Hay
que tener en cuenta que entonces el pueblo estaba todo sembrado, no
había tierras de balde como ahora y se discutía hasta por un surco
que uno le hubiera cogido a otro en la rodada.
A
esta multa, que podía llegar hasta las 50 pesetas de las de
entonces, se le llamaba en el pueblo “prendada”.
Guardias de campo en Villena (Alicante), durante la feria del pueblo, en 1963. Aquí parecían llevar un uniforme, en el pueblo no lo llevaban, pero si portaban ese cinto cruzado, con una chapa que los identificaba en su cometido. Blog Villena Cuéntame. |
Los Guardias Jurados del Campo tenían su sede en Medina de Rioseco, donde tenían una casa en la que se apuntaban y hacían los cursillos y luego los destinaban a los pueblos (mi padre recuerda como “Tío Isaac y Benigno, el de Rosalina, que eran de la Hermandad y hubo un lío con los guardas, tuvieron que ir hasta allí para aclarar el sucedido”).
El
pueblo pagaba su sueldo y también la Hermandad* les pagaba algo.
Denuncia que hace el guarda de Campo de Cereixido (Lugo) ante el juez de Quiroga por multas impuestas a los vecinos y no abonadas en al año 1902. Blog Bendilló. |
La figura del Guardia de Campo es bien antigua. En nuestra zona, según me cuenta el profesor e historiador Rafael González Rodríguez (blog Más vale volando) este cuerpo aparece en documentos del siglo XV: En el Archivo Municipal de Benavente he visto algunas ordenanzas de los siglos XV, XVI y XVII relativas a la guarda de las viñas. Eran los propios agricultores quienes establecían unos turnos de vigilancia o pagaban a personas para que ejercieran labores de vigilancia. Parece ser que el robo de uvas estaba al orden del día, especialmente en fechas próximas a la vendimia, cuando la fruta estaba madurando. El Concejo imponía fuertes sanciones a quien era sorprendido cogiendo uva. Para eludir a los vigilantes los infractores actuaban de noche o utilizaban disfraces para no ser reconocidos. Otra de las funciones de estos guardas era evitar que el ganado invadiera los cultivos. Otra figura destacable es del "guarda de dehesas", que todavía hoy existen. Estas personas estaban al cuidado de las fincas de los terratenientes, y residían habitualmenete en una casa en la propiedad. Sobre estos guardas y las dehesas de la comarca de Benavente escribe Julián Cachón es su libro "Corrillos y Gentes".
Anécdotas sobre Guardias de campo de Ayoó hay bastantes. Mis padres recuerdan a uno llamado Juan manuel. “Le llamábamos Servas -señala mi padre- porque observaba mucho, veía enseguida si la vaca entraba en una finca que no era la suya” (Por cierto, al hijo, Jose, también le pusieron mote rápidamente, como apuntan en la web de Ayoó: "le llamábamos Jose Lanas por el mucho vello que tenía").
Mi
madre también se acuerda él: “Era muy listo, tú no lo veías y
él a ti sí. Le teníamos un miedo... que se nos iba una vaca y ya
nos ponía la multa...Eso si´, le decíamos que faltaban pimientos, o
tomates... iba por la noche y todo, a pillar al que los apañaba”.
Cinturón de un Guarda de Campo. Museo de Castrocalbón. |
En el antiguo foro de la web de Ayoó se contaron también algunas anécdotas sobre estos Guardias de Campo. Uno de los participantes, que firmaba con el nick Con sentido común narraba la siguiente (he editado los nombres, para los susceptibles...):
Les voy a contar una de castañas!!! Lo recuerdo como si fuese ayer amismo. Corrían allá por los años 57-58... Antes de ir a la escuela con Don Felipe y a eso de las 9 de la mañana. Aquel día me había levantado temprano a pesar del frío invernal y como las castañas me gustaban muchíííííííísimo, cogí una lata de aquellas que mi madre me había preparado para recoger castañas del suelo en las castañales. Recogerlas del suelo no era pecado, pecado era si las cogías del árbol, de la castañal. Iban conmigo otros niños del pueblo. Bueno pués lo que pasó, fue que el guarda de aquel entonces, que se llamaba Uvaldo, de Granucillo, nos pilló cogiendo las castañas del suelo y nos llevó con muy mala leche a la casa del alcalde para ratificar una denuncia, que de aquellos años nos puso de 50 pesetas de multa, o si no, nos decía que nos llevaba a la cárcel por ladrones. Una nieta del alcalde estaba con nosotros y yo vi como la llevaban para adentro, a la cocina y yo pensaba “a ella ya la llevan para la cárcel”. A mi se me mojaban los pantalones, pero no, ella estaba exenta de toda culpa por ser nieta del alcalde. Cuando mi madre se enteró, después de un buen rato que nos tuvo allí, muertos de frío y con los pantalones mojados, vino a buscarme y pensé que me esperaban otras “castañas”. Pero no, les puso a parir al Guarda y al señor alcalde por la acción desmesurada que ellos habían tenido para con unos niños que no habían cometido ningún delito por coger castañas del suelo de las castañales.
Desde
aquel momento no era mi madre solamente, era mi héroe, por que había
defendido a su hijo como solo una madre sabe hacer, pero las 50
pasetas las pagó de multa y eso lo odié toda mi vida, la injusticia
no la he soportado desde encontes y es que por aquellos años
cincuenta aquellas 50 pesetas debía ser lo que mi padre ganaba de
jornal mensualmente.
*Hermandad, en este artículo.
2 comentarios:
Porquè quitaste los nombres??
Hola, Sentido Común, me alegro de que lo hayas leído. No me puse en contacto contigo porque... no sé quién eres!!!! Espero que no te importe que haya puesto tu anécdota y si te molesta, lo quito y ya está.
Los nombres, como he puesto, los he quitado porque sé, fijo, que alguna de las personas nombradas no querrían ser citadas aquí, así que mejor así.
Tu anécdota es buena representante de un tiempo donde los que mandaban, mandaban y a los demás, como dices, les quedaba poco más que la dignidad, como demostró tu madre.
Un saludo.
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