15 de marzo de 2009

El cupo

Tras la guerra, las autoridades pedían un cupo a los pueblos (1), por el que tenían que dar 20 o 30.000 kilos de trigo. Se hacía una Junta y se repartía la petición por los habitantes de los tres pueblos del municipio, Ayoó, Congosta y Carracedo. La Junta la componían el alcalde y tres o cuatro vecinos más. Le ponían una cantidad a cada uno y le hacían llevar lo que habían pedido: si era trigo, a la fábrica de Santibáñez, si eran patatas, a un lugar de recogida en Carracedo. Cada uno tenía que dar lo que fuera, 200 o 300 kilos de patatas, por ejemplo, y lo pagaban a precio de coste, es decir, casi nada, lo mínimo. Lo mismo que te pedían las patatas, te cogían una oveja a precio de tasa y en una época, a quien tenía una novilla e iba a vender la vaca vieja, se la quitaban también.

Un año, mi abuelo Teófilo había pagado en invierno y resulta que en mayo le vino otra vez un segundo cupo, y enfadado, decidió protestar a su modo, tal y como recuerda mi padre: “Abuelo me llevó hasta la bodega, donde habíamos metido las patatas en el hueco al que va el vino y cogimos todas las patatinas más pequeñas que encontramos. Cuando las entregamos, el oficial se encaró con mi padre y le dijo que a ver qué era aquello que daba. Abuelo le dijo, patatas y además, las segundas que doy, que ya había pagado mi cupo. Tío Agustín dijo que él había tenido que comprarlas (al estraperlo) y tuvo que escuchar que si le llega a ver hacer la compra, encima le pone la multa por comercio ilegal”.

Continua contando mi padre: “Había unos a los que conocíamos como los delegados. Venían disfrazados a los pueblos para saber qué tenían unos y otros, y a nada que sabían lo que tenías en casa, te lo llevaban, te lo cogían para la intendencia. Abuelo nos tenía enseñados para decir que no sabíamos nada, que no teníamos nada en casa, ni alubias, ni garbanzos, ni patatas... Uno de estos delegados era el Ti Remigio, que vino una vez a casa preguntando pero yo, que era un crío, solo le dije que mi padre estaba en una tierra y que si quería algo, que le preguntase a él. Y hasta allí fuimos montados en una burra blanca que llevaba y en cuanto le vio, le dijo Teófilo, bien enseñados les tienes que no me dicen nada, que lo que quiera saber te lo pregunte a ti".


(1) En 1937, en plena Guerra Civil, se crea en Burgos el Servicio Nacional del Trigo, un organismo que se encargaba de controlar la producción agrícola, la producción, compra y distribución de los cereales. Obligaba a los labradores a declarar y venderle a él, a precios fijados por la Administración unos cupos fijos de la cosecha. (Llucena, una historia de L'Alcalatén.Sociedad, poblamiento y territorio, de Joaquím Escrig Fortanete, pag. 562)

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