Estamos en Cuaresma...
aunque ya a pocos les importe o incluso lo sepan. Pero hace unos años
era una época bien marcada por los curas que intensificaban su gusto
por el sacrificio, la confesión y el amedrentamiento. En esos días
se hacían “confesiones generales”, como cuenta en su blog el
profesor Pérez Mencía: Eran días en los que casi todo giraba en
torno a la iglesia y era el momento apropiado para que los fieles
cumpliesen con la ley eclesiástica obligatoria de “confesar y
comulgar una vez al año y, a ser posible por Pascua Florida.
Para estas confesiones
generales se producía toda una movilización sacerdotal: al párroco
del pueblo se sumaban los de los pueblos de alrededor (entonces había
uno en cada localidad, no como ahora que un solo cura cubre doce o
quince pueblos) o los religiosos que habían dado “las misiones”.
Alberto Alonso que, como
sus hermanos, fue monaguillo de Don Ezequiel, recordaba aquellos
tiempos: “Ponían un día de confesión, el sábado y los
monaguillos teníamos que coger el nombre de los que no iban a
confesar”. Si no se cumplía con la confesión a la persona le caía
una multa, generalmente en especie para el cura, o se le ponían
pegas no poder apadrinar a un niño.
En ese momento el
protagonismo era para los confesionarios, esa pequeña cabina en la
que el sacerdote escucha los pecados de cada persona, le da la
penitencia y le absuelve de todos sus pecados.
Del protagonismo que
tenían los confesionarios en esos días se ha pasado a que sea un
objeto casi en desuso que encontramos en un rincón del templo. El de
la Iglesia de Ayoó está a la derecha de la puerta de entrada, y
está flanqueado por dos reclinatorios.
El reclinatorio, la silla
baja para arrodillarse en la que se ponía el confesante. Antaño,
había familias que tenían sus propios reclinatorios y se acercaban
con ellos a la misa del domingo o al rosario.
También los niños, en
sus comuniones, adornaban los reclinatorios con sábanas y
flores.
Ahora se usan en algunas celebraciones, como en Semana Santa, cuando se pone un altar dedicado al Santísimo en un lateral del templo.
Pero como otras muchas costumbres ligadas a la religión, los
reclinatorios han ido desapareciendo de la vida cotidiana.
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