La fábrica de harinas de Santibáñez cada vez es más un recuerdo. Tras el abandono llegó el derribo y este verano, cuando pasé por el pueblo, vi que ya casi no quedaban más que restos amontonados... triste final para una de las pocas industrias que hubo durante años en la zona.
Esto es lo que queda del lugar al que fueron nuestros abuelos y padres para conseguir la harina con la que amasar el pan y hacer la comida. Porque antes no se iba a la balda del super y se cogía lo que a uno le daba la gana. La harina era el final de un proceso lento y trabajoso, desde la siembra del trigo, la siega, la trilla, la recogida, guardar hasta el último grano en los sacos y llevar hasta la fábrica para convertirlo en polvo básico en la alimentación de entonces.
Tolvas, correas, tuberías,... hasta las famosas candongas, las chimeneas que coronaban el tejado del edificio, se retuercen ahora en una esquina, mientras las escavadoras dejan despejado el terreno de lo que fue la fábrica de harinas.
Esto es lo que queda del lugar al que fueron nuestros abuelos y padres para conseguir la harina con la que amasar el pan y hacer la comida. Porque antes no se iba a la balda del super y se cogía lo que a uno le daba la gana. La harina era el final de un proceso lento y trabajoso, desde la siembra del trigo, la siega, la trilla, la recogida, guardar hasta el último grano en los sacos y llevar hasta la fábrica para convertirlo en polvo básico en la alimentación de entonces.
Tolvas, correas, tuberías,... hasta las famosas candongas, las chimeneas que coronaban el tejado del edificio, se retuercen ahora en una esquina, mientras las escavadoras dejan despejado el terreno de lo que fue la fábrica de harinas.
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