Mis padres recuerdan septiembre como el
mejor mes, “el que menos apuro había y cuando aún teníamos buen
tiempo”.
En una de las respuestas un vecino del pueblo recuerda como eran aquellas labores y, supongo que no le importará, lo recojo aquí: “(...) todavía recuerdo cuando los hacia en el Robledillo, pues ibamos mi hermano y yo mas chulos con el saco de paja y la horma (adobera) de hacer los adobes, el barro lo cavabamos allí en el mismo sitio donde los hacíamos, había que echarle bastante paja y amasar bien el barro, parece que estoy viendo las filas de adobes y me dan sudores, en Ayoó sabes que hubo un tejar, entre la carretera y el molino Riñón, hacía las tejas Antonio, el marido de Sofía La Bartola, fui muchas veces a ver como las hacia. Eran curvas, pera la horma era plana, en una mesa ponían la horma que era de hierro mas ancha a un lado que a otro, una vez que metían el barro y lo apretaban bien, lo corrían sobre la mesa hasta la horma curva que le daba la forma a la teja,se dejaba secar y después al horno a cocer. De tapias también te puedo hablar en mi casa las hicieron entre otros Santiago el de Genoveva cuando aun estaba soltero. En esto entra la tierra húmeda las costanas y los anclajes, después las talegas y las escaleras, dos personas con mazos apretando la tierra y dos subiéndola, todo un arte, la maquinaria era tecnología punta, brazos y mas brazos, sudor y más sudor, pero creo que eramos más felices”.
También recogí cómo se hacían los adobes y las herramientas utilizadas para esta labor, cuando visité el Museo Etnográfico de Zamora. Este era el artículo: Las cosas del museo (2) Aquí.
Otra de las tareas era la de meter “la
mimbre” a ablandar, a “enriar” en pozos de agua, para
ablandarlo, como ya contamos cuando hablamos de la cestería.
“Se ponían unos ataos de mimbre y
con piedras para que se ablandaran y se dejaban allí unos 20 días,
en el reguero del Ti Carbajo, en el Puente la Flora. Había varios
vecinos que trabajaban muy bien el mimbre, como el Ti Indalecio, el
Ti Felipe Lobo o el Ti Pedro Alonso”.
Con este último, cuyo apodo era Macarrones, tuvo mi padre una de esas historias de niños de entonces y que bien podía haber incluido en el post sobre sus travesuras. Así me lo contó: “fui a encargarle unos talegones de parte de abuelo y cuando llego me dice él, “anda, mira, si viene cucharilla” y yo, que era un rapá, me envalentoné y le empecé a recitar “macarrín, macarrón, Barrancos de la Corte, pajarín morín...”. Una cancioncilla que, lo aseguro, aún hoy recita de vez en cuando.
Y era fino mi padre, porque también me señala que en otra ocasión fue a los mimbreros del Ti Argimiro que había en el camino a Congosta y le pilló enredando. Le chilló y yo le contestó con un “Ti Argimiro, usté me toca los cojones, los riles y los huevos” y se quedó tan ancho.
Aún así había muchas tareas que
hacer: se majaban las habas, las alubias, se sacaban las patatas y “a
últimos del mes echábamos el mineral”.
Mis padres majando garbanzos arriba y limpiando alubias abajo. |
Estos son los días en los que se cogen
los pimiento, se asan y se hacen conservas.
Empiezan las uvas y se
apartaban uvas para llevar a casa antes de la vendimia. Se apartaban
las mejores y se colgaban de unas espinas y de puntas para que se
conservaran y se comían así, desecadas.
No tengo ninguna foto de las uvas colgando de las vigas, aunque es una imagen que tengo en la memoria pues la casa de mis abuelos estaba llena de ellas. He encontrado estas colgadas en una casa tradicional en Campo de Criptana, Ciudad Real. |
Unas se ponían en paja y
otras en cañas y también se colgaban en las vigas de una punta o de
un ramo de espino. “En octubre, cuando íbamos a sembrar y
llevábamos una cesta para comer. Duraban mucho así, mira que yo iba
a casa de tía Quica, que no tenía hijos y comía uvas de estas
hasta Navidad”, recuerda mi padre.
Las manzanas se quitaban a últimos de
septiembre o primeros de octubre, y se ponían en los colgaderos. Se
unían con un hilo por el rabo y se colgaban unos cuantos juntos del
techo para que se conservaran.
Una de las tareas de este tiempo era la
de hacer adobes para las casas. Como me cuentan en casa “se hacían
en Requeijo y en las eras de arriba, en las llamas de la zona del
Robedillo, por el camino de las cuevas pero por abajo. Se cogía la
paja, el barro y con una adobera se apretaba bien y se dejaba secar”.
En el blog del Ti Joaquín se dedicaba
un post a las construcciones de barro, interesante como siempre, aquí.
Aquí, otro de sus detallados artículos sobre el tema.
Adobera. Web Museo de Arrabalde. |
En una de las respuestas un vecino del pueblo recuerda como eran aquellas labores y, supongo que no le importará, lo recojo aquí: “(...) todavía recuerdo cuando los hacia en el Robledillo, pues ibamos mi hermano y yo mas chulos con el saco de paja y la horma (adobera) de hacer los adobes, el barro lo cavabamos allí en el mismo sitio donde los hacíamos, había que echarle bastante paja y amasar bien el barro, parece que estoy viendo las filas de adobes y me dan sudores, en Ayoó sabes que hubo un tejar, entre la carretera y el molino Riñón, hacía las tejas Antonio, el marido de Sofía La Bartola, fui muchas veces a ver como las hacia. Eran curvas, pera la horma era plana, en una mesa ponían la horma que era de hierro mas ancha a un lado que a otro, una vez que metían el barro y lo apretaban bien, lo corrían sobre la mesa hasta la horma curva que le daba la forma a la teja,se dejaba secar y después al horno a cocer. De tapias también te puedo hablar en mi casa las hicieron entre otros Santiago el de Genoveva cuando aun estaba soltero. En esto entra la tierra húmeda las costanas y los anclajes, después las talegas y las escaleras, dos personas con mazos apretando la tierra y dos subiéndola, todo un arte, la maquinaria era tecnología punta, brazos y mas brazos, sudor y más sudor, pero creo que eramos más felices”.
También recogí cómo se hacían los adobes y las herramientas utilizadas para esta labor, cuando visité el Museo Etnográfico de Zamora. Este era el artículo: Las cosas del museo (2) Aquí.
Talega. Fotografia de la web del Valle de Valderde (Zamora). |
Con este último, cuyo apodo era Macarrones, tuvo mi padre una de esas historias de niños de entonces y que bien podía haber incluido en el post sobre sus travesuras. Así me lo contó: “fui a encargarle unos talegones de parte de abuelo y cuando llego me dice él, “anda, mira, si viene cucharilla” y yo, que era un rapá, me envalentoné y le empecé a recitar “macarrín, macarrón, Barrancos de la Corte, pajarín morín...”. Una cancioncilla que, lo aseguro, aún hoy recita de vez en cuando.
Y era fino mi padre, porque también me señala que en otra ocasión fue a los mimbreros del Ti Argimiro que había en el camino a Congosta y le pilló enredando. Le chilló y yo le contestó con un “Ti Argimiro, usté me toca los cojones, los riles y los huevos” y se quedó tan ancho.
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