Hay dos momentos en la vida que centran buena parte de las anécdotas que contamos cuando somos mayores. Para los hombres de hace unos años, la mili y para todos, hombre y mujeres, los años de colegio. Esos primeros años de socialización, de hacer amigos que te pueden durar toda la vida, de los juegos, las trastadas, los profesores que hemos tenido... son recuerdos para siempre.
Cuando yo hablo con mis padres de sus escasos años de colegio siempre me hablan con cariño de esos tiempos de escasez, de clases abarrotadas, de frío que intentaban atajar con estufas caseras, de trastadas, de profesores de bofetada y tentetieso, de tener que salir en la hora del recreo a poner el pote de la comida o sacar la hacienda...
Hace casi sesenta, casi setenta años, los chicos daban clase en la Plaza de la Audiencia, en un edificio que estaba en medio de la plaza, que hacía allí como dos calles, no estaba la explanada que está ahora. Había una piedra grande a la entrada de la puerta, a la derecha, desde donde se comunicaban temas de interés para el pueblo, el riego, el reparto de quiñones, obras...
Las chicas iban a clase en la Escuela que estaba en el edificio del antiguo Ayuntamiento, donde ahora está el bar de abajo.
También hubo clases en lo que ahora es la conocida como Casa de los Cazadores, en la ahora casa de Isabel y Ramiro, en la parte de arriba, encima de la cochera del autobús y más tarde, en Las Escuelas contruídas a la salida del pueblo. Hasta que el pueblo se quedó sin niños y se fueron a Santibáñez y Camarzana.
En el antiguo y en el nuevo foro de la página web de Ayoó, se ha hablando muchas veces de las anécdotas de la época escolar y con el permiso de aquellos que escribieron, paso a transcribir alguna de esas anécdotas:
“Sentido común”describia el escenario así: Como ha cambiado la vida... de cuando llevábamos los “chanclos” de calzado con aquellas herraduras que nos habían hecho nuestros padres. ¡Joer que frió pasábamos en la escuela en invierno sin calefacción, que de aquella no se conocía ni siquiera como funcionaban las calefacciones! Pero recuerdo que nuestras madres nos hacían con una lata de sardinas un brasero con un asa larga de alambre para llevar las brasas de la lumbre y poder calentarnos. Lo que mas me extraña es de donde sacaban las latas de sardinas, por que por aquellas fechas las únicas sardinas eran lasque nos daban nuestros padres cuando no llegábamos rápido a casa para encerrar las cabras y las ovejas.
El firmante como Sandokan decía “estamos hablando de una escuela que tendría 70 ó 80 alumnos, aunque no siempre estábamos todos. Hablamos de la época en la que se cantaba el “Cara al sol”y se rezaba, también haciamos instrución, tomabamos leche en polvo y queso amarillo todo ello cocinado delante del pajar que habia junto el reguero. Fueron años difíciles pero a nuestra manera eramos felices.
¡La famosa leche! Este verano fui a la excursión que organizaba la Asociación Perafondo y allí hable con muchos de los caminantes y los recuerdos de la escuela fueron uno de los temas estrella de conversación. Y me contaban sobre la leche que tomaban en clase, que la hacían en una pota grande de esas rojas donde echaban el agua y la leche en polvo. Había dos clases de niños, unos más pequeños y otroa de más edad y se turnaban para ir a por leña por las mañanas para poner la pota al fuego.
También con Alberto Alonso hablé en su día de los tiempos de colegio. Alberto, recordaba con pesar como iba la mitad de los días a clase.“Como era de los hermanos mayores, si hacía día bueno tenía que ir a Valseco y si no, a hacer otras cosas, que si a por leña, que si a por hierba. Cuando cumplí 14 años le araba con la pareja las viñas a Don Gabriel, que era amigo de mi padre, habían ido juntos a la mili, y por eso me daba clases particulares, una hora u hora y media. Allí fue donde aprendí las cuatro reglas, los problemas básicos. Fui dos inviernos, con Gregorio el de Sarita y Eduardo el de María”.
Don Gabriel y don Felipe... hubo más maestros y maestras en el pueblo pero los recuerdos de unos y otros siempre pasan por ellos, así que otro día los recogeremos.
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