
Dice mi madre que viejos son los trapos, que las personas se hacen mayores. Mayores como el grupito que por la mañana y por la tarde acuden, si el tiempo lo permite, a pasar el rato y echar unas charletas al parque de Las Escuelas.
Allí los encuentro cuando voy con mi enano a jugar con el agua de la fuente, dar unas vueltas con la bici y trastear en los columpios. Unos días están más habladores, otros más en silencio. Suelen ser hombres, en su mayoría, alguna mujeruca que otra... la mayoría con muchos años y mucho que contar, repasan el día al día de lo sucedido en el pueblo, unos pocos, ya con la memoria perdida, simplemente están. Y todos ellos se acurrucan en unos bancos que si merecen el nombre de viejos, que ya casi de bancos no tienen ni el nombre, roto el asiento, flojos los tornillos... hasta han tenido que hacerse ellos mismos un escañil casero con una madera y unos tacos, más bien inestable... Ahora que me cuentan que por fin se han sustituido los viejos columpios por unos modernos (y más seguros, que no solo era cosa de estética), a ver si el Ayuntamiento saca unos cuartos para ponerles al grupito de Las Escuelas un lugar digno donde poder sentarse (y que les consulten el lugar dónde colocarlos, que debe haber el de sol, para los días frescos y el de sombra, para cuando Lorenzo aprieta...)



















