Por fin me decidí a aprender a coser.
Tantos años viendo a mi madre dándole a la máquina, sacando de sus
manos prendas de vestir, toallas decoradas, sábanas, reparaciones en bajos,
rotos y enganchones, por fin, ya digo, cogí la máquina y voy
descubriendo sus secretos. Y como yo, parece que mucha gente ha
vuelto a darle al pedal (eléctrico) y a la aguja para hacerse ropa,
bolsos, adornos para la casa. Y no necesariamente se hace porque
salga más barato si no por el gusto de hacer, de usar tus manos y tu
cabeza para convertir una tela en algo usable. Ahí está quizás la
diferencia con las costureras de antes, cuando tener una máquina de
coser era más cosa de la necesidad.
Al llegar, decidió comprar una máquina y aprendió de forma autodidacta, con la puntual ayuda del comercial de la Singer, que te daba las primeras nociones de cómo usarla. Con ella se ganó un dinerillo, cosiendo delantales para Quico, un vecino de Congosta que estaba aquí instalado y que fue también el que les prestó el dinero para comprar el piso. Durante años cosió delantales y los llevó en pesados fardos, andando, desde Santurtzi a Sestao.
Máquina de coser Wertheim, la de mi abuela, aún en uso. Se la compró mi abuelo y cose estupendamente. Ahora la tiene mi tía Paulina. |
En las casas de Ayoó, las mujeres también han cosido a máquina. En muchas, muchísimas casas hay una máquina. Comprar ropa no siempre quedaba a mano y tener máquina facilitaba tener a la familia surtida de prendas. Incluso algunas mujeres cosían por encargo.
Esta foto la colgó en la página de Facebook de Santibáñez Marise Rey Majado. Es de un curso que la casa Singer dio en Santibáñez, en el comedor de la casa de su abuelo. No estaba fechada, pero por el aspecto, yo diría que es de los años 40, aunque me dice la persona que puso la foto que puede ser incluso anterior. |
También mi padre me indicó que en este solar antes estaba la casa del Ti Valentín (el mismo que tenía la panera en la Audiencia) y que aquí venían a aprender a coser jóvenes como Elisa, Angélica, Aurea, mi tía Paulina. Les enseñaba Rosa, la hija mayor del Ti Valentín, que era modista.
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