17 de enero de 2012

Crueldad

En el anterior post de los gatos no quise manchar a los preciosos mininos con una historia que me contó mi madre, ocurrida este año: fue a tirar la basura y se encontró con que alguien había echado unos gatitos al contenedor (estaba vacía, cayeron abajo del todo) y allí estaban, desgañitándose, maullando como locos, asustados, condenados a una muerte cruel...


Que los gatitos del pueblo tienen la suerte marcada lo sabemos todos. Solo uno o dos ejemplares de cada diez o doce camadas podrán sobrevivir, se les dejará para que se queden en la casa generalmente para sustituir a un gato viejo desaparecido. Yo misma he elegido quien iba a vivir y quienes, a pesar de ser tan tiernos, tan bonitos, iban a morir. Es duro pero así es. Lo que no es necesario es ser cruel, hacer sufrir a los animales de forma innecesaria, dejarlos abandonados sabiendo que morirán de hambre o, como en el caso que me contó mi madre, tirados como basura al contenedor a la espera de que la falta de comida o un buen bolsazo terminase con ellos. La naturaleza ya es lo suficientemente cruel, no hace falta serlo aún más.


Liso tuvo suerte, fue el elegido para seguir en la casa.

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