Una costumbre que se ha mantenido hasta hace poco durante la misa de San Mamés era que la gente echase dinero "y ofreciese".
El sacerdote tomaba la talla del Santo y la llevaba hasta la mesa del altar. Decía en voz alta "¿quién ofrece para colocarlo en el altar?" y el que ofrecía, ponía el dinero y levantaba la figura. Entonces el cura esperaba hasta que aparecía otra persona "que ofrecía".
Esta costumbre terminó, como la de "la función de San Bartolo" de la que hablaremos más adelante, con el párroco actual, Don Víctor, que no la consideraba adecuada supongo, y esto es opinión personal, por ese cierto tufo de exhibicionismo del dinero que muchos hacían en el acto. Ahora las aportaciones de dinero para San Mamés se hacen de manera más discreta, en un sobre anónimo. Eso sí, la decisión no es compartida por muchos vecinos del pueblo que consideran una cierta intromisión en sus costumbres que ya no se pueda hacer (y he hablado con gente realmente enfadada por este tema, lo aseguro!).
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