En estos días se visita especialmente
el cementerio, ahí, detrás de Prapalacio, cerca de lo que un día
fueron los prados del Rejo... pero no siempre ha estado en este
lugar.
El cementerio de Ayoó estaba anteriormente en las tierras que están enfrente de la chopa de la Iglesia, en la zona de Las Morales. Este lugar se vendió, lo compró el padre de Ascensión, la de Delfín, que tuvo que quitar todas las paredes de piedra ya que estaba todo caído.
Detrás de la mimosa, esa era la zona en la que estaba el antiguo cementerio. |
De este anterior cementerio mi padre
recuerda que había una piedra redonda como de un metro de diámetro,
con un agujero en medio, que decían que era de un obispo. También
me cuenta una historia que le contó el Ti Joaquín Barrio,
carpintero que vivía en la misma calle de mis abuelos, en la calle
de la Iglesia. “Era carpintero y tenía una tablilla de abecedario
y aún recuerdo como siendo ya mayor me contaba que en la tablilla
ponía “Cementerio Municipal” y que don Ezequiel, el cura de
entonces, se lo mandó cambiar y poner “Cementerio Eclesiástico”.
Esto pasó en tiempos del Ti Arturo Pontejo como alcalde, justo
después de la guerra.
También rememora mi padre que “cuando
íbamos al cementerio, en un entierro o lo que fuera, siempre se
paraba allí don Ezequiel a dar un paternoster -padrenuestro-. Además
al cura le gustaba mucho ir de paseo, iba todo el año por el camino
Fuentencalada, con una gorra y una capa y al pasar por ahí siempre
se santiguaba”.
Hablando con Alberto Alonso, también él recuerda la ubicación del antiguo camposanto, qué estaba en una hondonada que se enlodaba con facilidad. “Estaba muy bajo y llovía mucho entonces, se hacía poza y estaba lleno de agua. Tenían que ir las familias a sacar el agua con calderos”.
El nuevo cementerio, el de ahora, tiene
una parte civil y una parte eclesiástica (de la Iglesia), según me
contaba Alberto. “La zona de los panteones es la eclesiástica, hay
un pasillo y luego se pasa a otros panteones y donde están los
nichos, que están en la parte civil”. También me dice que cuando
se hizo la concentración se exigía un cementerio municipal a más
de 300 metros de la última vivienda.
Según mi padre, el nuevo cementerio lo
compró el pueblo de Ayoó, aunque Alberto me contó que la tierra
para hacerlo la dio el abuelo de Lucas, que había estado de
emigrante en Cuba. El cementerio se amplió hace unos años y ahora
hay un terreno bastante grande aún sin usar, tras las últimas
tumbas, así como otra puerta trasera.
Pero aún hay otros antiguos enterramientos. El Ayoó del pasado, al parecer, estaba dividido en barrios, cada uno de ellos con unas pocas casas y una pequeña ermita. Y alrededor de esta se hacían los enterramientos. Alberto me señala la ubicación de uno de estos pequeños cementerios en la zona de la calle Casillas, donde las casas de Delfina y Nati. También Don Felipe, el cura y su hermana Placidia, me contaron que así era y que incluso ellos, en su casa que está ya en la calle Palomares, encontraron restos humanos cuando dieron de fachada a la casa de sus padres, en los años 50.
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