12 de abril de 2014

Máquinas de coser

Por fin me decidí a aprender a coser. Tantos años viendo a mi madre dándole a la máquina, sacando de sus manos prendas de vestir, toallas decoradas, sábanas, reparaciones en bajos, rotos y enganchones, por fin, ya digo, cogí la máquina y voy descubriendo sus secretos. Y como yo, parece que mucha gente ha vuelto a darle al pedal (eléctrico) y a la aguja para hacerse ropa, bolsos, adornos para la casa. Y no necesariamente se hace porque salga más barato si no por el gusto de hacer, de usar tus manos y tu cabeza para convertir una tela en algo usable. Ahí está quizás la diferencia con las costureras de antes, cuando tener una máquina de coser era más cosa de la necesidad.




En mi casa siempre ha habido máquina, una Singer puesta en una mesa de Sigma que mis padres compraron al poco tiempo de llegar a Santurtzi. Mi madre siempre ha sido mañosa y ya en el pueblo se hacía, a mano, su propia ropa, sin que nadie la enseñara, con su intuición. 



Al llegar, decidió comprar una máquina y aprendió de forma autodidacta, con la puntual ayuda del comercial de la Singer, que te daba las primeras nociones de cómo usarla. Con ella se ganó un dinerillo, cosiendo delantales para Quico, un vecino de Congosta que estaba aquí instalado y que fue también el que les prestó el dinero para comprar el piso. Durante años cosió delantales y los llevó en pesados fardos, andando, desde Santurtzi a Sestao.


Máquina de coser Wertheim, la de mi abuela, aún en uso. Se la compró mi abuelo y cose estupendamente. Ahora la tiene mi tía Paulina.






En las casas de Ayoó, las mujeres también han cosido a máquina. En muchas, muchísimas casas hay una máquina. Comprar ropa no siempre quedaba a mano y tener máquina facilitaba tener a la familia surtida de prendas. Incluso algunas mujeres cosían por encargo.

Esta foto la colgó en la página de Facebook de Santibáñez Marise Rey Majado. Es de un curso que la casa Singer dio en Santibáñez, en el comedor de la casa de su abuelo. No estaba fechada, pero por el aspecto, yo diría que es de los años 40, aunque me dice la persona que puso la foto que puede ser incluso anterior.
La máquina de coser era una oportunidad de trabajo para las mujeres y las marcas más conocidas organizaban cursos para que se aprendiera a usarlas y, claro, se compraran una. De ahí viene esta foto de mujeres cosiendo en un curso en Santibáñez. 


También mi padre me indicó que en este solar antes estaba la casa del Ti Valentín (el mismo que tenía la panera en la Audiencia) y que aquí venían a aprender a coser jóvenes como Elisa, Angélica, Aurea, mi tía Paulina. Les enseñaba Rosa, la hija mayor del Ti Valentín, que era modista.



Esta Singer no está en Ayoó, está en Donosti, en la casa de Loli, la madre de mi amiga Yosune. Ella, costurera avezada, apartó su máquina nueva y sigue cosiendo con su vieja Singer de cabeza negra, toda una joya.



Preciosa máquina Singer, original, con la que cose ¡¡a pedal!!  Marian, la hija de Matías y Eufemia.

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