Una de las cosas más curiosas que me ha ocurrido con el blog fue dar con una imagen desconocida para la propia familia. Hice una entrada sobre un ciego que iba cantando coplas por los pueblos. El era conocido como Vasallo, Joaquín de nombre, y venía con una mujer que yo pensaba que era su esposa pero resultó ser su hija.
DE CIEGOS Y LAZARILLAS
Son los caminos oscuros, cerradas las sendas;
los pasos, cada instante, son solo tropiezos.
Sueño con la luz, con verla, que al menos comprenda
el porqué del dolor del cada día que empiezo.
Empezar sin colores no es empezar el día,
pero ahora sé ver de otro modo todas las cosas.
Ya siento, ya huelo las penas, las alegrías
y a tu lado, lazarilla, la vida es hermosa.
Todas las rutas tienen un sabor diferente.
Puedo describir el mundo agarrado a tu mano,
distinguir sin dudarlo las voces de la gente
y decir el nombre de las calles que pisamos.
Pregúntame, si quieres, dónde hay algo escondido.
Verás cómo mi respuesta es siempre atinada.
No necesito mirar, solo pienso y lo digo;
lo sabe, todo lo intuye mi vista apagada.
Ahora ya veo lo injusta que fue la vida
contigo, lazarilla, mi guía por el mundo.
Tu brazo dispuesto, tu mano siempre tendida
para mi la tuviste sin faltar ni un segundo.
Tu infancia solo fue lo que yo necesitaba,
un camino tras otro para buscar sustento.
Bien me condujiste, aunque, a veces, me engañabas,
pero eras aún niña de inocente pensamiento.
Cuántas como tú, mujeres, ha habido en la sombra
luchando sin descanso en oficios y trabajos,
anónimas mujeres que casi nadie nombra
que dieron lo que tenían por pan o un atajo.
Sí, fueron panaderas, modistas, molineras,
incansables segadoras, reinas del sombrero
de paja, pañuelo al cuello, cruz en la pechera,
de la hoz y del botijo fresco y jornalero.
Aguadoras de la dura vida de la siega,
recaderas de alpargarta rota y poca suela,
las primeras para ayunar cuando el pan no llega
las últimas para los libros, para la escuela.
Recogedoras, lavanderas y costureras
de los rotos de cada día, de lo que falta,
zurcidoras de miserias, raudas recaderas
de engaños que van a misa con la frente alta.
Mujeres olvidadas adrede, escondidas,
ocultas tras mil tareas, trapos y pobrezas,
y niñas sin infancias, o rotas o perdidas
como tú, lazarilla. Pregono tu grandeza.
Seguramente mi padre (Joaquín Alonso) o sus padres (Narciso y Matilde) y hermanos lo conocieron.
ResponderEliminarSeguro Carlos, era muy conocido.
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