Tras la
Guerra Civil los tiempos eran difíciles, con una produccion escasa que no
llegaba para todos. Pero a mediados de la década se produjo una
fuerte sequía que convirtió al trienio 45-46-47 en los años del
hambre.
“Vino
tal sequía que en la zona de Benavente no tenían ni paja para darle
a las vacas -recuerda mi padre-. Venían a las casas de Ayoó, casi
mendigando, para que les vendiésemos algo”.
En el pueblo,
mal que bien, todos tenían un trozo de tierra que cultivar, pero
algunas familias lo pasaron realmente mal. Una de estas personas, ya
de mayor, decía: “no me acobardo al decir que hasta que no me fui
de pastor no tuve una comida cada día, que pasamos mucha necesidad”.
Otro de
los vecinos también pasó mucha necesidad, pero hasta con eso hizo bromas. Le decía su madre, “a comer” y él preguntaba
“Madre, ¿qué hay?” ,“Pan y cebolla” contestaba ella y él,
protestaba (y perdón por la expresión, era tal cual): “¡no, eso
no, que no se me levanta la polla!”. La escena se repetía tan a
menudo, que terminó siendo una rima que cantaban los mozos en el
pueblo.
1 comentario:
Pues yo sabía ,también por dichos populares,todo lo contrario de las virtudes de la cebolla.
!qué gracia!
Besos.
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