abajo Germe y Felipe. Los cuartos estaban llenos de grano, de hierba, de habas... dormíamos todos empocilgados, qué te voy a decir. Siendo más niño dormiamos en el cuarto del trigo pero como era tejado de ripia escarbaban los pájaros y nos caía el barro en la cara, mira tú”.



Imagen tomada del blog
"La vida es como una caja de bombones"
Otra historia de camas la recuerda mi padre ya cuando estaba en tierras vascas trabajando: “Estuve en el campo de golf de Punta Galea, que subían el agua de la playa para el campo. Estuvimos haciendo un pozo grande para el agua y una carretera. Estuve allí con Lucas, Evelio, Vicente el diablo, David el de Tina... Con este, con David, compartía cama, en la casa de Tío Isaac, encima del cine Java y cuando estábamos acostados se oía el sonido del cine”. Para mi fue toda una sorpresa saber que mi padre había trabajado en el campo de golf de Neguri, aún hoy lo más pijo de la alta sociedad empresarial vasca y además, que había dormido escuchando las proyecciones del Coliseo Java, mítico cine de Portugalete y de toda la Margen Izquierda, el último gran cine que resistió hasta hace bien poquitos años abierto y en pie, con sus cartelones pintados anunciando las películas.

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