31 de diciembre de 2013
26 de diciembre de 2013
Labores del campo: Diciembre
En diciembre no hay aún mucho que
hacer en el campo hasta que el tiempo mejore. Recordemos que ahora
las nevadas son algo anecdótico, pero hace años, lo habitual era el
manto blanco y grandes heladas.
Se hacía aún alguna matanza, se reparaban los aperos, se iba a por leña y se buscaban fuentes alternativas de alimento para los animales. Se picaban los nabos para las ovejas y también para el ganado se buscaban sardones, las ramas tiernas de la encina. A los perros de la casa también se les daba de comer los nabos o las patatas cocidas.
Para las mujeres eran días de “hilandero”, de juntarse en una casa a la luz de los candiles e hilar el lino, la lana y tejer los jerseys para la familia.
Se hacía aún alguna matanza, se reparaban los aperos, se iba a por leña y se buscaban fuentes alternativas de alimento para los animales. Se picaban los nabos para las ovejas y también para el ganado se buscaban sardones, las ramas tiernas de la encina. A los perros de la casa también se les daba de comer los nabos o las patatas cocidas.
Mujer hilando. Web de Bordón (Teruel) |
Para las mujeres eran días de “hilandero”, de juntarse en una casa a la luz de los candiles e hilar el lino, la lana y tejer los jerseys para la familia.
17 de diciembre de 2013
15 de diciembre de 2013
Peñacabras (1)
Recuerdo cuando era chavalilla y vino la tele al pueblo: Grabaron en Ayoó un reportaje de cómo afectaba la entrada de España en la, entonces, Comunidad Económica Europea, visto desde un pequeño pueblito agrícola. El programa era "El canto de un duro" (algún día encontraré una grabación, lo juro cuál Escarlata O'Hara) y mi madre reunió a todas sus vecinas para ver el pueblo por la tele. Su cara comenzó con una sonrisa y terminó con una mueca de enfado porque aquello fue manipulación televisiva de manual: mi tío Ismael con todas sus dotes de actor diciendo que para comer no tenían más que "un pollín el día la fiesta", uno de los vecinos más modestos del pueblo contando que no tenían baño en casa -lo que había sido verdad de forma general hasta hacía unos años, pero no ya en aquel momento- y, sobretodo, se presentaron los corrales de Peñacabras como si fuera el pueblo en si mismo, como si fueran las casas donde vivían los vecinos.
¿Y a qué viene la anécdota? A qué suelo recordar aquel momento cada vez que me doy una vuelta por allá arriba, siempre me sale una sonrisa cuando rememoro el enfado de mi madre y cómo explicaba que no, que allí no se vivía, que allí se guardaba el ganado...
En Peñacabras quedan las últimas construcciones en barro, puertas de madera, pejos, boquerones, escaleras de peldaños de grandes lajas de piedra... es un gusto para la vista y una pena ver que cada vez hay más corrales caídos y que van desapareciendo... por eso me gusta subir a hacer fotos y traigo unas cuantas hoy, el sabor de Ayoó... ¡¡¡pero en los corrales del ganado!!!
¿Y a qué viene la anécdota? A qué suelo recordar aquel momento cada vez que me doy una vuelta por allá arriba, siempre me sale una sonrisa cuando rememoro el enfado de mi madre y cómo explicaba que no, que allí no se vivía, que allí se guardaba el ganado...
En Peñacabras quedan las últimas construcciones en barro, puertas de madera, pejos, boquerones, escaleras de peldaños de grandes lajas de piedra... es un gusto para la vista y una pena ver que cada vez hay más corrales caídos y que van desapareciendo... por eso me gusta subir a hacer fotos y traigo unas cuantas hoy, el sabor de Ayoó... ¡¡¡pero en los corrales del ganado!!!
6 de diciembre de 2013
Sin reloj
Web de Malva (Zamora). |
Decidió Miguel venir a Ayoó a vender castañas. No tenía reloj, ni despertador, así que pensó dormir y madrugar para venir por el monte, por la Chana, y llegar temprano. Se acostó y cuando le pareció que había dormido bien, se levantó, ensilló la yegua, le puso el fardel de castañas y se encaminó al pueblo. Pero se ve que no había echado más que un sueñín y llegó en plena noche -otoño haci ael invierno, noches largas, días cortos- y al ver que no amanecía no sabía que hacer. Se acercó a la casa de mis abuelos, dejó las castañas en la piedra de majar el lino que había junto a la puerta, la yegua la amarró a la herradura que había en la entera de la puerta y él ahí, a aguntar el frío, arriba y abajo por la cuesta que está junto a la casa.
Mi abuelo, que era de sueño ligero, se despertó al oír los pasos y pensó que podía ser un ladrón. Avisó a mi abuela y salió de la casa amenazando “alto, quien anda ahí” -amenazando con la cachava porque nunca tuvo escopeta en casa.- Y el de Torneros le contestó “quieto, Teófilo, que soy Miguel, que vengo a vender castañas y no sabía la hora y he venido demasiado pronto. No te he llamado porque no quería molestar y estaba aquí, esperando que se hiciera de día”. Mi abuelo ya le dejó pasar a la casa, recogió la yegua, le hizo lumbre y acogió al pobre hombre al que la falta de reloj le jugó una mala pasada.
28 de noviembre de 2013
La palancana
Cuando era pequeña e iba al pueblo en
verano tenía que acostumbrarme a aquello de “aquí no hay baño”,
que implicaba usar la cuadra de váter a la vez que ahuyentabas a las
curiosas gallinas y bañarme en una talega. Para quitar las legañas
de la mañana teníamos una lata bajo el único grifo de la casa, en
una pared del portal, junto a la puerta del corral. Y si había que
medio lavarse un poco mejor, bajaba la palancana que estaba en el
rellano de la escalera.
Era muy parecido a estas que vi, una detrás de otra, en esta foto de la Ti Teresa, de la primera exposición de Perafondo y en un artículo que el profesor Mencía dedica a este artículo casero.
Por cierto, siempre pensé que la forma de decirlo de mi casa, palancana, con c, era incorrecto o una de esas deformaciones de palabras que se hacen en los pueblos. Pero no, no es incorrecto, o no del todo: palancana remite a jofaina, presentada en la Real Academia de la Lengua como “vasija en forma de taza, de gran diámetro y poca profundidad, que sirve principalmente para lavarse la cara y las manos”. Es decir, más o menos lo mismo que palangana.
Estar en el pueblo era así, había gallinas, cabras, conejos, vacas y cerdos que corrían como posesos por el corral cuando mi abuela les limpiaba la pocilga, cagabas en el corral y te lavabas en la palancana, ¡y tan a gusto!
Palanganero de la colección de Adolfo Alvárez, blog El trébano de Joarilla. |
Era muy parecido a estas que vi, una detrás de otra, en esta foto de la Ti Teresa, de la primera exposición de Perafondo y en un artículo que el profesor Mencía dedica a este artículo casero.
Web de Malva |
La palancana de mi casa era de las
sencillas, tres patas rectas con un círculo que las amarraba por
debajo y otro por encima, y que sujetaba también lo que es el
recipiente, la palancana propiamente dicha. Tenía un asa para la
toalla, aunque nunca solía estar allí sino colgada, junto a otro
sinfín de cosas, desde ronzales a sacos, en la cancilla del corral.
La palancana era de porcelana y tenía una abollón de alguna caída.
Una vez usada, el agua se echaba a la calle, a la puerta...
Por cierto, siempre pensé que la forma de decirlo de mi casa, palancana, con c, era incorrecto o una de esas deformaciones de palabras que se hacen en los pueblos. Pero no, no es incorrecto, o no del todo: palancana remite a jofaina, presentada en la Real Academia de la Lengua como “vasija en forma de taza, de gran diámetro y poca profundidad, que sirve principalmente para lavarse la cara y las manos”. Es decir, más o menos lo mismo que palangana.
Estar en el pueblo era así, había gallinas, cabras, conejos, vacas y cerdos que corrían como posesos por el corral cuando mi abuela les limpiaba la pocilga, cagabas en el corral y te lavabas en la palancana, ¡y tan a gusto!
24 de noviembre de 2013
El paseo del dolmen (2)
Ya que estamos, vamos a dar ese paseo, que es bastante sencillo hasta su tramo final en el que la cosa se complicó y terminamos a lo Bear Grylls...
Cogimos camino a la Peña yendo por la parte trasera del cementerio...
Llegamos hasta las cercanías del punto geodésico y tras dar buena cuenta de las viandas que llevábamos (pan, chorizo, fruta y varias bolsas de pipas), algunos se aventuraron hasta la construcción...
Seguimos camino y nos topamos con una pared de peñas... tras mirar las alternativas, volver sobre nuestros pasos o intentar encontrar un camino entre los peñascos, optamos por la segunda opción y con muuuuuucho cuidado nos deslizamos entre las grandes piedras.
Cogimos camino a la Peña yendo por la parte trasera del cementerio...
Aún se ven los árboles quemados en un incendio de la zona. |
Llegamos hasta las cercanías del punto geodésico y tras dar buena cuenta de las viandas que llevábamos (pan, chorizo, fruta y varias bolsas de pipas), algunos se aventuraron hasta la construcción...
Mi hermano encaramado a la punta de la torre del vértice geodésico. |
Seguimos camino y nos topamos con una pared de peñas... tras mirar las alternativas, volver sobre nuestros pasos o intentar encontrar un camino entre los peñascos, optamos por la segunda opción y con muuuuuucho cuidado nos deslizamos entre las grandes piedras.
A la mitad de la bajada de las peñas nos encontramos con el mencionado dolmen, o al menos, una construcción de piedras que nos dejó boquiabiertos.
Una vez bajamos las peñas, llegamos a un cortafuegos que llega hasta la carretera, un poco más abajo de la ermita de San Mamés, y desde allí cogimos de nuevo una vuelta a la zona trasera del cementerio, por el camino del Requejino, del que ya puse un artículo y que os recomendé pasear.
Antigua colmena hecha en un pedazo de tronco hueco. |
El abrevadero de la fuente de San Mamés completamente invadido por la maleza. |
La fuente también está en un estado lamentable, llena de hierba, barro y con apenas un hilito de agua. |