El incendio de la Peña de San Mamés de este verano ha dejado un panorama negro y desolador. Pero tiene una historia detrás, también negra, pero otras razones.
Hace unos años, en las exposiciones de fotos antiguas que
organizaba Perafondo (ojalá se recuperen), encontré una imagen en la que se
veía a varios jóvenes con un cura. “Uy, esto es lo de la revuelta de los
pinos!!” me dijeron y ahí me empezaron a contar un historión que nunca había
escuchado y del que he podido reconstruir lo que ocurrió, aunque con versiones y
detalles diversos.
La foto es esta y los que están en ella son: Ramiro Casado,
Antonio Cano, Juanito, Alejandro García, José Zapatero (arriba) y Herminio Tábara,
Joaquín Barrio, el sacerdote Don Salvador y Plácido Gutiérrez (abajo). Curioso
que aún sigamos usando el Don para los sacerdotes y no para los entonces chavales…
pero bueno, así me los presentaron.
Por lo que me han contado llegó una orden de gobernación
anunciando que se iban a plantar pinos en tierras que los vecinos pastoreaban y
aprovechaban forestalmente. Primera duda, si era la Peña San Mamés o si era la
Peña Santiago (donde está el punto de vigilancia de los guardias de los
montes). La segunda era una zona en la que como digo, los vecinos llevaban a
pastorear los ganados (estamos hablando de unos años en los que había vacada,
cabreada, yeguada y rebaños de ovejas), además de aprovecharse para sacar leña.
Entonces había mucha gente en el pueblo y los recursos eran limitados así que
quitar todo ese espacio aprovechable para poner un cultivo de pinos era hacer
una faena a todos los habitantes.
El caso es que el pueblo estaba en desacuerdo con la decisión
y cuando llegó un mandamás desde Zamora, los ánimos de exaltaron y llegaron a
cercar el coche en el que venía, lo zarandearon y lo apedrearon. La cosa se
puso fea…
Aquí no sé muy bien como sigue la historia, no sé si fue en
ese mismo momento o si fue en días siguientes, pero el caso es que vino la autoridad
a detener a los cabecillas. Como la revuelta fue bastante general, era difícil
identificar a quien la había puesto en marcha (que igual no fue nadie en concreto,
ya se sabe como van estas cosas en masa) y decidieron llevarse detenidos a un
grupo de los más jóvenes.
Como digo, esta detención no sé si fue en el momento o si
fue más tarde, porque hay quien me ha contado que a su madre y su tío, siendo
niños, les mandaron tocar las campanas cuando llegaban “los de Zamora”, y que
fueran bien agachados para que no les vieran.
Los chavales fueron detenidos y aquí hay versiones
diferentes. Según una, los llevaban en un camión detenidos, pero no para ir a
la cárcel, si no directamente, para ser fusilados a la salida del pueblo. Tal
cual. Y ahí fue cuando uno de los curas familiar de Plácido, Don Salvador, el
que está en la foto, hizo honor a su nombre y se plantó delante del vehículo y
dijo que no se llevaban a nadie y paró la ejecución. Este hombre era un peso
pesado en la curia española, había llegado a confesar a Franco, así que su
palabra era ordeno y mando.
La otra versión nos habla de que fueron llevados a Mahón, a Baleares, o que iban a ser llevados hasta allí, que era un cárcel paso previo al fusilamiento. Y estando allí, tanto el Don Salvador como su hermano, movieron sus contactos para poder sacarles del dramático momento.
Aunque el movimiento tuvo apoyo en casi toda la población,
no tuvo una unanimidad completa en el pueblo. La parte más “facha” apoyó el
castigo a los jóvenes y se recuerda, con nombre y apellidos (aunque no lo voy a
decir) a una mujer gritando enfurecida “matadlos, matadlos”.
Al parecer todo esto pasó a comienzos de los 50. Entonces
era alcalde Antonio Tostón, conocido como Antonio Monedero. Él no estuvo en
absoluto de acuerdo con lo que se hizo y renunció a su cargo. Le sustituyó
Laurentino, que estuvo en el puesto hasta la llegada de la democracia.
Y esta es la historia, más o menos reconstruida, del Fuente
Ovejuna ayoíno. Extrañamente, hasta ver la foto, no supe nada de este episodio.
Mis padres, que son la fuente de la que se nutre este blog, nunca me lo
mencionaron. Creo que mi padre quizás estaba en la mili cuando se produjo este
episodio y mi madre tampoco me lo había mencionado nunca, así que para mi este casitodos
a una, fue toda una sorpresa.
En la exposición había también un pequeño poema dedicado a este momento. No sé quién lo ha escrito, este es el texto:
RECUERDO
Un grito ahogado,
palabras mudas
en las oscuras cocinas…
Solo el resplandor
de un fuego lento,
intenta calmar
el grito ardiente
ante la injusticia.
Un pueblo UNIDO
ante la protesta.
Pero un pueblo… MUDO
ante el miedo.
Largos días y noches
esperando en silencio
que la agonía terminara…
Allá en el fin del mundo,
ALGUIEN oyó el grito desgarrador
de personas sencillas y humildes.
Logrando sacar a todos
del pozo profundo de la muerte.
Tras todas estas vicisitudes se acabaron plantando los pinos en la Peña San Mamés. Allí trabajaron hombres haciendo las hoyas y mujeres plantando los pinos. Hay una fotografía, que también llevaron a la expo de Perafondo, en la que se veía a un buen número de ayoínas en esa labor.
Lo cierto es que los pinos de la peña siempre han sido bastante ruines, que decía mi abuela... retorcidos, delgados, pequeños... no sé cuál fue la idea inicial de ponerlos, si la explotación madedera o qué, pero esos árboles siempre han estado ahí y no se han talado. Incendios, además del del verano, ha tenido bastantes, ninguno tan grande como este, que arrasó toda la superficie de la montaña, pero más pequeños ha tenido bastantes.
Los pinos de la Peña empezaron de mala manera y siguieron de forma parecida... diríase que son los pinos malditos.
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