Ayer no sabía que hacerme de cena y eché mano de lo más socorrido: unos huevos (además de pueblo, de esos que cada uno tiene un tamaño y todos la yema superamarilla). Los batí y lo que iba a ser una mera tortilla francesa cambió a medio camino. Recordé las tortillas con azúcar que me hacía mi abuela y eso hice, una tortilla francesa con azúcar por encima... ¡¡¡Estaba deliciosa y me transportó a mis años de niña!!!
Cuando yo era una cría, mis abuelos aún tenían hacienda y cultivaban las tierras. Mis padres se pasaban todo su mes de vacaciones ayudándoles en la siega, la trilla, los riegos... Todos se iban pronto de casa y cuando me despertaba iba a la cocina de humo y allí tenía mi desayuno: la tortilla de huevo con azúcar por encima que me dejaban hecha... hummm, qué rica y como me recuerda a mi abuela Menta.
Cuando ya crecí un poco, me seguía dejando la tortilla pero ya podía prepararme un vaso de leche en la pequeña cocina de tres fuegos que había en la cocina de humo (toda la comida principal se seguía haciendo sobre el fuego). Me dejaban leche de cabra recién ordeñada, antes de que el animal saliera con la cabreada, que me bebía en mi enorme taza de porcelana (siempre guardaba algo para compartirlo con las gatas de casa...).
En fin, teletransportación en el tiempo a partir de una noche tonta en la que no saber qué hacer de cena...
Cuando yo era una cría, mis abuelos aún tenían hacienda y cultivaban las tierras. Mis padres se pasaban todo su mes de vacaciones ayudándoles en la siega, la trilla, los riegos... Todos se iban pronto de casa y cuando me despertaba iba a la cocina de humo y allí tenía mi desayuno: la tortilla de huevo con azúcar por encima que me dejaban hecha... hummm, qué rica y como me recuerda a mi abuela Menta.
Cuando ya crecí un poco, me seguía dejando la tortilla pero ya podía prepararme un vaso de leche en la pequeña cocina de tres fuegos que había en la cocina de humo (toda la comida principal se seguía haciendo sobre el fuego). Me dejaban leche de cabra recién ordeñada, antes de que el animal saliera con la cabreada, que me bebía en mi enorme taza de porcelana (siempre guardaba algo para compartirlo con las gatas de casa...).
En fin, teletransportación en el tiempo a partir de una noche tonta en la que no saber qué hacer de cena...
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