Uno de los juegos preferidos de los
niños (con o, los varones) de la época de mis padres era el de los cartones. Cartones
que no eran otra cosa que las cajas de cerillas, la envoltura de
papel. Se recogían aquellas que se usaban en las casas pero también
se compraban, una perra gorda o dos, por un ciento de cartones. Mi
padre recuerda que él apañaba “los de tía Agustina y tía Quica,
que no tenían hijos pequeños y me los guardaban”.
“Llevábamos los cartones vacíos en
el bolsillo, aplastados... también los guardábamos en el pupitre de
clase o en escondites que teníamos por la calle. Decíamos, vamos a
jugar a los cartones y ya nos poníamos todos los rapaces”.
Se jugaba con las tajuelas, que eran de
piedra planas o bien de hierro, sacadas de los arados, de las que se
rompían de la cuchilla.
Se jugaba “a matar la tajuela”, que
según me explica mi padre era hacer un cuadro en el suelo y marcar
una raya. “Decíamos, ¿a cuánto se pone, a dos? Nos poníamos a
cuatro o cinco pasos, se tiraba y el primero que con una tajuela le
daba a los cartones que estaban dentro y salían eran para ti. Se
tiraban los turnos según quedaba la tajuela cerca de la raya”.
También se jugaba “a la monta”, si
quedaba encima la tajuela, te llevabas el cartón de otro.
“Recuerdo un enfado muy gordo de
Fermín, el de Trini, con este juego de los cartones. Era un crío de 10 años y
había perdido todo su capital de cartones en el juego. Fue donde el
Ti Germán, que era su tío e iba como disimulando, hola tío, qué
tal, venia a veros... hombre, chaval, qué quieres... quieres comer,
quieres un mordín de chorizo? Y Fermín, bah, pan y chorizo, bah...
¿Quieres una perra gorda?... Bah, una perra gorda se tira y se
pierde... bah... y al final ya el ti Germán le dijo a la mujer
“anda, dale un real al rapá” y ya contento, con lo que había
conseguido decía, Ah, bueno, ya un real, eso ya es algo... el Ti
Germán era muy chistoso contándolo y a Fermín le sentaba muy mal y
no quería que se lo recordasen".
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