9 de febrero de 2012

Cuando salí de Ayoó

Yo soy hija de la emigración, de la ida de mis padres desde el pueblo hasta la industria vasca. Como ellos, entre los años sesenta y setenta el pueblo quedó casi vacío de una generación de jóvenes y no tan jóvenes, que buscaron un sustento que no tenían en el campo. Los destinos fueron el País Vasco (concentrados casi todos en Vitoria, margen izquierda -Santurtzi, Portugalete, Barakaldo, Bilbao... Sestao se quedó entero para los de Congosta!-, Sondika, Eibar y Ermua); cinturón industrial de Barcelona y Madrid. También hubo quien marchó al extranjero, a Alemania, Francia, Suiza... De estos, los que se fueron más lejos, una buena parte volvió al pueblo tras ahorrar unas perras, otros quedaron allí, donde formaron sus familias.

Pero hubo una anterior ola migratoria, en los años 20-30, que llevó a muchos ayoínos a cruzar el Atlántico en busca de trabajo en Sudamérica, sobre todo en Cuba y en Argentina. Al repasar los carpinteros que hubo en Ayoó nos dimos cuenta de que muchos de ellos habían “hecho las américas” y así, con la memoria de mi padre, hicimos un repaso de los que habían marchado en aquel tiempo.

Maletas de madera como esta eran las que llevaban los sueños de aquellos
que salían de Ayoó.
(Fotografía de la web de Blesa, Teruel)


Cuba fue un destino preferente de los que marchaban. Tío Dionisio, hermano mayor de mi abuela Menta, fue de los primeros en irse a Cuba y trajo mucho dinero. Mi abuelo Teófilo, el padre de Quico, Fulgencio y otros muchos fueron sobre los años 29-30 y ya no hicieron dinero.



Como contamos en el artículo de los carpinteros, allá se fue el Ti Virgilio, donde aprendió el oficio que luego practicó en Ayoó hasta su muerte en el accidente de la bodega. También carpintero fue y en la isla estuvo Tío Aurelio, casado con Tía Kika, hermana de mi abuela Menta. De allí se trajo mucha herramienta para lo que sería su oficio.

Salida de trabajadores para Bélgica. Madrid, 25 de marzo de 1957.
Archivo fotográfico de la Agencia Efe.
Esta fotografía y otras muchas sobre la emigración de ayer y de hoy,
puede verse en el catálogo de la exposición "Memoria Gráfica de la Emigración Española"

A Cuba marcharon asimismo mi abuelo Teófilo y sus dos hermanos, Agustín y Manuel. Mi abuelo trabajó de camarero, en aquella Cuba de la dictadura del General Machado. Recordaba como llegaba gente al local y le decían, en puro diálogo peliculero “si alguien pregunta por mi, no me has visto”.

Manuel, Manolito le llamaban en Cuba, fue el primero de los hermanos en irse y por lo que se contaba en casa, era todo un figura. Era ebanista, de lo mejor de Cuba, pero también le iba la buena vida y la juerga. Tenía hasta coche en aquellos años. Se metía en líos y le sacaba el juez a cambio de que le hiciera muebles para su casa. Mi abuelo siempre dijo que era masón y que hasta tenía una contraseña para que solo entrasen en casa aquellos que él quería.

Mi padre recuerda una de las anécdotas de mi abuelo (¡cuántas me contó de aquellos años y qué poco recuerdo!): Un negro enorme le tiró un vaso de agua a mi abuelo y se enzarzaron, el negro le llamó a mi abuelo “gallego de mierda” y luego le dio unos cuantos golpes. Mi abuelo se lo dijo a su hermano y este fue a ver al agresor, que al ver que era él se disculpó inmediatamente, “ay, Manolito, que no sabía que era tu hermano...”.

Murió joven, de una enfermedad y allí, en La Habana, quedó enterrado. Un tío de Manolo Casado, el también carpintero de Ayoó, estaba en Cuba -mi abuelo ya se había ido- y escribió a la familia para decirles que el hermano fallecido había estado con una querida que le había sacado todo lo que tenía, que no le quedaba nada. Y así quedó la leyenda de Manolito en nuestra casa.

También falleció en Cuba un hermano de Tío Guillermo, llamado Juan y que llegó a formar una familia en Cuba, tenía mujer e hijos allí.

El Ti Valentín Barrio estuvo también en Cuba y trajo un trabuco que luego se usaba en las comedias.

Emigrantes rumbo a Argentina.


En Buenos Aires nació, por ejemplo, mi abuela Irene, la madre de mi madre. Su madre, la Ti Martina, había marchado a la capital argentina donde murió su marido, Pascual, mi bisabuelo. Luego volvieron al pueblo, donde cree mi madre que nacieron las otras hermanas de la abuela.


Aurelio Cortés, padre de César Cortés también marchó y se quedó a vivir allí, lo mismo que Pedro Carbajo Aldonza, un primo de mi abuela Menta, tío de Inocencia y Luis, que se quedó allí a vivir, donde formó su familia. Hace unos años, ya muerto el padre, los hijos vendieron las parcelas que tenía aún en el pueblo.


Buenos Aries fue tambien el lugar final para Pepín Alvarez, que estaba casado con una hermana de Asunción la de Delfín y tenían un chaval. Era hermano de Olegario, Vicente el Diablo y Bernardino y era muy listo para la madera, se le daba bien ese trabajo.


Un océano de por medio puso el padre de Maiximo, que se marchó cuando ya estaba casado y tenía a su hijo. Abandonó a su familia, se fue a Argentina y no se supo más de él.


Mujeres no emigraron muchas, aunque alguna hubo. Una de ellas fue una mujer de nuestra familia, Tía Andrea, la primera mujer de Tío Agustín, hermano de mi abuelo Teófilo. De tía era la casa que estaba donde ahora se alza el Ayuntamiento, heredada de su madrastra. Tía murió de forma prematura. Fue Cándida la de Francisco y le preguntó a Tío Agustín por ella y le dijo que estaba en la cama. Como no venía, fue a buscarla y se la encontró medio inconsciente, le había dado una trombosis o algo así. Fue mi padre a Santibáñez a poner un telegrama -la forma más rápida de comunicarse entonces- para avisar a los hijos. La pudieron mantener con vida hasta que ellos llegaron y justo después, murió. Tío Agustín se caso en segundas nupcias con Valentina, una mujer soltera, ya mayor, que vivía al final del Canto. También murió ella primero.

De otra mujer emigrante me habló su bisnieta, Conchi Riesco:


Mi bisabuela Concepción emigró para Brasil, entonces decían El Brasil, y allí nació mi abuela Josefa. Se llamaba Mª Concepción Quiroga y el bisabuelo Andrés Pontejo. Tuvieron dos hijos, Bernabé y Josefa Pontejo Quiroga. Él murió en Brasil, siempre oí que trabajó en el campo, en la caña de azúcar, no sé si mi imaginación ha ayudado, pero creo que así fue.La bisabuela volvió viuda y ya en el pueblo, se casó con su cuñado, hermano del fallecido, Domingo Pontejo, supongo que en un claro intento de mantener las fincas y demás dentro de la familia. El también era viudo, y aportó 4 hijos má: Teresa, Rosa, Ramiro y Manuela. El nuevo matrimonio tuvo a Cándida, a Cleofé, otra de mis tías preferidas, cariñosa, trabajadora y con humor, madre de Pilarín-Concha, la de Antonio, a Ludivina, madre de Ventura, y a Emiliana, que se casó con un gallego, Darío, y aún viven y la veo por las fotos de mi prima Mª Cristina Alonso en Argentina.
Curioso fue el caso de Antonio El Carabinero, que estuvo en Buenos Aires y vino ya muy mayor, al menos con 75-80 años y se casó con una de Molezuelas ¡y la dejó embarazada! Le decía Tina Roca “es usted tizón viejo” y él le contesestaba, ya verás, ya verás...


En mi casa recuerdan como otra de las hermanas de mi abuela Menta, Tía Viviana, fue rondada por un chico llamado Felipe (“Felipe Pilila le llamábamos”, recuerda mi padre) y le dijo que se casaban y se iban a Buenos Aires y ella dijo que nones, que no se iba del pueblo. Y no se casó (con él, al menos...)


Joaquín Alonso es otro de los ayoínos que llegaron a Buenos Aires. Marchó ya bastante mayor y fundó una familia en el país argentino con la que siempre hemos mantenido un gran relación a través de este mundo de internet. Por ello, hemos pedido a uno de sus hijos, que nos haga una semblanza de su padre, de cómo les hablaba él de Ayoó, como vivía el estar allí, tan lejos de su pueblo del alma. Pero esto, para el siguiente capítulo.


No muy común fue el caso del Ti Luterio, que era de San Pedro de la Viña, aunque se casó en Ayoó. Emigró a Nueva York y trajo buenos dineros con los que se hizo la que en su día fue mejor casa del pueblo. También trajo el gramófono, del que ya hablamos en su día en Avantales.


Emigrantes bajando del barco, en Buenos Aires, a comienzos de siglo.


Entonces aviones había, pero solo al alcance de los más adinerados, así que el salto a América se hacía en interminables viajes en barco que tardaban semanas en llegar. Mi abuelo hacía la comparación del barco “que era más grande la Iglesia” y donde había cines y comedores y dormían en camarotes, unos encima de otros.



Evidentemente, este no es un repaso exhaustivo. Si alguno de los que leeis el blog recordais alguna historia de emigración de un familiar y la quereis contar, ya sabeis...

1 comentario:

IRM dijo...

En la Web de Ayoó (http://www.ayoodevidriales.com/comment/30#comment-30) han dejado este mensaje:

para I R M decirle de de lo que cuenta de los emigrantes quiero decirle que algunas cosas no son ciertas pues el señor Aurelio Cortes no se quedo por allí que se quedo un hermano que se llamaba Pedro. Y de lo que dice de su padre que fue a Santibáñez a poner un telegrama para avisar a los hijos de su tio Agastin te diré que le preguntes a tu tío Ismael quien fueron con la vici denoche y al no poder poner el telegrama alquilaron el camión de Valentin el de Sampedro y con el fueron a buscar a Maximiliano y su hermana Maria . Tu tío te dirá quien fue el otro ciclista un saludo

Lo traslado aquí para contestar, lo que pueda, que es el lugar más adecuado. Lo primero decir que si algún nombre está trastocado, seguramente sea culpa mía, que no lo he cogido bien o lo he confundido en la transcripción. Lo hacemos por el método antiguo: mi padre habla y yo apunto y a veces, pués eso, que no apunto bien. De todos modos, le comento a él ambas puntualizaciones y a ver qué me dice. Un saludo y gracias por el comentario. Si está mal recogido, se corrije y que quede bien escrito lo que pasó!!!!
Un saludo.