En el pueblo están ya hartitos de agua, que no ha parado de llover en semanas. El Almucera parace un pequeño Amazonas y, una vez más, ni sembrar pueden porque la tierra está encharcada. Todo esto me contaba mi madre en una de nuestras charlas telefónicas, cuando me soltó un refrán de los que yo nunca había escuchado, este:
No hay abril que no sea vil al entrar o al salir. O al medio por no mentir.
Y eso me lleva a otro, que se aplica al tiempo metereológico, pero que puede también ampliarse a tantas y tantas situaciones de la vida:
Por
muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre
las nubes...
Y ya que estamos con refranes, ahí van unos cuantos que suelen sonar mucho en casa. Estos, de boca de mi madre:
El que no tiene cabeza tiene que tener pies.
Me lleva por la calle la Amargura.
Todo mi gozo metido en un gozo.
Quién tropieza y no cae adelanta dos pasos.
Cuando no es el bazo es el espinazo.
Lo poco agrada y lo mucho cansa.
O cuando mucho o cuando nada.
Empezáis en bromas y termináis en veras.
Mi padre también suelta alguna perla de vez en cuando, y dichos bastante raros, la verdad:
Si
quieres saber lo que tu compañero aguanta a andar, párate a mear.
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