La radio era el mejor recuerdo de lo que un día fue el café que mis abuelos tuvieron en los bajos de su casa. Aquí, Oier, inspeccionando cuando era un pequeñín (ya entonces le gustaban los cachivaches electrónicos)
El café más lejano del que tengo recuerdo es el de mis abuelos.... un café (ni bar ni taberna) que me ha acompañado a través de los recuerdos que había en la casa: una habitación grande, alargada, que ocupaba toda la parte de abajo de la vivienda; un montón de mesas largas que nos pedían para las bodas; muchas sillas con los tornillos ya flojos que te pellizcaban el culo al sentarse, bancos...
Esta mesa ha presidido numerosas bodas en Ayoó, siempre era pedida. A su lado, bancos de los que también había en la casa de los abuelos. Ahora todos ellos, y el escañil que se ve al fondo y que antes acompañaba la lumbre de la cocina de mis abuelos, aún aguantan dando servicio en las meriendas de la bodega.
El café de mis abuelos no tenía muchos lujos: café, cartas y... la radio que mi abuelo Teófilo trajo de La Bañeza, una Phillips que fue de las primeras del pueblo (1). En aquella época era, para muchos, la única forma de enterarse de lo que pasaba por el mundo, de la música que sonaba... Cuando se dejó el negocio, la radio seguía teniendo un lugar destacado en la cas, primero en el comedor, el antiguo café, en el estante que ocupó durante años, y después en la alacena de la cocina, donde mi abuelo, incansable madrugador, escuchaba las noticias junto a la lumbre.
Realmente, esta no es la radio original, que terminó despiezada por mi hermano y cuyos restos andan por algún lugar de nuestro desván. Esta es la segunda radio que hubo en la casa de los abuelos, hoy limpia y reluciente, aunque ya no funciona.
La actividad en el café era más calmada que en los bares de hoy: los clientes se sentaban en las sillas y pedían vino málaga, del dulce, galletas de coco, de las alargadas y café. Se pedía, una peseta de galletas y un vasito de vino que era como un chupito de los de ahora. Las gaseosas que se gastaban las traía mi padre desde Pinilla o Nogarejas.
El café estuvo abierto hasta los años 60, durante unos quince años aproximadamente. Aunque no daban comidas, la abuela cocinaba para aquellos conocidos que venían de lejos a hacer una visita o a amigos de amigos o al final, a todo el que lo necesitase... y durante los años de la postguerra, aquel café y aquellas cazuelas, calmaron el hambre de muchos chavales del pueblo que en sus casas poco encontraban que llevarse a la boca.
Otro bar del pasado es el del Ti Ismael Ferreras, que se encontraba al lado del actual bar del Canto y que también tenía algo de tienda. Y como comentamos en el artículo de las tiendas, también en la de Arcadio se podía tomar una cerveza, aunque no era un bar propiamente dicho.
Mi tía Paulina tuvo el bar que estaba en la casa situada frente al Ayuntamiento actual (en la foto). Estuvo unos dos años y a veces también vendía pescado allí.
Durante años, el bar del pueblo por definición fue el de Asunción (con ella tras la barra o su hija Gloria y su yerno Andrés), en la plaza de la Audiencia, primero con el mostrador a la izquierda, según se entra, luego a la derecha.
El bar dejó paso al pub, que estaba en la otra parte de la casa y al que se accedía por el callejón que hay junto a la casa de Olegario. El pub me pilló con quince años y fue toda una sorpresa llegar al pueblo con mis amigas santurzanas y encontrar semejante novedad, con una pequeña cabina para el DJ-Javi, unos taburetes que nos venían estupendamente para las “abuelas”(2) de última hora y la zona de los reservados...
Con todo eso en la cabeza no hay más que poner el We are the world o el Vamos a la playa (tuneado por el “vamos a Requeijo” y ya está servida la nostalgia adolescente...)
En el edificio del antiguo ayuntamiento lleva años el bar municipal que ha pasado por diferentes manos: Antonio y Tita; Teo e Isa, con mucho tirón entre los más jóvenes; y ahora con Antonia y Pepe y recién renovado.
Y el bar de arriba, el que hace ya un buen montón de años pusieron en marcha Loli y su difunto marido, Agapito, y que en los dos últimos veranos ha sido llevado por Beni y Javi.
Tanto en uno como en otro han discurridos mis veranos ayoínos, vacaciones de Semana Santa, alguna Navidad... muchas risas en la puerta, muchos vermutitos los domingos, la cerveza de entre semana con su tapita, kilos de pipas, partidas de cartas, de billar, de futbolín (ay, qué pena que no los saquen ya), la espera de las noches de verano para ver con quien bajábamos a Santibáñez, la lectura del periódico atrasado, las llamadas a casa en las cabinas de teléfonos de pasos, el gentío de San Bartolo, la estufa en tiempo frío, los carteles cutres de las discos de Santibáñez... ay, cuánto que recordar en los bares de Ayoó...
(1) Había puesto que la radio del café de mis abuelos fue la primera que hubo en el pueblo, pero ahora me comentan que posiblemente la primera primera fue una que llevó un vecino, sacerdote y comandante del Ejército en la Maestranza de León. La mandó hasta Fuente Encalada y allí la recogió un familiar que la fue a buscar con la caballería (aún no iban coches al pueblo).
(2) La abuela, el juego típico del pueblo para emborracharse entre colegas... aquello de “la abuela al morir tres vasos de vino dejó... cómo qué tres! Cuántos pués?” con sus variantes de “los limones” (un limón medio limón, dos limones y medio limón) o “los marcianitos” (marcianito número uno llamando a marcianito número tres...) o cambiar el número por el mote familiar de cada uno (esto ya para iniciados, jaja!!!)
2 comentarios:
Si fue agradable recordar en tu anterior post sobre las tiendas... en este otro no lo ha sido tanto.
Sabes que me encanta la nostalgia pero no tanto el discurrir del tiempo y las continuas alusiones a lo vivido por ambos hace "titantos" años me hace darme cuenta de lo mayor que estoy ya, de que se acerca la cuesta abajo, de que el sol (y mas de cien estrellas) está pasando por la puerta y ya sabes que esto me sume en mi estado depresivo más radical.
¡¡¡ Como pasa el tiempo !!! y al pasar ¡¡¡ como lo cambia todo !!!. Aquellos bebedores, algunos fumadores y todos gamberretes compulsivos se han transformado hoy en padres de familia. Aquellos "ladronzuelos" de huerto ya no suben a los árboles por miedo a espasmos musculares. Los expertos jugadores de abuela ahora ya no llegan ni al nivel de iniciados; no porque se les haya olvidado jugar (eso nunca), lo que ocurre es que ahora juegan mirando de reojo la botella, deseando que se acabe para no beber mas de la cuenta, que luego pasa factura el colesterol y las gamma-globulinas que transforman los reconocimientos médicos en concesionarios de coche "tiene usted alto el colesterol, los triglicéridos y los GTT y los GTI" nos dice el médico.
Solo nos quedan las largas noches del mes de agosto para recordar. Recordar que alguna vez fuimos los más felices del mundo en un rinconcito de Zamora que no tenía playa, ni salas de juegos, ni banda ancha, ni casi teléfono. En este rinconcito jugamos, reímos, lloramos, amamos, nos prometimos amistad o amor eternos, pasamos las noches en vela diseñando obras de ingeniería gamberra, vivimos el primer amor, dimos el primer beso, rompimos pantalones y rodillas, cazamos pájaros y ranas, nos bañamos en Requeijo y el Pilo, comimos y nos embadurnamos con chocolate (algunos incluso lo fumamos),... Cualquier tiempo pasado no fue mejor pero si mas divertido.
Lo ves ya me has puesto mas tontorrón que de costumbre.
Un saludo
Ay, ay, Trice, que te he puesto tontón eh? Bueno, no está mal recordar lo bueno de lo que pasó... y buscar lo bueno en lo que tenemos por delante. Las cosas cambian, nuestros gustos, nuestras circunstancias y lo bueno es estar a gusto con el momento presente. Yo ahora estoy en la fase de hacer presitas en los regueros, excursiones por Peñacabras y visitas diarias a los columpios del Coito... y me gusta, aunque sigo mirando atrás con una sonrisa de "ay, qué tiempos!!!!"
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