Las viejas casas de barro tenían sus
paredes encaladas, esa especie de pintura que desprendía bastante
polvo cuando te arrimabas. El portal de mi abuelo estaba encalado de
color albero hasta la mitad y de ahí para arriba de blanco. La
cocina de humo de ese color amarillento y las habitaciones, de
blanco.
Mi tía Paulina y mi abuela Menta en pleno encalado de la cocina de humo. |
La cal es un término que designa todas
las formas físicas en las que pueden aparecer el óxido de calcio y
el óxido de calcio y magnesio. Con el encalado se conseguía una finalidad estética y
práctica, ya que la cal ayuda a mantener las casas más frescas -las
paredes respiran- y además tiene propiedades antisépticas. Encalar
las casas es una de las prácticas más antiguas de la civilización,
sobretodo en los lugares más cálidos donde se pintan de color blanco para reflejar la luz del sol.
Pero el encalado es frágil, saltaba
con facilidad y se hacía necesario encalar al menos una vez al año.
En Ayoó solía blanquearse la casa, las habitaciones, para San
Bartolo y para la matanza se hacían los pasillos y la cocina.
Para hacer la masa se usaba el barro de
hacer los adobes, el amarillo. Para la parte blanca se compraba cal
en Santibáñez o a los vendedores que venían por los pueblos. El
blanco se usaba en las habitaciones. Era de más calidad, tenía más
cantidad de cal.
Para la cocina, los portales y los
pasillos se cogía el barro en barreros del pueblo: en las llamas
(las zonas húmedas), en la zona de La Corte, en El Caño había un
barrero de un barro blanco, mantecoso,... y en Campo Ferrero también
había un barro más amarillento. También había barreros en
Peñacabras, en el Tiar, donde la casa del Ti Bernardo, donde la casa
de Andrés Riesco.... Mi padre cuenta cómo lo extraían, “íbamos
sacándolo con un cuchillo viejo, le llamábamos donde el barro
blanco y costaba mucho sacarlo. En los pies, como no había botas de
goma, llevábamos los chancros”.
Este mismo barro se usaba para reparar
las cuevas.
Antes del encalado había que preparar
la pared. Para ello se hacía una mezcla con barro con paja y agua.
Para el raseado fino se usaba la munia (paja muy fina que se cribaba
de la trilla), como el del yeso de ahora. Si no se pone paja el barro
solo no agarra.
La cal se echaba el día anterior a su
uso en un caldero de agua, para desleírlo (“desleír”, palabra
que se usa mucho en el pueblo, recogida en el diccionario de la
Academia de la Lengua y que significa eso, “disolver
y desunir las partes de algunos cuerpos por medio de un líquido”).
Con el lino se hacía un encalador, una especie de brocha, como de
medio metro de largo. El lino mojado se ataba y se cosía, se mojaba
y se iba dando mojando en la cal y tirando como a golpes sobre la
pared.
Cuando ya se dejó
de cultivar lino, se usaba la piñerina, unas hierbas que tienen la
punta muy fina, suele haber en Peñacabras, y que se unían en ramos.
El encalado era
trabajo de mujeres, pero la recogida de barro la hacían tanto los
ellas como ellos.
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