Ayoó también contaba con un buen número de negrillos, en los prados, en las zonas cercanas a regueros... personalmente recuerdo una buena olmeda que había en el camino al Cementerio. Hasta allí acompañaba a mi hermano para cortar ramas que dábamos de comer a los conejos de los abuelos. Ibamos, cortábamos un barcao y lo llevábamos a casa y siempre aparecían un montón de tijeretas (forficula auricularia) o, como las llamaba mi abuela y son más conocidas, los cortapichas.
La plaga también llegó a Ayoó y los grandes negrillos fueron cayendo uno a uno hasta casi desaparecer. Hacía años que no veía uno, los daba ya por perdidos y mira por donde, un día, subiendo la calle que lleva precisamente su nombre,

