Mi padre fue de la Falange, sí, cuando era niño. Y no por gusto, si no como una más de las imposiciones absurdas a las que obligaban los que mandaban y que sí o sí, había de cumplirse. Lo cierto es que esta historia, cuando nos la cuenta en casa, acaba sacándonos una sonrisa porque demuestra la cabezonería de mi abuelo Teófilo y por la infantil venganza con la que termina.
Esta es la narración:
“Abuelo sacó un trozo de linde (aró más allá de su finca y se apropió de un trozo del espacio del camino) y vino el Ti Francisco (el alcalde entonces) hecho una furia y le amenazó que o se hacía de la Falange o le denunciaba y le ponía una multa. Abuelo no quiso hacerlo, dijo que no podía hacerlo por sus ideas, y lo que hizo fue apuntarme a mi, que entonces tenía como cinco años”.
“Por apuntarme a la Falange tenía que pagar una cuota una vez al mes. Le dieron una foto de Franco y mi hermana mayor, tía Dorinda, y yo nos pusimos a clavarle alfileres por toda la cara. Nos decíamos uno al otro, “mira, aquí, que le hace más daño” y así pasamos la tarde con la trastada”.
1 comentario:
Yo lo entiendo. Seguro que tu abuelo no le llevo nunca a los campamentos tan bonitos que hacían para los niños. No pudo cantar aquel hit-parade de la dictadura "Un flecha en un campamento..." y se transformo en alfiler con mala leche.
Tengo que mirar las fechas aproximadas, por ver si "Su Excelencia" tuvo algún percance de salud en aquella época. Mira que si resulta que lo de la brujería y la magia negra es verdad.
Un saludo
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