12 de noviembre de 2019

Labores de museo



Cuando hace tan mal tiempo como estos días, un buen plan es ir de museos. Actividad a la que somos muy dados cuando viajamos y menos, apenas nada, cuando estamos en nuestra propia ciudad. Para dar ejemplo, voy a contar una visita que hice al Museo Vasco de Bilbao, situado en pleno centro del Casco Viejo. Es un museo arqueológico y etnográfico, muy bien planteado, no demasiado grande pero con piezas interesantes, empezando por la entrada a un claustro cubierto con un Mikeldi, una escultura zoomorfa. 


Hay piezas de arqueología, un repaso a la forma de vida de los vizcaínos de tiempos pasados y, lo que hoy traigo aquí, un repaso a labores cotidianas de las mujeres. Como dice mi padre, quien ve su pueblo ve el mundo entero y no anda tan confundido ya que todas estas labores son muy similares a las que se hacían en Ayoó hasta no hace tantos años. 

Pero vamos al lío, a ir desgranando este viaje al pasado. Las primeras son imágenes de lavanderas y un artilugio que servía para blanquear la ropa, para lo que se usaba, como en el pueblo, la ceniza de la chimenea de casa, la cernada que le llamamos nosotros. 


Esta es la explicación de cómo se hacía: 

La limpieza de la ropa blanca se realizaba introduciéndola en una tina de madera dispuesta sobre una plataforma con desagüe. La ropa se introducía ordenadamente en el interior de la tina con hojas de laurel y se cubría con un lienzo blanco sobre el que se ponía abundante ceniza del hogar que actuaba como detergente blanqueador. Sobre la colada así dispuesta, se iba vertiendo agua caliente que se recogía por el desagüe y se volvía a calentar a mayor temperatura para repetir la operación varias veces, durante horas. Finalizada esta operación, se aclaraba y se extendía al sol para su secado.

El agua utilizada podía usarse para la ropa de color. En caso de ser ropa negra, se añadía hiedra al agua caliente.



Sección tejido. En una zona en la que se muestra cómo era la vida de las personas en su hogar, había fotografías y piezas de hechas a mano, había varias, pero solo hice foto a una preciosa mantita de cuna. 




En la zona donde enseñaban como se hilaba y se confeccionaban los tejidos, se centraba sobretodo en el lino, que también fue protagonista en su día en este blog (aquí las entradas que se centran en esta planta). Presentan la planta, como se trabajaba, como se sacaba la fibra y cómo se hilaba. Pongo las imágenes y los textos que encontré en el Museo:


Existieron diversas variedades siendo las más conocidas:

Axamea o Liñu txikia (corteza delgada) planta corta, delgada y que se sembraba en mayo y se recogía en septiembre, creciendo con gran rapidez.

Agorlinoa o Naparlinoa (lino de septiembre o de Navarra). El lino más ordinario y basto pero más abundante que se sembraba en dicho mes y se recogía por Santiago.

Kirritzea. Muy fino, que se adquiría en ferias comarcales, en ovillos.

La planta tiene una longitud de unos 60 cm y floración de color azul intenso. La simiente se encuentra en la flor, que se guarda de un año para otro.


A continuación vamos a exponer las operaciones necesarias y los instrumentos necesarios para llevarlas a cabo. Algunas piezas son muestra de bella artesanía popular y formaban parte de los arreos de boda:

Desgranar: la planta es arrancada de la tierra y el artesano, sentado sobre el banco ripador, agarrando los manojos por las raíces, va pasándolos por el peine desgranando la simiente y limpiando las plantas de adherencias.

Remojo: las plantas eran recogidas en manojos, con diez manojos se formaba el haz que solía atarse con unas pocas plantas de lino. Estas “haces” se echaban a unos pozos llamados “liñosiñek”, pozos de lino, donde permanecían de 15 a 20 días. Al cabo de este tiempo eran extendidos en el prado donde permanecían de 10 a 20 días, para secarlo y reblandecerlo.

Parece que hubo otra forma de reblandecerlo, común por lo menos en zonas altas donde el agua era escasa. El lino se extendía sobre el prado de 20 a 25 días y cuando se maduraba, se hacían los manojos, se acarreaba a la casa y se encendía el horno familiar de cocer el pan a una temperatura más bien templada se metían las haces necesarias para agramar a continuación.

Golpear el lino una vez estaba seco.


Rueca y huso. Elaboración del hilo.

El hilo se elaboraba en ruecas y estas constaban de dos piezas, rueca y huso (liñare eta ardatza). La primera es una vara de 0.90 cm de largo y en su extremidad superior un abultamiento, que servía para colocar en él el copo de lino, se ataba bien y colocaba encima el gorro mas goru-txapel hecho con telas de colores y de confección artesanal.
La hilandera lo sujetaba en la cintura y con una mano iba sacando del copo el material necesario, que lo mojaba con saliva.



El huso de madero o rematado con una espiral de hierro se giraba en movimiento rotativo por el impulso que se daba con la mano derecha que retorcía y que quedaba convertido en hilo.

Una vez que la cantidad de hilo superaba la longitud del brazo este se recogía sobre el propio huso

Preparación del hilo para tejer.

Una vez lleno el huso de hilo, este se pasaba a un instrumento llamado matazuzkie donde enrollaban en cruz, comenzando con el brazo izquierdo, sujetando el hilo bien en una ranura o con un nudo, al tener enrollado, el hilo suficiente se ata en el centro, se saca y la madeja está preparada para el blanqueo.




El blanqueo del hilo se efectuaba mediante coladas en unos recipientes de madera de roble o de haya llamados tinak. En el fondo de la tinaja colocaban una capa de helechos o paja y sobre ellas, las madejas. Encima, un trozo de tela cubriéndola y ceniza hogar. Empezaan echando agua templada para terminar en muy caliente. Se necesitaban en cada colada unas cuatro horas de trabajo.

Despues de la primera colada se secaban las madejas y volvían a ser colocadas de igual forma, tres o cuatro veces hasta que quedasen los suficientemente blancas.


Confección de los ovillos

Se secaban en el prado o en el desván y se pasaban por la devanadera para ser reducidas a ovillos preparados para llevarlos al tejedor.

La cantidad, generalmente, solía ser de 40 a 50 ovillos de lino, que suponía dos años de trabajo.



Estas son algunas de las curiosidades que me encontré en el Museo Vasco de Bilbao, muy interesante y con otras muchísimas piezas e historias, que bien merece una visita. 

 Web del Museo vasco, aquí.

No hay comentarios: